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Samantha estaba lista para su prueba. Los dos días habían expirado y se encontraba con una expresión hueca en su rostro mientras analizaba a los contrincantes. De alguna manera se había vuelto un acto reflejo para ella.

Lothar llegaría tarde. Así que ella estaba con Peter. Nael aún no llegaba.

Aunque había algunos oponentes que se veían frágiles, ella también lo hacía, pero podía ganar. Era mejor no confiar jamás. Tal y como Lothar le había enseñado.

Samantha esperó pacientemente hasta que Lothar llegó y ella fue llamada al círculo de batalla.

Frente a ella, un guardia lucía el uniforme que Peter alguna vez había vestido. Azul, rojo y toques dorados bordados. La espada a su lado en la vaina. Al igual que la suya.

Ambos se inclinaron la cabeza antes de que el general diera inicio a la pelea.

— Comiencen.

Samantha notó como el hielo se materializaba rápidamente hacia ella. Una daga de hielo. Oh, ella igual tenía el hielo entre sus dones.

Y claro que ella podía jugar. Su espada destrozó el hielo al defenderse. Ella giró sobre sus talones para esquivar otra daga de hielo y se abalanzó. El aire dándole impulso. Una ráfaga de aire helado empujó al guardia.

Su espada desgarró el muslo del hombre. Ella se hizo hacia atrás al percibir el brillo de hielo girando hacia ella rápidamente. Una daga fría se materializó al usarla para cubrirse de la del guardia.

Él la empujó y aventó una daga más directo a su frente, justo entre sus cejas. Pero se destruyó apenas impactar contra el escudo que Eamon la había obligado a practicar.

Usando magia, la pelea le resultaba más desbalanceada. Le costaba concentrarse en controlar su sobrenaturalidad, y pelear cuerpo a cuerpo a la vez. Luego de varios minutos, el guardia cayó por una corriente de aire desmesuradamente fuerte, y Samantha se declaró vencedora.

Salió del círculo y las peleas avanzaron. Ella descansaba en las gradas del entrepiso con los ojos cerrados cuándo un grito lleno de agonía inundó sus oídos.

Sus pupilas se dilataron al encontrar la escena. El Candidato tenía una gran abertura atravesada en el estómago. El guardia al otro lado tenía una espada de fuego.

— ¡Rápido!— la orden había sido clara. Quería que lo matara.

Las muertes habían causado satisfacción en los ojos del general, y en algunos maestros. Así que contándolos a ella y Nael como uno, quedaban siete Candidatos. La Competencia no estaba lejos de acabar. No debía estarlo.

Nuevamente los ordenaron en la fila. Nael se había desaparecido apenas había terminado su pelea y ella no pudo evitar buscarlo con la mirada.

— La siguiente prueba es en una semana. Así que, prepárense. Será un pequeño juego que tendremos. Descalificaremos el peor. Quiero explicarles algo antes.

Samantha intentó prestar atención.

— Esta Competencia no tiene un solo ganador. Todos los finalistas vivos obtendrán el premio por el que han luchado.

Reparó en la palabra vivos. Algunos no llegarían con vida y eso estaba más que claro.

— Lothar.

— ¿Qué? — su frialdad como el hielo.

— Quisiera retirarme un momento.

— Rápido.

Ella asintió y salió apresurada del vestíbulo en busca del chico de ojos color ámbar.

Pasaba por las habitaciones cuándo una mano la jaló dentro. Ella observó. Un armario de escobas. Típico de él.

— Nael. — masculló.

Una sonrisa masculina apareció frente a ella, casi brillando en la oscuridad, y ella no pudo evitar el pensamiento que se le formó: literalmente él sí era la luz en medio de todo eso. Al menos para ella. En lo poco que habían pasado, solo él sabía sacarla de ese agujero oscuro donde se encontraba metida.

— ¿Sí?

— ¿Qué haces aquí? Te perdiste el duelo y las indicaciones de la siguiente prueba. — se cruzó de brazos en la oscuridad. — Tengo que recordarte que al final somos equipo porque el mismo maestro nos eligió al principio. No quiero que...

— Tranquila. Lonnan jamás me deja sin información. Así que, no me perdí de nada, si me permites.

(...)

Ella aún debía estar en la sala de entrenamiento peleando. O quizá... Se asomó. Ya no estaba allí.

Quizá hubiera ido a ver a Phillis. Seguro sí. Comenzó el camino a dónde Phillis generalmente se encontraba ocupada. Caminaba tranquilo, recordando los días que estaba con Samantha en el Castillo.

Ahora el recuerdo le parecía tan lejano. Quizá se estuviera alejando poco a poco, sin darse cuenta, con las misiones de Lothar.

Abrió la puerta, pero no estaba ahí. Solo Phillis. No necesito preguntar nada.

Phillis negó con la cabeza y el salió. Pero, si no estaba ahí, ¿Dónde?

Pasó de vuelta a la sala. Pasando varias puertas. Pero de una salían voces. Una era de Nael. La otra, de Samantha. A Peter le hirvió la sangre en las venas. Abrió la puerta, furioso.

— Afuera.

Samantha salió pálida del armario con Nael detrás.

— Lothar ha dejado en claro que no te quiere cerca de ella. — sus ojos encendidos dieron con los de Samantha— Y a ti te lo dejó aún más claro, ¿Quieres que te vuelva a sancionar? — escupió con furia.

Nael no pasó de largo que Samantha perdió todo el color cuando Peter dijo eso.

— Cálmate. No estábamos haciendo nada. Además, ¿Por qué te preocupa tanto? ¿También vas a soltarle la lengua a Lothar, como hiciste conmigo?

Las palabras de Nael lo golpearon cómo un ladrillo directo en su rostro.

— Vámonos, Samantha. — ella se fue tras él, sin atreverse a girar la mirada a Nael de nuevo.

Si hablar con él había traído problemas con Peter, no quería imaginar los que acarrearía con Lothar. Verse sería... Difícil.

(...)

El sol se ocultaba y Samantha seguía en su habitación, con el cuerpo entero adolorido por los golpes que había recibido. Se giró y su estómago y sus costillas dolieron.

Apenas y había pasado, no se había lucido.

Su estómago rugió de dolor cuándo ella se puso boca abajo en su cama.

Con el alma escapándosele, se levantó con dirección a la bañera. Por los dioses del cielo, sentía que cada hueso dentro de ella se caía al suelo en cada paso.

Al final lo logró. Se desparramó dentro de la tina, las sales de baño volvieron el agua lechosa, aunque con un buen olor. Su gel de baño se encontraba al otro lado de ella y ella sintió pena por sus piernas que temblaron al levantarse. Dolieron. Tomó su gel de baño olor lavanda. La ayudarían con sus heridas igual que la vez anterior.

Claro estaba que Lothar había decidido que Samantha se había pasado en la prueba. Había resultado sencillamente doloroso.

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora