Lothar le hizo una seña a Peter.
— Quédate ahí, hablaré con mis aprendices y luego te veré.— le dijo sacudiendo una mano.
Abrió una de las gigantescas puertas de madera oscura, y les permitió el paso. Samantha y Nael accedieron a la habitación, observando a su alrededor. Era un despacho. Había un escritorio de madera, y tres sillas del otro lado, como invitados. El piso se veía café oscuro a través de la luz que se filtraba por el enorme ventanal, que abarcaba casi todo el espacio de una pared.
Lothar les señaló las sillas de invitados y ambos se sentaron. Esperaron a que él hablara, pero él solo miraba por la ventana y Samantha comenzó a sentirse incómoda. Si Nael se sentía así también, ella lo desconocía.
Entonces Lothar se giró y los miró.
— Muy bien. A partir de hoy, ustedes dos son mis aprendices. Serán entrenados para ser los mejores en su clase. Si los elegí, no fue porque se hayan lucido más que otros.— si Lothar era sincero, la técnica de ambos había sido terrible. Le había parecido una broma de mal gusto y casi un insulto para sus ojos que estaban acostumbrados a sus aprendices más avanzados— Sino porque vi en ustedes destrezas que los demás maestros quizá pasaron por alto. Así que trabajaremos en esas destrezas que poseen, para desarrollarlas y mejorarlas. Para ampliarlas.— Samantha escuchaba atentamente sus palabras. Deseaba jamás haberse metido en aquel lío. Deseó que May no hubiera querido cruzar esa calle ella sola aquella vez. Quizá si no lo hubiera hecho nada de eso estaría sucediendo.— Me caracteriza la disciplina. Así que tengan en cuenta que el más pequeño error será castigado.
Ninguno asintió, a pesar de que habían comprendido. Lothar siguió hablando.
— Vivirán y entrenarán aquí hasta que se celebre el comienzo de La Competencia, y les asignen su primera misión, ¿Entendido?— Ella lo miró lentamente. Con la mirada afilada.
— Sí.— dijeron al unísono.
— Llámenme Lothar...— agregó al notar que no lo habían llamado "señor" o "maestro".
— Sí, Lothar.— volvieron a decir.
— Muy bien. Ahora, buscaremos una habitación para ustedes.
Salieron del despacho. Peter hablaba con otro chico, relajado, pero en cuanto notó pasos cerca, se tensó y se giró hacia su maestro. El chico con quién hablaba se retiró al instante luego de asentir hacia Lothar.
— Es hora de irnos. Vengan.— dieron un recorrido más.
Subieron las escaleras de caracol para llegar al segundo piso. Pasaron varias puertas y Samantha notó más gente. No todos sirvientes. Muchos también eran chicos que variaban en edad, desde la de ella, quizá un poco menos, hasta un poco más de la de Peter. Pero todos tenían algo en común; estaban sudados, cansados, y llevaban armas— ¿Para qué clase de cosas entrenaban?—. Ella se fijó en sus ropas.
También eran ropas de pelea. Aunque todas tenían una marca. Todas tenían las iniciales de Lothar marcadas. Y después de ellas, ella supuso que era un nivel. Tenían una A y un número. Pero ninguno pasaba del tres.
LF. A1
Lothar se detuvo.
— Aquí es tu habitación Samantha, Nael la de la derecha. Peter.— el aludido lo miró. Lothar pareció sopesarlo, y luego dijo:— la de antes.
Peter asintió y caminó tranquilamente hasta la habitación de la izquierda. Y Nael entró en la segunda de la derecha.
(...)
Al día siguiente Samantha amaneció en una cama que le seguía resultando extraña. Se levantó desde la madrugada por toques en la puerta. Se vistió con ropa de pelea que había amanecido en su armario, ella había creído que no era suyo, pero estaban en el cuarto que Lothar le había designado. Lo que le daba mala espina es que el día anterior no estaban ahí.
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Millage
FantasyDespués de ser detectada, Samantha solo puede huir, pero cómo podría escapar de una ciudad amurallada y vigilada día y noche? Encontrando un mundo nuevo debajo del suyo, en el que tendrá que pelear para ganarse un lugar entre la gente, las creencias...