35

70 8 0
                                    

Leger estaba observando distintos archivos. No podía cambiarlos todos, o sería demasiado obvio su sabotaje.

Se levantó de la silla directo a los archivos de casos cerrados, pero la puerta lo interrumpió.

— Señor.— él miró al Detector frente a él.

— ¿Si?

— El jefe quiere verlo.

El Detector se tensó debajo de su uniforme. Debía ser un problema grande si enviaban por él.

Asintió.

— Voy.

Pero él muchacho no se retiró.

— ¿Necesitas algo más?

-— Tengo órdenes de escoltar lo yo mismo, y ahora.

Leger se preocupó. Si alguien ya lo sabía, el despido era lo mejor que le podría suceder en todo eso.

Asintió y salió junto al muchacho.

Caminaron por un largo pasillo hasta llegar a otra oficina, mucho más grande que la suya. La puerta era de cristal, con un metal curvado y liso como perilla. Tiró de él y con todo el orgullo que aún tenía, entró con la cabeza bien alta, en la oficina.

El hombre ahí sentado, detrás del escritorio de madera lisa no levantó la vista hacia él. No podía pasar los cuarenta años. Sus ojos oscuros se alzaron hacía él lentamente, evaluandolo.

— Leger.— pronunció.

El Detector frente a él, asintió en respuesta y a modo de saludo.

— Señor.

— Directo al grano, no me gusta dar vueltas. Tú manejaras la búsqueda de cierta ciudad.

— ¿Cuál?— preguntó con curiosidad.

— Millage.

La sangre se heló en sus venas.

— Señor, esa es la ciudad de sobrenaturales. Y ninguno de nuestros hombres con entrenamiento especial sobrevivió, y si alguno sobrevivió jamás volvió, debe ser por algo. Es muy peligroso.

— Los sobrenaturales son peligrosos.— Gruñó.— Y por eso ¡Debemos acabar con ellos! ¿Acaso estás diciendo, que no acatarás mi órden?

— No dije eso, señor. Solo dije que sería algo peligroso.— respondió Leger.

— En ese caso apresurate, encuentra la ciudad, danos la ubicación y los matamos. No podemos dejar que se sigan expandiendo y multiplicando como la plaga que son.

Leger quiso protestar. Quiso gritarle que no sabía de lo que hablaba. Que era nada más que un hombre que odiaba a los sobrenaturales al igual que los demás por ser diferentes y seres más poderosos, pero no lo hizo. Se contuvo. Y al igual que las demas millones de veces, solo asintió y salió en silencio de nuevo a su oficina.

Se sentó sobre sus silla giratoria y observó al muchacho, quién aún esperaba órdenes suyas.

Se inclinó y recargó sus brazos sobre el escritorio entrelazando los dedos de sus manos. Alzó su vista hasta la del muchacho.

— Bien.— suspiró.— quiero que reúnas a unos cinco Detectores. No quiero llamar la atención si lo que pretendemos es entrar encubiertos. Y luego dame la lista de quienes elegiste.

— Claro.— el muchacho se retiró rápidamente por la puerta frontal y la cerró detrás de él.

Leger se levantó después de unos segundos de la partida del joven Detector, y caminó hasta la puerta lentamente, para escuchar, generalmente había siempre ruido, y está vez estaba todo tan silencioso.

Abrió la puerta tan poco que se preguntó si alguien podría darse cuenta de ello. Pegó la oreja y escuchó atentamente.

— ¿Sabías... Millage?— tan solo partes de extrañas conversaciones llegaban hasta sus oídos.

Asomó un ojo por la rendija en la puerta.

Todos los empleados estaban divididos en pequeños círculos. Generalmente se dividían, sí, pero en sus respectivos círculos sociales de amigos, está vez estaba cada grupo con mínimo tres personas a siete, y Leger no puedo evitar preguntarse el por qué de aquel extraño cambio en las oficinas.

Observó al grupo más cerca, esperando escuchar algo más al volver a pegar su oreja, hacía su dirección, en la puerta.

— Sí.

— Una expedición. Los matarán a todos.

— ¿Que podríamos hacer nosotras? Somos solo empleadas, y tenemos un contrato de confidencialidad.— recordó una.

— Bueno, solo agradezco que yo no tengo un esposos, ni un novio aquí, como Detector.

— ¿Por qué?

Entonces se oyó una pausa en la conversación de las muchachas en uno de los pequeños círculos.

— ¡Por favor! Miren a Berenice.— señaló una de ellas.— Su novio es uno de los Detectores que van a elegir, según se rumora, ¡Y ella está devastada, chicas! No me gustaría saber que se siente eso.— afirmó una chica.

— Bueno, tienes un gran punto.

— Es verdad.

— Y ya que estamos.— otras dos resoplaron.— ¿Cuantos casos nuevos de sobrenaturales han llegado?

— En los últimos dias, yo he tenido solo un par de ellos.

— Temo que yo también. No me han llegado casos, ni reportes de sospechosos. Los que causan problemas, son los últimos que han huido. Te aseguró que cuando sean asesinados, ellos no dejarán pista, ni sobre ellos, ni sobre como murieron, o sobre como o en donde enterraron sus miserables cuerpos.*

Él se estremeció. Aquella chica que había dicho todo eso no sabía de qué hablaba, ¿Acaso estaba loca?

No siguió escuchando. Cerró la puerta y volvió a su silla, a esperar a que llegara el chico que había enviado. Tan solo minutos después, regresó, entregándole la lista del equipo en la mano.

Él los revisó, o al menos eso fingió.

La cabeza le explotaba, y eso le quitaba las ganas de leer todas esas pequeñas letras en las hojas que había frente a él.

— Solo traelos.

— Sí, señor.

Cuando regresó, había cinco Detectores con él.

— Son ellos.

— Formense.— ordenó Leger duramente.

Ellos hicieron una fila frente a Leger, a esperar sus órdenes.

— Muy bien. Les asignaré nombres falsos, para que ustedes puedan ir a esa misión. Tú— señaló al primero.— serás Kilo. Y tú— señaló al segundo, quién se parecía demasiado al primero.— ¿Eres su hermano?

— Sí, señor.

— Te llamarás Gavor. Y como son hermanos, inventense un apellido para ambos.

Miró a los otros tres.

— Tu nombre es Ahmed ahora.— le dijo al tercero.

Él asintió.

— Y ustedes serán Naoki- su dedo señalando al cuarto— y Dimitri.— le apuntó al último.

Se frotó las sienes, frustrado. Ni siquiera recordaba de dónde había sacado esos nombres, o en dónde o de quién los había sacado, solo sabía que habían saltado a su memoria.

— Pueden irse. Mañana se comenzarán a entrenar para su nueva misión, y dentro de al menos una semana, se irán.

Ellos asintieron.

— Bien. Fuera de aquí.— gruñó y ellos salieron.

* Hace referencia a los asesinatos futuros de los sobrenaturales que se supone los Detectores van a matar.

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora