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Ese día May estaba tranquilamente pasando uno más de sus días desde que perdió a su hermana. Las piernas cruzadas, y ella sentada en el suelo. Contemplaba la habitación vacía. Hablándole como si su hermana pudiera escucharla y responder.

— Hoy esa maestra me preguntó si irías por mí. Aquella que te cae tan mal. — Guardó silencio. — Por supuesto le dije que no, pero ella no me creyó. Mamá volvió a decirle que estabas de intercambio. — dirigió una mirada gélida a la puerta que daba a las escaleras al decir eso. Luego su vista se perdió en la cama de Samantha. Cada día acumulaba más polvo aquella habitación y todo lo que en ella había. Sus padres ni siquiera se molestaban en limpiarla. Quizá lo hiciera ella pronto.

— Sé que no estás de intercambio. Y sé que ellos no saben dónde te encuentras. Pero creo que puedo afrontar la realidad de que estás perdida... Pero no sé por qué ellos me lo ocultan. — era verdad. Podía afrontar esa realidad, no era fácil, pero era posible, lo que la molestaba era que nadie se molestara en buscarla. Quizá si ella pudiera...

(...)

La puerta sonó, Lilia y Edward se miraron y la madre de Samantha abrió. Los Detectores se mostraron ante ella, con aquellas mejoradas pistolas en sus cinturones.

— Buenas tardes. — la mujer asintió con una sonrisa forzada que no se molestó en disimular. — Protocolo. Necesito examinar a los habitantes de esta casa.

— Nosotros no somos sobrenaturales. Y no tenemos ubicación de ninguno. — dijo su esposo, severo, a los Detectores del otro lado de la puerta. Si las miradas mataran, Leger habría podido jurar que él y sus compañeros ya estarían muertos.

— Como mencioné, no es más que protocolo. ¿Me permite? — insistió. Necesitaba el permiso para poder hacer lo que él sabía que debía hacer.

— Claro. — la voz de la madre sonó débil. — May, está arriba. Pueden subir después de revisarnos.

Ninguno de ellos era sobrenatural. Ni siquiera May, no había nada que temer. Ellos habían visto los resultados de sus dos hijas al nacer. Solo Samantha tenía magia.

La revisión pasó rápido y en silencio tenso.

— Todo en orden, ¿Dónde está su pequeña? — la pareja no se molestó en preguntar por el cómo o el por qué sabían que tenían otra hija. Probablemente los habían investigado apenas había escapado Samantha.

Lilia les señaló escaleras arriba, y los acompañó hasta allí. Dónde antes de tocar escuchó la conversación.

— Sé que no estás de intercambio. Y sé que ellos no saben dónde te encuentras. Pero creo que puedo afrontar la realidad de que estás perdida... Pero no sé por qué ellos me lo ocultan.

Abrió alarmada al escuchar las palabras. Sus dos hijas, habían gozado siempre de inteligencia y razón, pero si los Detectores escuchaban eso, probablemente creerían que estarían escondiendo a Samantha, y ya habían tenido suficientes problemas con los Detectores.

— May, Linda. Vienen a revisarte. Protocolo, querida. No te muevas, ¿Sí?

La niña asintió sin emoción al respecto.

El guardia pasó por el umbral y se adentró en la habitación.

— Será rápido. — le aseguró el Detector.

La niña miró su etiqueta mientras era revisada. Leger. Su nombre era Leger.

— Todo listo, y en orden... Eh, ¿Dónde está su otra hija?

— Oh, ella está de intercambio. — May la miró, ¿Por qué aún le mentía a los Detectores? Aunque una mejor pregunta sería: ¿Acaso no podían saberlo los Detectores? De todas maneras, a May le pareció que lo mejor sería mantener la boca cerrada.

— Muy bien, eso es todo. — El Detector les sonrió. — Hasta pronto, señoritas.

May lo observó. Parecía nervioso. La mano donde llevaba la pistola de prueba temblaba imperceptiblemente, ¿Que le sucedía a ese Detector?

(...)

