— No sé qué hacer, no salgo más de mi casa — me situaba en mi casa, hablando con mi mejor amigo tirada sobre mi cama y con el corazón en un puño. Después de lo ocurrido salí corriendo del baño y cogí un autobús hasta casa. No creí que me hubiese sentido tan opresiva en algún otro momento — Además, no sé quién es ni por qué está tan interesado en acabar conmigo. No tiene ningún sentido.
— No sé qué decir Mia, siento mucho no haberte esperado — se disculpó tontamente Ben.
— No tengo nada que perdonarte — por un momento la línea se quedó en silencio y me sentí estúpida, esto era algo que tenía que averiguar yo misma, con mis propios medios — No debería de hablarte tanto sobre este tema.
— ¿Por qué dices eso?
— Me siento como si te estuviese inculcando en algo malo — le contesté colocando una mano sobre mi frente debido al dolor de cabeza que me estaba provocando aquella situación.
— Mia, no pienso dejarte sola en esto. Debes tenerlo claro, no intentes alejar a los que se preocupan por ti — su voz sonaba clara y convincente, con un gran tono de confianza.
— Voy a colgar Ben, nos vemos mañana — dije con poca energía.
— Adiós — se despidió en un suspiro.
No quería más implicados en esta vislumbre que, era de esperar que no acabase nada bien.
Mientras estaba tumbada en mi habitación tenía la sensación de que unos ojos estaban posicionados sobre mí, me sentía completamente observada y eso me ponía los pelos de punta. Contemplé un par de veces a mí alrededor con el gran peso de creer que me iba a encontrar a Siete tras las cortinas o cualquier otro mueble, pero no fue así. Sólo me encontraba yo en la habitación, sola. Pero aquella sensación no desaparecía de mí. Notaba el temor recorrer toda mi entidad y quedarse obstruido en la garganta, y se sentía como si realmente me estuviese ahogando. Por el hecho de sentirme acechada por cada rincón, bajé de mi cama y me puse en una esquina donde podía ver todos los metros cuadrados de mi habitación.
Y, cuando me encontraba acurrucada en aquella esquina, muerta de miedo, afligida por cualquier ruido o movimiento, cerré los ojos por unos minutos. ¿Realmente quería estar de aquella manera? ¿Sentirme así a cada instante?
No iba a vivir así.
No pensaba pasar ni un segundo más aterrorizada por todo.
Si no quería vivir así, debía que encontrar a Siete, y si tenía que hacerlo sola, lo haría sola. Iba a indagar todo sobre él, cada cosa que me pudiese ayudar a acercarme más a él.
Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Por dónde empezar? Era como comenzar un puzle sin piezas. La única información que tenía sobre él era insuficiente, que era un hombre peligroso, que se dedicaba a cosas ilegales, drogas, carreras...
Me levanté de mi rincón y comencé a caminar de un lado hacia otro, dándole vueltas a esa única pista.
Deseaba con todas mis fuerzas poder hablarlo con mi padre ahora mismo, poder contarle todo esto y que me ayudase a sobrepasarlo, necesitaba sentirme más protegida. En cambio me sentía expuesta, como un blanco fácil.
El único sitio en el que sentiría un pequeño pedacito de mi padre conmigo era en su despacho.
El despacho se encontraba en la azotea, las veces que me había adentrado allí se podían contar con los dedos de la mano. Era sus sitio íntimo, su lugar, como lo llamaba él a veces. En aquel pequeño cuarto se podía pasar días y salir solo para comer, él amaba esa habitación donde se acumulada todos sus papeles de trabajo y todo lo que tenga que ver con él, fotos, trajes de chaqueta, ordenador... Recuerdo que a veces para trabajar se colocaba la música tan alta que retumbaba en toda la casa, y no era molesto, al revés, le daba un poco de "vidilla" al hogar.
Ahora se sentía vacía y se me ponían los pelos de punta, no me notaba tan valiente como para dar un paso dentro. Estuve más de cinco minutos con mi delgada mano sobre el pomo, temblorosa. Y cuando por quinta vez que tomé aire profundamente, abrí y me abrumé por completo. Un fuerte olor a su colonia me invadió de arriba abajo y supe que todo iba a ir de mal en peor en aquella habitación. Todo estaba precisamente colocado en su lugar, una barra de metal que cruzaba la pared izquierda contenía todos sus trajes de chaqueta y algunos vestidos de fiesta de mi madre. Bajo la ventana se encontraba su extenso escritorio, el cual contenía un cajonero en el lado derecho. Las grandes estanterías seguían llenas de libros, archivadores, álbumes y marcos de fotos; todo estaba exactamente igual, como si no hubiese ocurrido nada, como si mi padre no se hubiese ido y aún estuviese aquí. Pasé por el lado de sus trajes y lo rocé con delicadeza y anhelo, sus trajes todavía esperaban ser puestos por él y sólo por él. Me acerqué a su mesa y miré los papeles que se encontraban sobre ella, todos hablaban sobre facturaciones y nuevas instalaciones de su empresa. Dudativa me senté sobre su silla y sintiéndome un poco mal debido a que irrumpía su espacio, cosa que a él siempre le había parecido algo escandaloso y una falta de respeto. Pero, él ya no estaba aquí.
— ¿Qué harías tú? — susurré desesperada.
Mientras echaba una ojeada a toda la habitación, me percaté de que uno de los cajones de su escritorio se encontraba levemente abierto. En un tonto acto de curiosidad, lo abrí. Había un par de carpetas negras sin ningún título sobre ellos, lo que me resultó muy extraño dado que mi padre solía ser todo un loco del orden. Sin dudarlo ni un segundo más las cogí y las coloqué sobre el escritorio, en la primera de ellas había muchísimas fotos de mi padre de joven junto a un chico un poco más alto que él, con el pelo negro como el carbón y de piel morena. Las volví a colocar en su lugar y abrí la última carpeta, en ella había unos pocos de folios que, escritos a mano, documentaban una transferencia de dinero a otro banco, direcciones de calles de diferentes países, pagos estrafalarios y alguna que otra firma de un tal "Sr. Black". Y, al fondo de la carpeta se encontraba una foto del chico de antes junto a mi padre, ambos con una gran sonrisa y a su fondo se encontraba un gran almacén que parecía abandonado. Una dirección se encontraba sellada detrás de la foto, Old Bridge era un pequeño pueblo situado aquí, en Woodside y estaba a unos pocos kilómetros de aquí.
Eché mi vista hacia abajo y, como pie de foto una frase que me dejó helada, sin poder casi ni pestañear.
Buenos y viejos tiempos, ¿verdad? Espero que me eches de menos James.
Quizás nos veamos pronto
Atte. Siete
1994
¿Mi padre y Siete se conocían? Miles de dudas rondaban en mi cabeza. Siete no era lo que viene siendo una buena persona, ¿qué tendría que ver con mi padre? Además, mi padre jamás nos habló de él, ni siquiera parecía preocupado por nada o si fuese así; al menos lo había disimulado bastante bien.
Toqué con delicadeza la foto, quizás descubra algo en aquel pueblo. Quizás alguien sepa algo de él. Con aquella foto entre mis manos, salí del despacho y me dirigí a mi habitación. Saqué mi ordenador y comencé a buscar información sobre Old Bridge.
Un pueblo pequeño, con mucha vegetación y discreto. Y mañana, yo estaría allí.
ESTÁS LEYENDO
Siete ® H.S
أدب الهواةMia Mayer aún no es consciente de que deberá de enfrentarse a Siete, ella ahora está centrada en ayudar a su madre a superar su caída en una fuerte depresión por la trágica muerte de su marido, James Mayer. Pero Mia tiene planes, planes que serán...