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Lothar fijó su mirada en Samantha, que se encontraba en frente de Miller, ambos enfrente suyo.

    — Quiero saber qué significa esto.— sus ojos marrones se posaron en Miller ésta vez.— Ahora.

Miller absorbió aire y apretó el agarre en las muñecas de Samantha.

    — Encontré un rastro. Parecía tan perfecto que lo único que logré pensar fue en Samantha, así que lo seguí hasta el mayor sospechoso y lo interrogué. Sin embargo, el nombre que me dió no fue el que esperaba.

    — Miller, no tengo todo el día.— dijo Lothar entre dientes.

    — Claro, como decía, el nombre que me dió no era el que esperaba, porque yo esperaba un Samantha Smith, no un Aeryn Novak, y fue ese nombre el que conseguí. Así que logré contactarla y la cité en los Subterráneos. Sin embargo, cuándo llegué encontré a Samantha, portando el nombre de Aeryn.

Lothar alzó una ceja hacia Samantha.

    — ¿Eso es verdad?

Samantha no agachó la mirada. Realmente no consideraba que hubiera hecho algo malo. Solo se había protegido, para no manchar su nombre, y evitar también ataques por rencores que sus asesinatos pudieran generar.

    — Sí, era un método efectivo para garantizar mi seguridad y para guardar mi imagen una vez que dejara de... Matar.— dijo bajando la voz en esto último.

    — ¿Acaso eres tonta?— ella sintió los músculos de Lothar tensarse a pesar de la lejanía. Claro. Tenía ganas de golpearla. Y claro que ella también se tensó ante la expectativa de un buen golpe de Lothar.— No podrás cambiar de nombre de nuevo, ¿Lo entiendes?

Ella asintió.

    — Bien, no volveré a usar el nombre de Aeryn Novak.— quizá sonaba estúpido, pero ella quería estar segura.

    — No, al contrario, no volverás a usar el nombre de Samantha Smith porque todos conocen a Aeryn, y ya que Samantha se esfumó, entonces Aeryn es mi obra maestra. Los únicos momentos en los que podrás usar tu nombre original, será con Peter y las personas que te conocieron con ese nombre, que gracias a los dioses son pocas, ¿Entendido?— Claro, él no podía dejar que el crédito se le escapara.

El corazón de la muchacha latía desbocado en su pecho. Samantha Smith era todo lo que había sido. Samantha Smith era su familia y su hermana, era quién la mantenía como persona con sentimientos, Aeryn no era más que una fría asesina. No quería ser Aeryn para siempre. Quizá si le hubieran advertido antes, seguiría siendo Samantha Smith. Pero no, ya era apenas lo suficientemente tarde para arrepentirse.

    — Ahora quiero que me hagas un favor, Aeryn. Ve a dormir, y mañana tendrás tus misiones. Esperaré el dinero sobre mi escritorio por la noche. Miller, puedes retirarte.

Miller jaló a Samantha hacia afuera del despacho, pues ella estaba congelada. Solo miraba hacia ningún lado en especifico, y no decía nada. Sus piernas temblaban y ella comenzó a respirar más rápido.

    — Yo, lamento lo de tu nombre, Saman...— se cortó a la mitad del nombre.— Aeryn.

Ella no le respondió, y él tomó el agarre en sus muñecas y la arrastró a su habitación. Abrió la puerta, la dejó dentro, soltó sus manos y cerró. Luego se fue.

(...)

Samantha se mantuvo temblorosa hasta que sus piernas no dieron para más.

Sus rodillas se doblaron y cayó al suelo.

Las lágrimas cayeron de sus ojos con tanta rapidez que ella ni siquiera notó que habían comenzado a salir.

Siempre había sabido que la gente podía cambiarse el nombre. Pero jamás pensó que el dolor de hacerlo sería tan agónico para ella.

Sintió como la amatista en su pecho se tornaba más pesada en su cuello, casi estrangulándola. Quería gritar y pedir su nombre de vuelta. Quizá cuándo dejara de ser propiedad de Lothar podría usarlo de nuevo. Pero hasta entonces no le quedaba más opción.

Sería Aeryn Novak el menor tiempo posible, y cuándo consiguiera de lleno su libertad dejaría de hacer todo lo que había hecho y se dedicaría a llevar una vida plena y sencilla con Nael.

Era todo lo que deseaba.

(...)

Peter escuchó los sollozos silenciosos en el cuarto de Samantha. Se levantó y salió para entrar en el cuarto de ella.

Se quedó paralizado.

Ella estába en el suelo, las lágrimas salían de sus ojos y todo su cuerpo temblaba a pesar de estar en el piso.

Notó el collar de amatista en su cuello. La cadena de plata brilló escondida en uno de los pliegues de su camisa blanca.

    — ¿Estás bien?

Ella no respondió. Su voz estaba rota, y ni siquiera sentía que su lengua quisiera moverse.

Quería decirle que no. Quería decirle que ya no se llamaba Samantha Smith. Que su nombre era Aeryn Novak. Pero no hizo nada. Solo dejó de llorar. Se esforzó en controlar el temblor que tenía y como pudo se levantó. Aún con la mirada perdida logró fijar su vista en Peter. Le obsequió la sonrisa menos rota que logró esbozar.

    — Claro. Deberías ir a dormir, es tarde.

Peter asintió no muy convencido.

    — Bueno, te veré mañana.— tampoco iba a meterse en sus asuntos.

Ella asintió manteniendo la sonrisa en su rostro. Peter salió por la puerta y apenas logró mirar atrás cuándo ella estaba cerrando la puerta.

(...)

Samantha le puso seguro a la puerta. No quería que nadie entrara.

Se recostó en su cama y se dijo a sí misma que no volvería a derramar una gota de sus lágrimas, al menos no lo haría mientras pudiera. Pero si había algo que nadie podía evitar por siempre era eso. Incluso la personas más fría debía derramar alguna lágrima, de alguna manera. Un corazón congelado podía derretirse como un malvavisco en una fogata. Su máscara de hielo podría romperse en cualquier momento por una flecha. Y así como todo eso podía romperse, también el candado que ahora sellaba su nombre original en un pesado cofre. Porque Samantha Smith tenía familia, tenía un pasado y había tenido un presente en ese día, siendo el último, tenía amigos y mucho cariño. Y todo eso, Aeryn Novak no lo poseía. Aeryn Novak no tenía pasado, no tenía ninguna historia como la de Samantha, solo tenía armas y maneras de dañar. Solo sabía matar a sangre fría y no dejar rastros. Y Aeryn Novak jamás lloraría porque no tenía sentimientos en aquel momento.

Pero sabía que en algún punto ella misma iba a romperse.

Aunque por supuesto que no imaginó que se rompería pronto.

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora