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Su espada había sido decomisada temporalmente, al entrar al círculo de batalla.

Su mirada se paseaba, irritada, constantemente por el lugar. Estaba al aire libre. Seguían en el castillo de Millage, eso lo sabía bien, pero jamás había visto ese lugar en ninguno de sus paseos.

Era una pequeña planicie, como el patio, pero había un gran círculo de lo que parecía ser piedra en el centro. No era demasiado grande, pero medía lo suficiente para que una buena batalla se desarrollará ahí. No había señales del general Rivers, o cualquiera de los maestros. Peter tampoco se encontraba ahí, pero Nael si. Ella no se acercó. Hacerlo sería enviarlo directo a su condena.

Había una alargada mesa, puesta a un lado del círculo de piedra, con asientos de un lado, y bebidas.

Literalmente iban a celebrar esa prueba, pensó. Estaba por acercarse a Nael para preguntar cuándo sonaron unas extrañas trompetas que la estremecieron.

    — ¡La prueba comenzará!— anunció uno de los guardias antes de marcharse por uno de los lados.

Entonces entraron todos los maestros, y el general a sentarse en la mesa. Peter se quedó parado a uno de los lados de la mesa, observando a su maestro, cuidándolo como debía hacer. Los demás guardias de los maestros que también los llevaban consigo hicieron lo mismo, sin despegar ojo los unos de los otros.

Lothar asintió hacía ella, y una vez que su copa estuvo llena, la levantó en su dirección. Ella asintió.

No iba a perder.

(...)

Sus ojos verdes se alzaron a los de Peter, habían anunciado ya su batalla. Él caminó hasta ella y le dió su espada. Ella la observó. Era su espada. Lothar frunció el ceño ante el gesto. Ella la tomó y la pesó en su mano. Ligera y filosa, como debía ser una espada hecha correctamente.

    — Gracias— susurró.

Él le obsequió una sonrisa y un asentimiento de cabeza.

Ella se giró al círculo de batalla y entró.

No sabía quién era el chico al que habían anunciado, pero si era al que había dejado inconciente, tendría rabia con la que pelear, aunque si era al que había dejado medio muerto... Sonrió. Entonces tendría más rabia dentro que usar contra ella.

Ella entró al círculo borrando su sonrisa de su rostro.

Sus ojos apenas se abrieron al ver al chico que había dejado inconciente. Sabía que lo más probable era él, después de todo, el otro debía estar muerto seguramente. Y al tercero no lo había visto. Se preguntó por qué.

    — Samantha.— ella sonrió. La conocía.

    — Yo no sé tu nombre.— fingió pena.

    — ¡Comiencen!— el grito del general no fue más que música para sus oídos.

Él se abalanzó sobre ella desenvainando su espada. Samantha lo esperó pacientemente en su lugar hasta que él estuvo lo suficientemente cerca. No desenvainó su espada completa. Lo golpeó con el mango en el estómago al esquivar su estocada, que estába segura, se habría llevado enteramente su pierna.

Lo envió hacía atrás haciendo acopio de toda su fuerza en sus dos manos que sostenían la espada contra la de él.

Le dió una patada en las costillas apoyándose de las espadas. Él se balanceó hacia atrás y giró casi al instante para levantarse que casi no se notó la caída. Ella gruñó.

Arremetió contra ella como si la vida se le fuera en ello. Samantha desvío su espada con un golpe de la suya usando su fuerza a su favor y lo golpeó con el mango en la nuca, dejándolo inconciente otra vez. Para estar segura, envainó su espada, y con su pie movió uno de sus brazos esperando a que se levantará, pero no lo hizo. Ella lo agradeció.

    — ¡Los que siguen!— gruñó él general.

Ella hizo una reverencia pequeña y salió del círculo de batalla.

Se acercó a Peter en busca de un sentimiento de refugio.

    — ¿Que pasaba si me salía del círculo?

    — Descalificada.— se limitó a responder.

    — ¿Y como se llama el chico al que derroté?

    — ¿No crees que haces muchas preguntas?— Ella frunció el ceño.— Su nombre es Kiliam.

    — Y supongo que es bueno luchando.

La mirada que Peter le lanzó la hizo saber que definitivamente no estaba contento con ella por su altanería e insolencia.

    — En realidad es muy bueno. Práctica, pero tú tienes... No sé, es como si tuvieras algo que te facilita luchar y ser más rápida, ¿Entiendes? Solo eres mejor por eso. Sino, serías la mediocre que todo el mundo pensó que eras.

Sus palabras la hirieron más de lo que le gustaría admitir, pero no le iba a dar el gusto de saberlo.

    — Bueno, sí tú no hubieras sido alumno de Lothar, ahora mismo estarías en la calle, probablemente agonizando, o muerto.— Peter detectó enfado en su voz, pero no decepción.

Antes de que pudiera decir algo, Samantha dió media vuelta y se fue a caminar hasta la sombra de uno de los árboles, dónde se recargó sobre el tronco y se quedó de pie, observando las peleas.

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora