Capítulo 33

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Me encontraba sentada en el sofá, con la espalda completamente pegada y recta sobre el cabezal. Todavía seguía sintiéndome impotente. Mi madre estaba en la cocina preparándome un vaso de leche. ¿Qué demonios había ocurrido en una noche? El impacto que había sentido al ver a mi madre como antes del peor día había sido demasiado para mí, no lograba entender como podía haber saltado de una punta a otra de repente. Entonces oí sus pasos dirigiéndose hacia mí. Me tendió el vaso caliente y yo la miré con intriga, se sentó en el sillón y entrelazó su manos mientras mantenía sus ojos sobre el suelo. Esto se estaba haciendo realmente incómodo, y a mí la duda me llenaba todo mi ser.

— ¿Se puede saber que te ha pasado? — pregunté yendo directamente al grano. Su mirada se elevó hacia mí al momento y se me quedó mirando.

— No se cómo explicarlo Mia.

— ¿Dónde está mi tío?

— Se ha ido, ayer en la noche. Por un tema de trabajo — se reacomodó sobre el sillón y tomó aire — El caso es que, he decidido ir a rehabilitación — eso, eso si que no me lo esperaba. Abrí mis ojos tanto que pensé que saldrían de órbita — He sido una mala madre, te dejé sola afrontando con la...— miro hacia un lado y frunció sus labios, por un momento pensé que se echaría a llorar — muerte de tu padre. Y no puedo seguir así; han pasado casi cinco meses.

Me mantuve inmóvil, no sabía que debía responderle a todo eso. La semana pasada se hizo cuatro meses de su muerte y nunca pensé que esto podría suceder. No tan inesperadamente. Mi única y mejor respuesta fue estirarle mis brazos, lo que ella entendió al momento, se levantó y me estrechó entre sus brazos. Pude oír como sollozaba sobre mi hombros.

— Te he extrañado tanto, mamá. No sabes la falta que me has hecho.

— Lamento tanto no haber estado ahí para ti.

— Pero ya estas aquí, eso es lo que cuenta — comenzó a hacer presión sobre mí, y mi herida lo notó lo bastante como para reaccionar y provocar una leve sacudida. Mi madre se apartó de mí colocándose de rodillas en el suelo; y me miró por unos segundos muy extrañada.

No sabía que hacer, por lo que opté por omitir aquel segundo y sonreír. Y, por lo visto funcionó. Volvió a ponerse de pie y se sentó a mi lado en el sofá, tomó una bocanada de aire y me miró de manera tranquilizadora.

— Tengo rehabilitación por la mañana y tarde. Tu tío habló ayer con el doctor que me va a tratar, y ha dicho que eso será así al menos los dos primeros meses. Tomaré el metro porque me han recomendado no coger aún el coche. Tampoco había penado en cogerlo — sonríe mirando hacia el suelo — no soy muy buena manejando, ya sabes.

— Estoy muy orgullosa de ti, mamá.

— Gracias, esto no podría haberlo echo sin ti.

Y entonces, después de besarme la mejilla, se levantó y me dijo que iba al baño. Asentí mientras la observaba subir las escaleras, ahora tendría que subirlas yo y no sabía ni siquiera como podía erguirme y levantar mi culo del sofá. Coloqué ambos de mis brazos, completamente estirados, apoyados sobre el asiento y haciendo el intento de que mi abdomen estuviese lo más rígido posible, estiré mis piernas para levantarme. Pero, el intento fue nulo. Caí hacia atrás y aunque procuré no doblar mi barriga no pude evitarlo. La sensación que tenía era horrorosa, creía que los puntos se iban a descoser, aquella sensación me provocaba fatiga, tragué saliva y respiré profundamente para volverlo a intentar. Esta vez, me impulsé más fuerte y conseguí mantener el equilibrio. Apoyándome en cualquier sitio firme que encontraba, conseguí llegar hasta las escaleras.

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