Tenía dos semanas para que alguien la eligiera, y tenía que ganar La Competencia. No podía perder más tiempo con el dolor de perder su vida. Lo mejor sería intentar no pensar en ello, y enfocarse en La Competencia.
— Buenas noches.
— Ay, hola, eh...— no sabía su nombre.
— Mi nombre es Phillis, señorita Samantha. Si necesita ayuda con algo puede decirme.— le recordó.
— Ah, bueno, pero la verdad yo no necesito mucha ayuda.— le dijo ella encogiéndose de hombros. ¿Ayuda con qué? ¿Ponerse el corsé que rompía sus costillas y aplastaba sus órganos? ¿Con acostumbrarse a todo eso? Dudaba que alguien pudiera ayudarla realmente.
— La veré en la mañana— Phillis le asintió en señal de despedida y salió en silencio. Seguro tendría que acomodar un tiradero al día siguientes. Todos los Candidatos eran siempre iguales: sin orden. Salían a entrenar y dejaban todo desordenado.
Todo se sentía tan extraño y ajeno. El sentimiento de ir a una casa ajena, de amigos de tus padres, gente que no conoces, hace que la gente se mantenga quieta y con un constante sentimiento de incomodidad, bueno, ella lo estaba sintiendo pero aún más intensificado, porque no era solo una casa ajena, era un castillo y parecía haber entrado a una película de fantasía de las que le encantaba mirar.
Abrió las puertas de la ventana para que entrara el frío y se recostó en la cama sintiéndose extraña. Recargó su cabeza en la almohada, y al igual que los días anteriores en el bosque, no logró conseguir dormir. Solo dio vueltas en la cama. Preguntándose si podría salir de aquella fortaleza como había entrado. Se preguntó que había pasado para perder su libertad tan solo con entrar al túnel de piedra y que habría pasado si no hubiera entrado en él. Y su familia, ¿Cómo estarían ellos? ¿Cómo le explicarían a May que su hermana no volvería? ¿Cómo le explicarían que jamás podría volver a verla sin estar ambas en peligro? ¿Y como se suponía que se acostumbrara a la ausencia de May?
Ese pensamiento la mantuvo despierta toda la noche. Mirando el polvo en la luz de la luna. Tenía que ganar esa competencia.
(...)
Se preguntó cómo podía sobrevivir una niña. Porque eso era, era una niña. Una adolescente de dieciocho años. Él tenía veintidós y llevaba seis años viviendo en Millage. Habían pasado cinco años desde que había sobrevivido a La Competencia. Y era gracias a qué había entrenado. ¿Podría ella? No parecía lograr concentrarse. Y además, estaba casi seguro de que tenía problemas para dormir, tal vez causados por su actual situación.
Los Candidatos no se veía tan agresivos como los de otros años. Pero ya estaban evaluando su posible competencia. Había reparado en una silueta que los había seguido de lejos en el jardín. Y otro chico que observaba desde su balcón de la torre de Candidatos. La estaban analizando. Durante su año los Candidatos más jóvenes habían muerto. Tres, antes de la Elección. La única razón por la que él había sobrevivido era porque había tenido semanas para entrenar, y porque lo había hecho sin salir de su habitación.
Tal vez Peter hubiera podido dormir de no ser porque apenas asomarse por la ventana, la había visto de nuevo en el jardín. Estaba bien, los Candidatos no se habían mostrado agresivos hasta ahora, pero todos sabían por qué luchaban. Y si estaban dispuestos a hacerlo también estaban dispuestos a matar. Tenía que volver a su habitación.
— Ve a dormir.— le dijo apenas alcanzarla.
— No puedo dormir.— literalmente.
— Tampoco puedes estar afuera. Si no puedes dormir entonces entrena. Los Candidatos antes de la Elección suelen ser peligrosos. Te convendría no salir durante la noche. Entrena, porque tu libertad depende de eso.
Era verdad. Su libertad dependía de ello. Por eso había ejercitado un rato en su habitación. Y lo haría de nuevo y de nuevo, todas las noches, hasta que el cansancio la hiciera caer desmayada literalmente. Solo había salido un momento porque el frío siempre la ayudaba a quitarse la tensión, y bueno, la situación en la que se encontraba era algo que precisamente la ponía más que tensa. Todavía sentía su cuerpo rígido. Además la capa sobre ella se sentía rara.
— Ya lo sé. Solamente salí un momento.— Porque no soportaba estar ahí adentro, donde todo le recordaba que no era libre.
— Pero este no es el momento correcto.— insistió.
— ¿Por qué no puedes dejarme en paz?— el volumen de su voz subió. Estaba enojada, estaba triste, estaba frustrada y confundida. No sabía que hacer. Solo quería a su familia.
Se adentró de nuevo en la torre con el fin de meterse en su habitación para callar a Peter. Quería dejar de escucharlo dándole ordenes. No quería soportarlo encima de ella todo el tiempo. Ya sabía que tenía que entrenar y todo eso. Pero quería un descanso. Quería procesarlo, porque no había tenido tiempo ni de sentirse mal por sus perdidas.
Peter la observó irse y desaparecer en la esquina del pasillo de su habitación. Relajó su ceño fruncido. Entendía que necesitaba tiempo. Él también había pasado un par de días en shock luego de llegar, pero la diferencia era que él había tenido tiempo. Y a ella el tiempo se le estaba yendo encima.
Entre sus pensamientos y preocupaciones, Peter no reparó en la sombra de ojos color ámbar que observaba y escuchaba todo, oculto detrás de la pared de la torre de los Candidatos.
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Millage
FantasyDespués de ser detectada, Samantha solo puede huir, pero cómo podría escapar de una ciudad amurallada y vigilada día y noche? Encontrando un mundo nuevo debajo del suyo, en el que tendrá que pelear para ganarse un lugar entre la gente, las creencias...