Capítulo 9

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— ¡Todo el mundo que se quede dónde está! — gritó uno de ellos, el chico que manejaba la música la quitó de sopetón y todo el mundo se quedó petrificado por unos segundos.

Vi como un chico anduvo de forma discreta hasta la puerta de la cocina, pero la gente no tardó en imitar su acción de forma descontrolada. Y, en un abrir y cerrar de ojos, todo el mundo comenzó a correr sin ningún tipo control, intentando huir. Opté por correr al patio, atravesé la cocina y me una vez allí vi cómo la gente se salía de manera desbocada de la piscina y corrían a la entrada, les imité. Se adentraba en sus propios coches o motos, o directamente corrían alocados por la calle. Comencé a marchar rápidamente hasta que un coche me pitó y se colocó al lado mía, por la ventana pude ver a Harry completamente serio.

— Sube — me quedé mirándole sin saber qué hacer, apenas le conocía y, desde siempre te enseñan a no montarte en coches de desconocidos, por dios. — ¡Vamos maldita sea! — Sin pensarlo ni un segundo más abrí la puerta y de un salto me metí en el coche. Nada más colocar un pie dentro, arrancó velozmente — Abróchate el cinturón — le obedecí, me apoyé en el espaldero del asiento aliviada mientras miraba a través de la ventana.

— ¿Por qué han venido? — le pregunté objetiva — Hay muchas fiestas parecidas a estas y nunca ha pasado nada.

— Aquello se les fue de las manos. Resulta que habían "trapicheado" cosas que no debían, y que había mucho más alcohol que gente, que la música se había pasado de la raya y la mayoría eran menores de edad. ¿Qué creías que iba a pasar? Se veía venir.

— ¿Cuántos años tienes tú?

— Veinte — me miró y sonrió — ¿Acaso parezco un crío de diecisiete años?

— Oye — le respondí molesta — Es que supuestamente sólo iban a asistir los de segundo de bachiller.

— Te lo he dicho, se les ha ido de las manos.

Asentí y me dispuse a mirar por la ventana.

— ¿Y a dónde me llevas?

— ¿Te acuerdas que te dije que había muchas maneras de escapar? — Me preguntó mirándome fijamente — Pues te voy a enseñar una — volvió a dirigir su mirada a la carretera.

— ¿No serás un asesino en serie y me llevas a un bosque para matarme, verdad?

— ¿Crees eso de mí?

— No te conozco.

— Eso es solo cuestión de tiempo, querida Mayer — a aquel chico de ojos extraños le encantaba dejar en la duda a las personas, desafiarlas y saber todo de ellas. O al menos eso había hecho conmigo. Decidí no preguntarle más, aun así no me daría ninguna respuesta concreta o con sentido.

Condujo hasta un poco más de las afueras de la ciudad de Nueva Jersey y yo me encontraba abducida por la vista de a través de la ventana, realmente Nueva Jersey era un buen lugar donde vivir, pero por las circunstancias que habían sucedido allí preferiría irme muy lejos. Las acciones ocurridas en un lugar en concreto acaban manchando su nombre de forma personal. El coche se adentró en un pequeño bosque aunque debido a la estación del año en la que estábamos las hojas de los árboles eran de color anaranjado y amarillo, y todo el suelo estaba recubierto por una manta de hojas secas. No obstante, lo curioso de aquel lugar eran unas piezas que resaltaban por encima de todos los árboles y se salvaban de transformar su color, seguían tan verdes y radiantes que parecía primavera.

— Baja del coche, tenemos que adentrarnos un poco más.

— ¿Seguro que no vas a matarme? — le pregunté sonriente, aunque por dentro sentía ese cosquilleo que percibías al adentrarte en algún lugar apartado sola; ese remordimiento.

— Completamente Mia.

Sin decir nada más, caminé detrás de él siguiendo sus mismos pasos hasta a saber dónde. Prendimos las linternas de los teléfonos y alumbramos nuestro camino, aunque a veces elevaba mi poca luz hacía atrás y a ambos lados. Harry paró en seco y se giró para mirarme.

— Cierra los ojos — vale, me iba a matar. En un bosque muy bonito, pero iba a morir. Le miré dudosa, mis padres me habían enseñado a no fiarme de nadie, y me había montado con un chico que conocí en un pub hace unos días el cual dice que "el unicornio desea que nos encontremos" — Venga Mia, no seas miedica.

Con un nudo en la garganta y con mi corazón palpitante a la espera de una acción, accedí y apreté mis parpados mientras Harry me guiaba entre la oscuridad.

— No los abras aún.

Asentí y mientras sentía el crujido de las hojas bajo mis pies caminaba dando pequeños tropezones debido a mis nervios. La suave brisa de principio de otoño topaba contra mi rostro y se hacía notable en mis extremidades de forma en la que pareciese un suspiro. Los pasos cesaron y me quedé petrificada.

— Y... ya — abrí mis ojos rápidamente y miré asombrada a mi alrededor.

¿Cómo puede ser que en diecisiete años que llevo viviendo en esa ciudad no me haya percatado de tal sitio? Un estrecho lago atravesaba el bosque partiéndolo en dos, en el otro lado se encontraban tres casa y a unos pocos metros había un puente rojo de madera que unía ambos lados. Entre cada una de ellas había un par de árboles como si se tratasen de un separador. A lo lejos se formaban montañas recubiertas por una túnica de los tres colores, verde, amarillo y naranja; algunas hojas descansaban sobre el río como si quisieran ser barcos y comenzar a navegar a lo largo de él. Muchos de los troncos de los árboles estaban adornados con hiedras.

— Esto es increíble — dije sentándome de golpe sobre el suelo, estaba maravillada.

— Ya te lo dije Mayer, hay muchas maneras de escapar de la realidad y esta es una de ellas.

Asentí sonriente. No me importaría tener una de esas casas, levantarme y ver el lago por la mañana; debería ser todo un portento.

— ¿En esas casas vive alguien? — le pregunté curiosa.

— Sólo en la primera de la derecha, las otras dos se encuentras deshabitadas desde hace muchos años.

— Lo que yo daría por tener una casa ahí — el chico asintió, se sentó a mi lado y se quedó en silencio mirando al horizonte por unos minutos — ¿Desde cuándo conoces este sitio?

— Desde hace unos ocho años, venía aquí con mis primos a jugar.

— Un curioso lugar para un niño de doce años.

— Si tú supieras...

Las horas pasaron, acabamos mirando hacia el despejado cielo, contando pequeñas e uniformes anécdotas no muy importantes. Pero era entretenido y cómodo, desde luego el silencio incómodo no existía con Harry Styles, con ese chico hasta hablar de una oruga resultaría entretenido.

Fueron más de las dos y media de la mañana cuando nos encontrábamos andando hacia el coche, le di la dirección de mi casa y nos encaminamos hasta dicha calle. Subió el volumen de la música cuando sonó una canción que me resultaba bastante conocida; y él comenzó a cantarla gritando. Al principio le dije que bajara la voz y el volumen, pero mis peticiones lo que hacían era que subiese aún más ambas cosas. Al final, acabé accediendo y comencé a gritar junto a él la letra de aquella canción.

El coche frenó y nos situábamos enfrente de mi casa, sin apenas ser consciente de lo rápido que había transcurrido el viaje. Suspiré y le sonreí.

— Gracias por todo, Harry— le agradecí sincera.

— No hay de qué Mia, ya nos veremos — hizo un leve gesto con su mano. Abrí la puerta del coche y cerré, y cuando me dispuse a caminar hacia la entrada de mi puerta escuché mi nombre.

— ¡Mia! — Me giré, Harry bajó de su coche; me cogió la muñeca y en mi mano soltó un pequeño papelito de color verde — Cuando quieras escapar de todo, sólo llámame.

— De acuerdo, Harry— le sonreí mientras guardaba dicho papel en el bolsillo de mi chaqueta.

Al fin y al cabo, no había sido tan mala noche.

Siete ® H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora