Capitulo 31

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La puerta se abrió y hizo que me evadiese de mis pensamientos, Harry entraba con toda la seguridad del mundo y con la misma expresión ambigua que de hace unos minutos. Se sentó a mi lado y pude percibir a la perfección como tensaba su mandíbula.

— ¿Pero se puede saber que es lo que te pasa? — le pregunté, ya cansada de su cambio de humor repentino. Harry ni siquiera me miró, siguió con su vista clavada en el suelo.

— Te tuve en brazos, desangrándote, y sin poder hacer nada — sus palabras sonaban cortantes como el filo de un cuchillo, hablaba de manera pausada, como si de verdad le doliese decir aquello — ¿Sabes lo que es eso? — fruncí mi ceño haciendo el intento de comprender con exactitud qué era lo que me quería decir — ¿Sentir que una persona se va de tus brazos?

— Pero...

― Me sentí culpable, ¿vale?

― No fue tu culpa, Harry― posicioné mis manos, una sobre otra, en su hombro colocando seguidamente mi barbilla ― Es más, si estoy ahora aquí es gracias a ti.

― Te dejé sola — cerró los ojos y dejó caer un suspiro de culpabilidad.

― Te los llevaste hacia otro lado, me salvaste durante toda la noche. No puedo estar más agradecida.

Harry me miró de reojo y cerró los ojos, colocó su mano sobre su frente y la movió de un lado hacia otro levemente. Entonces, se giró quedándose justamente enfrente de mí; y fue entonces cuando sí que me miró a los ojos.

― No sé que hubiese hecho si te llega a pasar algo.

― Seguir adelante, todo se supera.

― No lo creo Mia — hizo una breve pausa — Hay cosas que, simplemente, no se pueden olvidar.

Me quedé embobada, sin saber si verdaderamente si tenía algún poder sobre alguna parte de mi cuerpo. Nunca me imaginé que esas palabras pudiesen salir de él, y aún menos que fuesen dirigidas a mí. Aprecié como se acercaba de forma lenta, como si tuviese el real miedo a mi reacción; y yo no sabía dónde meterme. Opté por cerrar los ojos, y en menos de un milisegundo noté sus labios contra los míos. Fue inevitable no sentir como todo mi cuerpo daba un vuelco tremendo, mi pecho iba a explotar por sobreacumulación de sentimientos. Sus manos se posicionaron sobre mi nuca acercándome aún más a él, pero yo seguía sin poder moverme debido a que ni siquiera yo me creía lo que estaba sucediendo.

Pero entonces, tuvo que ocurrir.

— Buenas señorita... — la puerta se abrió sin apenas un toque, lo que provocó que Harryse separase de mí de un golpe mientras que yo me mantenía en la misma posición, acompañada de mi cara de boba — Siento si os he, em, molestado. Pero el doctor Olmedo me pidió que viniera a hacer el reconocimiento.

Asentí rápidamente, notando como una calor inevitable cubría al completo mis mejillas, haciendo que estas se pusieran de un color rojo ardiente.

— Yo te esperaré fuera — Harry llevó su mano a su nuca, intentando así disimular tontamente la vergüenza; y salió por la puerta bajo la inquietante mirada de la enfermera.

— Adolescentes — bufó con media sonrisa mientras se acercaba a mí.

Pero yo ni siquiera podía prestarle atención; me acababa de dar mi primer beso en una sala de hospital. Sonaba un poco mal.

La mujer volvió a ver mi herida y, mientras le cambiaba el vendaje por otro la observé, lo que me había causado tanto dolor se había reducido a un pequeño círculo sobre mi abdomen.

— Tuviste suerte, ¿sabes? — me comentó la mujer mientras la observaba con detenimiento.

— Ya me lo han dicho — le respondí.

— He visto muchas como esta, y créeme cuando te digo que no es fácil superarla — elevó sus ojos hasta mí, para bajarlos proseguidamente y negar en la cabeza — Si tiene que ver con ese chico...

— No — le corté rápidamente — Sé lo que me quiere dar a entender, y ya le puedo decir que no es así.

— Te digo lo que suele ocurrir — vertió sobre la herida una especie de betadine, fruncí mi ceño omitiendo una queja de dolor — Y no merece la pena desperdiciar una vida.

— No ha sido por él, además, a sido él quien me retuvo la hemorragia.

— Lo sé. Si no fuera por eso quizás no estuvieses aquí; pero...

— Déjelo — le contesté ya de forma brusca y con algo de enfado. No quería decirle que en realidad, todo esto había sido por mi culpa — No se tiene por qué meterse en la vida de sus pacientes.

La mujer asintió con la cabeza mientras fruncía sus labios, como si se estuviese guardando sus palabras. Crucé mis brazos dejando caer un suspiro molesto y desvié mi mirada hacia otro lado, entonces la enfermera se levantó y escribió algo en su cuaderno. Sin demorarse ni un segundo más, caminó hacia la entrada y, con una mano sobre el pomo de la puerta; giró su cabeza media vuelta para decir:

— Solo quería decirte que tuvieras cuidado. Que vida sólo hay una, y eres muy joven. No la desaproveches, créeme cuando te digo que hay mucha gente que daría lo que fuera por unos minutos más de vida — y dicho esto, y dejándome con una cara de tonta, se fue cerrando la puerta tras irse.

Esto, inmediatamente me hizo pensar en mi padre y en, como había dicho ella, lo que yo daría por tener unos minutos más con él. ¿Estaba haciéndolo mal? Llegué a planteármelo de forma sensata; pero no tardé en asumir la respuesta: quizás. Quizás lo esté haciendo todo mal, o quizás lo esté haciendo lo mejor posible. Porque algo tenía claro, iba a por aquella persona que me había quitado a mi padre. Y ese era Siete, y no iba a descansar hasta dar con él.

Alguien dio dos toques en la puerta.

— ¿Se puede? — Harry abrió un poco la puerta y asomó su cabeza, alzó sus cejas y entonces me sonrió.

Asentí y, no me pude resistir a sonreírle de vuelta.

Siete ® H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora