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Samantha observó cómo Lothar desviaba su mirada a los demás y repasaba la fila de Candidatos que estaban frente a él.

El primer hombre dio un paso al frente para observar mejor a los Candidatos que se extendían ante él como armas entre las cuales estaba dispuesto a elegir la que él quería, o la que consideraba la mejor. Tal vez buscando al que había considerado mejor.

— ¿Cuál te llevas? — la simple manera en que lo dijo provocó que una ola de molestia se extendiera dentro de Samantha. ¿Qué eran? ¿Eran humanos? Porque parecía que el general negociaba con ellos como si negociara con mercancía.

— A él.— el hombre que parecía estar rozando los cincuenta años señaló a Carren.

Una sonrisa de suficiencia se extendió por sus labios.

— El maestro Duhan elige a Carren.— anunció un guardia del otro lado.

Y así como ellos, siguieron pasando más. Algunos maestros no se llevaban a nadie, pero un par más detenían sus miradas en ella, sopesando el llevarla o no. Aún así decidían no hacerlo. Entonces el chico de ojos color ámbar se posó junto a ella.

Ella lo miró y volvió su vista a Lothar— sopesando si el verla hablar con alguien lo haría dejarla en la fila con los que no estaban siendo elegidos—, quién miró a Peter.

— ¿Cómo te llamas?

Samantha lo analizó. Analizó si responderle o no. Había combatido bastante bien en el duelo de espada, era alguien capaz... ¿Por qué quería hablarle a ella? Los demás la habían ignorado desde... Que había llegado tal vez.

— Samantha Smith.

— Nael Desmond. Un gusto.—se presentó.

— Yo no te pregunté tu nombre.— respondió ella evitando hacerlo entre dientes para no sonar grosera.

— Pero yo decidí decírtelo.

— Vaya. Qué simpático.— murmuró Samantha. Él no respondió. Chasqueó la lengua y volvió su vista al frente, pasándola por varios centímetros.

Ya solo quedaban unos tres maestros en la fila— que ahora parecía más un pequeño círculo— cuando el turno de Lothar llegó. Sin embargo aún había varios Candidatos en la fila. De los treinta quedaba poco menos de la mitad, contándolos.

Lothar también caminó unos pasos, observando bien a los Candidatos y al chico junto a ella antes de señalarlos.

La miró, y de nuevo, no sonrió. Que gris parecía ese mundo, a pesar de que pasear por el jardín la había hecho verlo hermoso, o al menos aceptable, por un rato.

—Me la llevo.

Ella tampoco sonrió físicamente, pero por dentro se alegró lo suficiente, algo que no había hecho en un largo lapso de tiempo. Luego se encaminó a su lado. El muchacho de ojos color oro no perdía ningún movimiento suyo... Había algo en él que le llamaba la atención, no solo sus ojos y su atractivo cabello, había algo más en él que parecía susurrarle que se acercara a conocerlo. Pero algo le decía también que podía ser peligroso.

— ¿Cómo te llamas?— le preguntó Lothar a Nael una vez que se acercó lo suficiente a la fila de Candidatos. También lo había visto pelear.

— Mi nombre es Nael Desmond, señor.

— Tú también vienes conmigo.

Nael le dedicó una sonrisa leve a Lothar también, y su sonrisa no se deshizo mientras la pasaba a los ojos de Samantha.

— Vámonos.— Lothar le hizo una seña a Peter, que se acercó apenas lo notó.

Mientras ella caminaba detrás de Lothar, no pudo evitar mirar atrás, y observó a los demás Candidatos que habían sido abandonados. Quedaban unos trece de ellos en la fila. Una fila que pasaría los años en la servidumbre— según lo que Phillis le había mencionado alguna vez— por su falta de talento en la espada o su poca preparación.

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