Apenas pisó la fortaleza, ella quiso salir corriendo directo a su habitación, pero se reprimió y se quedó tras de Lothar en silencio mientras la conducía a su despacho.
Él se volvió a quedar mirando la ventana. Y ella silenciosamente observó. Su despacho ahora tenía una alfombra con un hermoso estampado en ella, adornando los suelos. Era la alfombra más bella que había visto.
Elevó la vista y observó la ancha espalda de Lothar. Aunque era atractivo, ella no podía verlo de esa manera, no mientras era su aprendiz, y mucho menos cuando aún no era libre.
De pronto él se giró y con un puño golpeó su precioso escritorio.
— ¿Por qué lo hiciste?— rugió.
El lugar entero retumbó, a parecer de Samantha, al escucharlo gritar.
— ¿Acaso no te he enseñado nada?— un golpe en su mandíbula la hizo caer.— ¡El pudo haberte engañado!
Otro golpe, en el estómago.
(...)
Lothar golpeaba una, y otra, y otra, y otra, y otra vez a Samantha.
La golpeó hasta que ella quedó inconciente.
Entonces fue cuándo se tomó la molestía de llamar a Peter.
— Llévala a su habitación y que descanse.— le tiró unas piezas de plata.— contrata doctoras o curanderas, para que vengan a sanarla. Y no le digas a nadie de su estado.— masculló.
Peter estaba pálido de ver el estado de la muchacha. Cuándo paseó su vista por la habitación en busca de un indicio de que había hecho la muchacha para hacer enfadar tanto a Lothar la alfombra se cruzó en su camino. Estaba teñida de rojo en varias partes. Era sangre, era su sangre.
Aún pálido él tomó a la muchacha en brazos y salió.
Lothar escuchó la puerta cerrarse y suspiró. Nael le causaba tantos problemas. Siempre lograba ablandar a la muchacha para que olvidara lo que Lothar se esforzaba en hacerla aprender. Siempre lograba que ella desobedeciera sus órdenes con una sola mirada y una súplica. Él se cuestionó; ¿Que sucedería si ese chico seguía causándole problemas por Samantha, en el futuro?
Su cabeza entre sus manos.
No. Eso no podía ser, no iba a permitirlo. Verdad era que aunque la muchacha era "nueva" en Millage, y en su fortaleza, él se había encariñado como un padre a una hija. Y no permitiría que alguien se la quitará. Porque aunque no lo mostrara, si había afectó dentro de él.
Entonces lo decidió.
En cuanto pudiera, eliminaría a Nael Desmond del mapa para siempre. Enviaría a alguien a asesinarlo. Solo quería deshacerse de él, y que no hubiera un nosotros para Samantha y Nael, porque definitivamente no sería fácil tampoco lidiar con los problemas económicos que aquello podía traerle también.
Nael Desmond, debía morir.
(...)
Peter observó detenidamente a Samantha. No la había visto en cuatro días y apenas llegaba, Lothar la dejaba inconciente, bañando su alfombra nueva con su sangre como algo más de su decoración.
Estaba tendida en la cama.
Las curanderas apenas venían en camino según la carta que había recibido.
— ¿Que te ha sucedido?— le cuestionó, aún sabiendo que si bien ella lo escuchaba, no podía responderle o hacérselo saber.— por los dioses. No sabes cuánto me preocupé. Maldita sea, de verdad me preocupé por ti. Quería entrar a ese campo de batalla y buscarte. Acabar con quién sea que se te acercara.
Ella no se movió. No dijo nada. No abrió los ojos. Parecía una muerta. Una muerta bañada en sangre, la seca de sus contrincantes, y la sangre fresca era la de sí misma, que su maestro había derramado.
Suspiró.
Aquella chica estaba volviéndolo loco.
— Samantha.— la llamó. Saboreó su nombre en sus labios como si hubiera pasado demasiado tiempo, demasiados años. Ella no se movió.— Samantha.— volvió a llamar.
Esta vez sintió una corriente de aire cálido acariciar su rostro. Susurrarle algo incomprensible. Besar su mejilla. Y podría jurar que un cuerpo de aire lo abrazó susurrandole su propio nombre. Luego una corriente fría. El hielo entumeció sus manos. Esa misma fría corriente lo empujó hacia la cama de Samantha. Observó la escarcha en las ventanas. Una y otra vez. Pasando. Haciendo una línea que desaparecía en segundos como una estrella fugaz al pasar rápidamente por el cielo. Le parecían líneas sin sentido. Al menos hasta que reconoció un pequeño símbolo. Un rombo dentro de un óvalo, y dentro del rombo un círculo atravesado por una raya vertical. Aquel símbolo le parecía extremadamente familiar. La escarcha lo había dibujado a detalle en la ventana de la habitación de la muchacha. Comenzó a desvanecerse, y antes de lograrlo, el lo capturó en un rápido dibujo sobre una hoja de papel. Entonces tocaron la puerta.
Lo guardó en su bolsillo, sin importarle si se doblaba o no. Las curanderas pasaron y le pidieron salir.
Él lo hizo tras dar una última mirada.
¿Que era ese símbolo? ¿Por qué le parecía tan familiar, y dónde lo había visto?
La puerta se cerró en su rostro. Caminó de un lado al otro, y otra vez, y otra vez, y otra. En círculos. Pensando, y también intentando recordar.
Pensara en lo que pensara, no venía ese símbolo a su mente. No podía recordar de que era o su significado.
Cansado, entró en su propia habitación. Había sido mucho por un día.
(...)
Su vista se paseaba de un lado al otro, en su ventana, pero no hallaba nada. Al menos no nada que no conociera.
Salió y se dirigió a la habitación de la muchacha.
Cuándo entró, las curanderas se habían ido. Dejando nada más y nada menos que las medicinas e instrucciones para usarlas en ella.
Caminó por la habitación.
Un tablón de madera rechinó bajó sus pies pero no se inmutó. Se sentó junto a la cama de la muchacha dormida. Y se cruzó de brazos.
Ya habían pasado varias horas de que Peter la recogiera en el despacho, inconciente por los golpes. Y ella comenzaba a despertar, lentamente.
Sus ojos verdes chocaron con los ojos marrones de su maestro, quién la observaba fríamente.
— Samantha.
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Millage
FantasyDespués de ser detectada, Samantha solo puede huir, pero cómo podría escapar de una ciudad amurallada y vigilada día y noche? Encontrando un mundo nuevo debajo del suyo, en el que tendrá que pelear para ganarse un lugar entre la gente, las creencias...