Leger estaba ya en su patrulla, con sus demás compañeros de escuadrón. Todos los resultados de esa familia que debía investigar habían sido negativos.

Suspiró.

Esperaba que más familias como esa pudieran seguir con vida. O al menos en libertad. Él sabía perfectamente de los casos sobrenaturales. La hija faltante no estaba de intercambio. La niña que faltaba estaba fugitiva, pero no podía permitirse decirlo frente a la niña, a quien sus padres parecían haberle ocultado la verdad. Había huido hacía el bosque según el reporte, y ahí había desaparecido. No habían vuelto a tener noticias, y los escuadrones de Detectores especiales no habían vuelto de su misión en el bosque, tampoco lograban hacer contacto. Y nadie era tan estúpido para entrar allí a buscar cadáveres, porque claramente estaban todos muertos. Los sobrenaturales habían asesinado a cada Detector de cada grupo, sin dejar rastro. Si bien una parte de él se sentía mal por el hecho de que estuvieran muertos, otra se sentía bien; los sobrenaturales se habían salvado. Habían protegido y luchado por lo que les correspondía como seres humanos: libertad.

Se bajó de la patrulla una vez que estuvo enfrente de la estación. Subió las escaleras y entró en su oficina sin dirigirle la mirada a nadie y cerró detrás de él. Suspiró pesadamente ante el alivio de hallarse solo.

Se sentó y buscó en los cajones el archivo de la niña pérdida.

Samantha Smith. Era de los pocos casos que le habían presentado problemas, y por eso había ido a hacer el protocolo aun deseando no encontrarla allí. La tenían directo en la mira, porque una de las balas de un Detector le había dado en la pierna. Así no debía haber llegado lejos, pero, de todas maneras, al buscarla, no habían encontrado ni rastro de ella. La única razón por la que no invadían el bosque para buscar lo que querían, era para evitar una guerra que se sabía perderían los naturales.

Volvió a leer el archivo. Específicamente la sección de sus datos y características.

Edad: dieciocho años.
Complexión: delgada.
Tez: blanca.
Cabello: rubio.
Altura: sin recopilación de datos.
Ojos: verdes.

Era todo en sus datos. Ni siquiera sabían la altura. Había muchas chicas de dieciocho años con complexión delgada, de ojos verdes, blancas y rubias, ¿Pretendían que fuera fácil encontrarla? Y aunque lo fuera, Leger estaba seguro de que ella ya no estaba en La Cuidad Hickens. Alguien la habría divisado ya de haber sido el caso.

En sus lazos sanguíneos solo estaban sus padres, Lilia y Edward Smith, y su hermana, May Smith. Su núcleo familiar. De su abuela se sabía que era normal y él acababa de comprobar que los demás en su familia eran naturales.

Los Detectores estaban bien enterados de la ciudad de sobrenaturales. Aunque los sobrenaturales habían sabido ocultar bien su paradero— hasta donde él y la mayoría sabía—, el nombre había llegado a oídos de muchos Detectores, y ellos habían sabido mantenerlo en secreto.

Millage.

Volvió sus ojos al archivo.

Ubicación: Desconocida.
Posible ubicación: Millage.

Aquello definitivamente iba a traer problemas para él, como siempre, pero solo si alguien lo sabía.

Leger se levantó, miró y cerró la puerta con llave por si acaso. Escaneó el archivo y cambió la posible ubicación de Millage a desconocido. Justo como había hecho con los demás archivos que llegaban hasta sus manos. Destrozó el archivo original y guardó el manipulado con los demás archivos. Había comenzado a hacer eso cuando lo habían degradado a las oficinas después de haber "perdido" a Peter Snell durante una persecución. En aquella época, los ojos de Peter Snell brillaban con miedo, ojos esmeraldas cargados de terror ante una potencial muerte. Él lo había ayudado a huir y ahora lo más que podía hacer para ayudar era eso, intentar que los casos parecieran cerrados. Se sentó sobre la silla frustrado. Si alguien lo descubría, sería encarcelado, interrogado y sentenciado inmediatamente.

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora