Cuando llegué a la casa donde se refugiaban, temí por cruzármelo. No entendía muy bien el por qué de ese sentimiento, pero no quería verlo; más que nada porque no podría volver a aguantar las lágrimas una vez más. Así que, apoyada sobre aquel palo, me quedé observando la entrada de la casa. Inconscientemente, mi cabeza se giró par observar la casa blanca que había comprado mi padre, me morí de ganas por entrar, y fue entonces cuando me pregunté: ¿y por qué no?. Como una anciana a la cual su cuerpo comienza a traicionarla, anduve hacia la casa; sin prisas pero sin pausa, puede que me tuviese que hacer a aquella frase por unos días, porque había momentos en los que me tenía que parar para respirar profundamente haciendo así un intento de no derrumbarme. Esa molestia que sentía parecía no acabar; me levanté un poco la camiseta para observar cómo estaba; tenía moretones de varios colores, incluso había algunos de un extraño color verde me bajé la tela de dicha camiseta ya que preferí no seguir mirando.
Las tres casas tenían muy poca distancia entre ellas, lo que agradecía. Mis pasos retumbaban sobre el porche de madera y no tardé mucho en situarme delante la puerta de la entrada, que también era de madera. ¿Cómo pensaba entrar ahí? Entonces me fijé que justo al lado de la puerta había un lateral de cristal. Bueno, la casa era mía al fin y al cabo, ¿no?
Golpeé con el palo el cristal y con este, quité algunas piezas que se habían quedado aún en los laterales; entonces, me adentré en la casa.
Un extenso salón daba la bienvenida, lo separaba de la cocina una larga barra hecha de vidrio; y no podía faltar la gran cristalera que daba al patio. Todo era blanco exceptuando algunos detalles de la decoración. Unas escaleras se encontraban justo a mi derecha, pero no me veía capaz de subirlas por mí sola, por lo que decidí indagar únicamente la planta baja.
"Una pena que nunca llegue ha ser habitada por nosotros" era en lo único que podía pensar mientras andaba por la sala. Vi a lo lejos una puerta blanca situada en una esquina del salón, no me sorprendió para nada descubrir qué había tras la puerta; un despacho. Un despacho idéntico al que teníamos en casa, no faltaba ni un detalle. Me senté en la silla, y cerré los ojos gustosamente; sentía estar en casa después de mucho tiempo. Mi pie tocó algo debajo de la mesa, con un tanto de dificultada me agaché para observar la gran caja metálica que se encontraba escondida. Para mi sorpresa y suerte, no pesaba demasiado y pude arrastrarla hacia fuera, donde pude ver con certeza que realmente era una caja fuerte.
"Sabemos que está metido en una caja fuerte"
Me quedé observándola por unos segundos, cuestionando si realmente sería esa caja fuerte que buscaban con tanta ansia. Hice el fallido intento de abrirla, justo al lado de la rueda se encontraba un pequeño cuadro con cuatro números colocados al azar. Un código de 4 dígitos...como si eso fuese una gran pista.
Como si fuera un flash, en mi mente apareció aquel número que por un tiempo me había dado tanto dolor de cabeza: 1994. Lo introduje y se oyó un clac.
Miles y miles de billetes de 50 y 500 euros se encontraban ahí doblados a la perfección. Mi única reacción fue cerrar la caja de golpe, me quedé completamente perpleja porque por un momento pensé que no acertaría, ya que estaba demasiado a la vista.
Ray había tenido el dinero a escasos metros de él y jamás se había percatado de ello.
"Hay algo más que están buscando de manera desesperada y es muy importante, necesitamos encontrarlo antes que ellos."
Volví a abrirla y comencé a rebuscar entre los billetes. Hasta que me percaté que en el fondo, acurrucado en una esquina, había dos hojas. Estiré mi brazo hasta cogerlas, las desdoblé y, me quedé completamente extrañada al descubrir lo que en ellas había.
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Siete ® H.S
FanfictionMia Mayer aún no es consciente de que deberá de enfrentarse a Siete, ella ahora está centrada en ayudar a su madre a superar su caída en una fuerte depresión por la trágica muerte de su marido, James Mayer. Pero Mia tiene planes, planes que serán...