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Leger observó detenidamente. Era una casa adinerada. Las paredes rojas y el tejado y marcos de las ventanas negros. La barda de entrada roja, y las rejillas también negras.

Estaba frente a la mansión Falk.

Estaba por tocar cuando un movimiento en uno de los lados de la casa llamó su atención.

Una persona estaba sentada en la ventana como si no hubiera dos pisos separándola del suelo.

No, no era cualquier persona.

Su cabello rubio era inconfundible.

Esa era Samantha Smith, ¿Que hacía ella en la casa de un asesino como Lothar Falk?

Los recuerdos de la noche que la había seguido se agolparon en su memoria en un pestañeo.

La había visto salir de la casa tan silenciosa como había entrado. Y todos habían sabido de las noticias que había muerto un hombre llamado Cormak Colohut.

Asesina. Ella también era una asesina. Y justamente había asesinado a Cormak Colohut en su casa aquella noche cuándo había entrado y salido por el balcón.

La puerta se abrió ante él después de unos segundos.

    — ¿A quién busca?

    — A-a Lothar Falk. Necesito hablar con él.— el tartamudeo salió de su boca tan inconscientemente que él lo notó después de repasar sus palabras dos veces.

    — Puede dejarme sus datos. Y algún recado.— le dijo el sirviente.

Leger asintió.

    — Necesito hablar con él.

El hombre frente a él alzó una ceja. Quizá era muy obvio que quería hablar con él.

    — ¿Tiene algún punto en dónde preferiría reunirse?

    — Eh, no, ¿Podría decidirlo él, y decirme después? Soy nuevo aún en la ciudad.

    — Muy bien, en ese caso, por favor, dígame en donde se entregaría la carta.

    — En el restaurante Ronie pero no quiero que nadie se entere.

    — Sí, sí, no se preocupe. Puede retirarse. Probablemente reciba noticias pronto.

    — Muchas gracias.

Y luego de eso, sin respuesta hacia él, el sirviente cerró la reja en su cara y se fue.

Instintivamente, su mirada fue a Samantha, quién seguía allí, esta vez observándolo, no sabía que había en sus ojos. Parecía alarmada, preocupada e incluso confundida.

Entonces dió un respingo. Giró hacia dentro de la casa y se metió tan rápido como un rayo.

Leger no comprendió la situación, ni el porqué de su comportamiento tan extraño hacia su persona, pero no pudo evitar preguntarse, ¿También estaba Nael ahí dentro?

No queriendo profundizar en ello, dio media vuelta, y volvió al restaurante.

De camino, decidió fingir que se perdía, y pasar a ver la casa en dónde Samantha había entrado la noche anterior.

Había mucha gente reunida en los alrededores. Sin detenerse a pensar en las consecuencias de su curiosidad, se acercó a mirar como uno más de la multitud.

Una mujer de cabellos castaños y piel pálida lloraba desconsoladamente en la entrada de la casa. A su lado, con expresiones atónitas, lucían un traje negro, el niño, y un vestido negro la niña.

Un afanado grito lo hizo devolver la atención a la mujer castaña.

Esta vez lloraba sobre un ataúd, estaba un poco más alejada de los que suponía eran sus hijos.

La niña, que debía estar entre los diez y doce años, soltó unas pequeñas lágrimas que limpió con rápidez.

El niño, que definitivamente era más grande, caminó hasta su madre. El chico parecía de quince años, quizá un poco más. Abrazó a su madre, y lentamente la separó del ataúd, que fue sepultado tres metros bajo tierra.

Leger miraba atónito.

Se acercó inconscientemente hasta la mujer y preguntó.

    — ¿Qué pasó?

¿Era la persona desconocida en el ataúd, quién llevaba el nombre de Cormak Colohut, que había sido asesinado?

Los ojos de la mujer, quién se había vagamente calmado, se cristalizaron otra vez y rompió en llanto.

El niño se la llevó después de echarle a Leger una mirada reprobatoria y recriminante.

    — Señor.— lo llamó una de las sirvientas que había cerca de él.— La señora no está de ánimos para responder sus preguntas.

    — Lo siento, pero debo escribir un informe.— mintió. Al instante se preguntó de dónde había sacado tal mentira y tan rápidamente.

    — Si gusta, le responderé yo.— se ofreció la mujer. A lo que Leger asintió.

    — ¿A qué hora fue asesinado?

    — Creemos que fue en la madrugada o en la noche, porque nadie se dio cuenta.

    — Ya veo.— susurró para él.— Si me permite, ¿En qué momento y cómo, se dieron cuenta de que estaba muerto?

La sirvienta negó con la cabeza, como si se lamentara.

    — Fue por la mañana hace unas horas. Todos hacíamos nuestros quehaceres normales, pero cuándo la puerta de los señores está cerrada, es porque aún siguen dormidos y no podemos entrar.— explicó.— Cuándo pasé, la puerta seguía cerrada, así que no entré. Además como somos la servidumbre nos levantamos más temprano que los señores. Estaban preparando el desayuno, y yo preparaba la mesa cuando comenzamos a escuchar gritos desde el último piso.— se estremeció.— Parecían desquiciados, y tan aterrorizados. Subimos tan rápido como nos fue posible, la señora estaba embarrada de sangre en el cabello, gritaba y lloraba señalando a la cama. En sí, todo su costado derecho estaba manchado de sangre. Cuándo asomé la cabeza, vi al señor Cormak en la cama. Muerto. Tenía sangre seca en la cara, desde su boca y en lo que no estaba cortado de su cuello. Sinceramente la escena me pareció horrible. No tenemos idea de quién haya podido ser. No hay pistas ni huellas.

La mirada de Leger seguía perdida en el vacío.

Con cada pizca de información que reunía, por error, curiosidad o a propósito, estaba cada vez más seguro de que había sido Samantha quién había provocado el asesinato de Cormak Colohut, la noche anterior.

Parecía ser que ser Detector le había dejado algo. Al menos sabía unir información.

Samantha en casa de Lothar Falk, el asesino, había entrado en la casa de los Colohut la noche anterior, como una sombra por el balcón, probablemente había rebanado su garganta y se había retirado sin dejar huellas.

Samantha Smith. La chica del informe de sobrenaturales, la chica amable y comprensiva que el reporte decía que era, se había esfumado.

Samantha Smith, era una asesina en Millage. Fría, calculadora, sin sentimientos ni escrúpulos.

Seguramente alguien la había entrenado. No cualquiera tenía esa habilidad por naturaleza y la desarrollaba sin entrenamiento.

    — Muchas gracias.

Dio media vuelta y se fue sin despedirse de la servidumbre.

Su aliento no estaba y sentía que le costaba trabajo respirar.

Jamás haría enojar a Samantha Smith, por el bien de su garganta, y seguramente sus órganos internos.


New chapter today my little loves!
Espero que lo disfruten, si es que lo leen ♡

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