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Peter subió a un árbol y ella lo perdió de vista un momento. Tardó solo un par de segundos. Su capa arrastró por el suelo al caer. Ella jamás había entendido el afán por usar capa.

— Millage está a unos dos kilómetros de aquí— le informó Peter. A Samantha le urgía llegar, su cuerpo estaba pidiendo agua así que gastó sus pocas energías en recorrer la mayor distancia que pudiera.

Peter corrió detrás de ella, preguntándose por qué se veía tan emocionada sin saber ni siquiera que había allí. Cuando se detuvieron ella estaba jadeando con la manos recargadas en sus rodillas.

Puso una mano en su espalda, suponiendo que eso bastaría para que ella decidiera alejarse sola. Les facilitaría las cosas a los dos. Así que tomó su cabello y lo jaló hacia atrás para que se levantara.

— Arriba. Estamos por llegar.— Ella respondió para no decirle algo ofensivo, aunque no logró evitar una mirada molesta. Estaban a solo medio kilómetro de la Puerta.— ¿Cómo te llamas?— preguntó de pronto.

Ella lo pensó. Llevaban aproximadamente una semana caminando juntos a Millage, y no le había preguntado su nombre. ¿Por qué de pronto le importaba luego de jalar su cabello?

— ¿Cómo te llamas?— repitió.

— Samantha.— le respondió malhumorada ante su tono.

— ¿Samantha qué?— ¿Por qué? ¿La iba a poner en un registro?

— Smith. Me llamo Samantha Smith.— Él ya no respondió. Solo siguieron andando, y llegaron hasta los dos árboles marcados. Ambos tenían la misma frase:

Abre la puerta, cruza la entrada, baja y sube hasta llegar a Millage.

Samantha la observó hasta que se le grabó en la cabeza. Que frasesita más extraña.

— ¿Y esto?— la pregunta se le escapó tan repentinamente que apenas le dio tiempo de notar que Peter ni se molestaría en responderle.

— Vamos— le dijo él, ignorando su pregunta. Peter se acercó, la tomó del brazo y la arrastró hasta un punto dónde no había árboles. Era una planicie sin árboles en un radio de lo que parecían ser tres metros con ellos en el centro.

Peter golpeó una vez, dos, tres constantemente. Paró; y luego lo repitió. Entonces la hizo retroceder. El piso se movió dónde ella había estado segundos antes. Una rampa de pasto se abrió debajo de ellos. Ella se quedó paralizada y entonces él volvió a arrastrarla a la oscura entrada. Tras de ellos la puerta se cerró hacia arriba. Entonces se giró percibiendo una luz. Era un túnel de piedra.

Las antorchas alumbraban la cueva de ambos lados. Ellos recorrieron el túnel hasta que el camino se dividió en dos. Tomaron la desviación a la derecha y subieron unas escaleras. Al subir el camino se hizo más amplio y se distinguió una salida. Al llegar al final se encontraron ante una ciudad. Habían salido de una pequeña colina de dónde llegaba el túnel. Luego lo notó, no parecía una ciudad, seguramente porque no lo era... Millage era un reino.

Peter la condujo por el reino. Ella estaba completamente desubicada, pero habían llegado a una fortaleza. Tenía dos puertas gigantes de madera tallada y bien cuidada. Cuándo vieron a Peter abrieron las puertas.

— ¿Qué es esto?— se dignó a preguntar Samantha.

— Es la fortaleza de Millage.— incluso al recibir respuesta no se quedó satisfecha.

— Pero, ¿Qué hago yo aquí?— replicó. La respuesta de Peter mirada un tanto indescifrable, ¿Qué significaba esa mirada?

Se adentraron a un patio gigante, más allá había unas siete torres que constituían un castillo. Los jardines estaban detrás de él, y a los lados, rodeándolo. Él la jaló para adentrarse y subir una de las torres. Ella no tuvo tiempo de poner resistencia al quedarse observando todo a su alrededor. Jamás había visto un castillo. Todo parecía tan... Antiguo. Medieval. Tan místico. Sin mencionar también lo confundida que estaba con la extraña situación. ¿A dónde la estaba llevando? ¿Y por qué todavía lo seguía?

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora