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Cada día que pasaba ella se preguntaba cuánto tiempo más tardaría en qué llegara la siguiente prueba. Había pasado un mes más desde la última prueba y aún no llegaba la siguiente. Se preguntó si tal vez había sido eliminada de la competencia. La sola idea la frustraba y se negó a acceder a ello.

Rechazó la estocada de Peter con una mano.

De Nael tampoco había tenido noticias. Y además no había salido esa semana a verlo. Lothar no se lo había permitido.

El golpe de Peter con la espada la echó hacia atrás.

Sus músculos rugieron de dolor por el esfuerzo. Ella llevaba un tiempo sin practicar con la espada. Levantó su espada y atacó a Peter. No vió en qué momento su espada terminó apuntando a su cuello. Golpeó la espada de Peter con la suya y lo golpeó en la espalda con la hoja. Le dió una patada en el estómago y Peter se tambaleó hacia atrás. Cayó y ella le apuntó con la espada.

    — Es suficiente.

    — Lothar te llama.— sus ojos pálidos se giraron hasta Miller.— a su despacho.— la miró con la voz y los ojos endurecidos.— Ahora.

Ella asintió. Envainó su espada y se secó el sudor de la frente con la manga de su playera.

Lo siguió de cerca hasta llegar al despacho de Lothar, dónde él la dejo en la entrada.

Ella no tocó. Entró y le hizo a Lothar una pequeña reverencia.

Él apenas levantó la mirada.

    — Que bueno que llegas. Tengo noticias, sobre la Competencia.

Ella asintió.

    — Eso es un gran alivio. Creí que quizá había sido incluso eliminada.

Él esbozó una pequeña sonrisa, cosa ciertamente extraña en él.

    — Me alegro de que no haya sido así. Ahora, la prueba...— ella lo miró más atentamente.— Será hoy. Tienes dos horas para prepararte, porque partimos directo al castillo de Millage, Samantha.

Ella asintió.

    — ¿Sin pistas, no es así?

    — Así es.— gimió frustrado al estirarse de su silla. Se levantó y caminó hasta ella.— No te preocupes, nada malo sucederá. Porque tú vas a pasar esa prueba, y a ganar esa competencia.

    — Sí, Lothar.

    — Ponte ropa de batalla nueva y... Por todos los dioses, ¡Samantha date un baño! Fuera de aquí.

Ella asintió sonriente. Y salió del despacho rápidamente.

(...)

En sus aposentos del castillo, platicaba animadamente con Phillis, esperando la llegada de Nael. Pero en vez de Nael, llegó un muchacho de cabello oscuro, cuatro años mayor que ella, y con ojos del color de las esmeraldas.

Phillis observaba la escena en el medio de ellos.

Se observaban atentamente, como analizandose el uno al otro.

    — Phillis, ¿Nos dejas, por favor?

La muchacha asintió incómoda, y salió en silencio por la puerta de servicio. Ellos fueron en silencio hasta el salón de juegos, ella se recargó en la mesa de billar buscando algo que la hiciera sentirse un poco más cómoda en la situación que se encontraba.

    — Me has estado evitando.

    — O tú has tenido demasiados trabajos de Lothar que cumplir, ¿No lo crees?

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora