16:30 p.m.
La cabeza me iba a estallar.
Me había pasado, literalmente, toda la mañana mirando la techo y con el móvil al lado, el cual reproducía canciones de manera aleatoria, y también lo había colocado tan cerca porque cada dos por tres prendía la pantalla para ver si Harry me había enviado un mensaje.
No sabía mucho más de él desde ayer por la tarde, que después de una escueta charla con mi madre, hizo el papel de que le iba a dejar unos apuntes de clase, para así poder acompañarme hasta arriba.
Aún me dolía cada paso que daba. Llevaba dos días en aquel estado y no creía que pudiese aguantarlo mucho más; estaba acostumbrada a a no estarme quieta ni un segundo, a ser un manojo de nervios, y ahora a penas me movía del mismo lado de la cama.
Tampoco había visto a mi madre desde anoche; sus cambios repentinos de humor me volvían completamente loca y, a veces obsesiva. Supuse que aún tendría ese miedo ahí encerrado a que ella volviese a encerrarse en sí misma de aquella manera tan brutal, y también supuse que jamás me lo quitaría de encima del todo. Al haber pasado por ello, no creía posible poder olvidarlo.
Pero razoné que era lo lógico, contando con la de esa mañana, solo llevaba dos sesiones con el psicólogo y yo ya quería que fuese la de antes; y estaba claro que no iba a ser así de sencillo.
Abrí el cajón de mi mesa de noche y saqué los medicamentos que me habían recetado para curarme la herida. Tenía un pequeño ventilador enfrente de mí, ya que no paraba de sudar y la temperatura d mi cuerpo solía estar, últimamente, muy caliente.
Con mucho cuidado, desprendí el vendaje de mi piel y observé la herida. No era muy grande una vez que te fijabas bien, era más todo lo que me la recubría la zona que cualquier otra cosa. Tomé el líquido y lo vacié un poco sobre un algodón, realmente no era muy doloroso, aunque sí que era bastante molesto.
Cansada, y al decir verdad, a bastante harta de estar sin moverme. Además, supuse que si mi cuerpo se adhería a aquella costumbre, no mejoraría en mucho tiempo. Posé ambos de mis codos sobre el colchón y, como siempre, procuré levantarme a la primera a pesar de la tirantez y el mal estar. Mi propósito era bajar al salón e intentar quedarme allí hasta la noche.
Una vez en pie, tomé mi teléfono y comencé a andar hasta la puerta con los ojos lo suficientemente apretados, y con la respiración un tanto agitada. Y me quedé completamente parada en el marco de la puerta, porque por un momento mi mirada se dirigió hacia mi lado derecho, la puerta la cual deja paso al despacho de mi padre estaba abierta. Y, eso si que no era normal. Esa escena provocó que todo mi bello corporal se pusiese de punta, al igual que ocasionó que todas mis defensas se alterasen. Miles de posibles respuestas a esto se pasaron por mi cabeza; y la primera fue mi madre. Y después apareció en mi mente como un huracán, Siete. Eso si que hizo que saliese a correr a pesar de mi estado.
No sabía que hacer, no sabía si llamar a Harry o a la policía. O acercarme, echar un vistazo; pero realmente me la jugaba, dejaba todas mis cartas a la vista. Si fuese Siete, o algún cómplice, estaría en plena desventaja; no me podría defender, ni siquiera huir.
Pero tampoco me quería adelantar a nada, no quería aparentar ante Harry ser una completa paranoica ni mucho menos, una cobarde.
Respiré profundamente, como si el aire se fuese a agotar en algún momento, y con toda la paciencia y cuidado del mundo me encaminé hacia la puerta. Notaba con precisión y acierto cada fuerte pulsación que daba mi corazón, y como a pesar del dolor que presentaba mi cuerpo, mis piernas seguían caminando hacia aquel lugar. Con una de las manos apoyada sobre la pared y la otra colocada un centímetro más delante de mi herida como si de un escudo tratase, me iba acercando a dicha puerta. Lo peor era que, antes de dicha puerta, tenía que subir como unos tres o cinco escalones y eso fue lo más doloroso. Me encontraba justo detrás de la puerta, mis manos podían notar a la perfección mis nervios, ya que no paraban de temblar.
No quise pensarlo demasiado, por lo que me asomé rápidamente a la habitación, y tuve que hacerlo una segunda para comprobar que mis ojos no me engañaban.
— ¿Charlie?
Mi tío pegó un rebote y la carpeta de mi padre se le cayó al suelo por el susto, se giró rápidamente a mi dirección y pude notar como todas sus facciones se tensaban.
— ¿Mia? ¿Qué haces aquí?
— Eso es lo mismo que me pregunto yo en este momento, Charlie —el enfado se me podía notar perfectamente en mi tono de voz, no había cosa que menos me gustaba que entrasen en el despacho de mi padre, y más si se habían puesto rebuscar entre sus cosas. Son sus cosas, nadie puede tocarlas. Bueno, eran sus cosas. A paso lento me acerqué a él, intentando disimular lo máximo posible la molestia de mi abdomen — Ya me puedes estar dando una explicación lógica del por qué estás aquí, y encima rebuscando entre sus cosas.
Mantuve mi mirada firme, intenté no desviar mis ojos de los suyos azules. Sabía que me estaba ocultando algo y que su propósito era seguir haciéndolo, pero no tenía por donde salir corriendo.
— Es una historia muy larga, Mia.
— Tengo tiempo para escucharla.
— Bien — se apoyó sobre el filo de la mesa, todo su cuerpo me mostraba de manera inexpresiva, lo tan nervioso que podía llegar a estar — Creo que lo mejor es que leas esto.
Me tendió un libro que también era de mi padre. "El Juego de Ripper" de Isabel Allende, uno de sus favoritos, quizás el que más. Tenía la gran mayoría de páginas marcadas y siempre se lo releía una y otra, y otra vez. Nos contaba a mí y a mi madre maravillado lo asombrosa que era la trama y lo bien idealizada que estaba. Lo abrí y, entre una de sus paginas, había dos folios doblados.
— Tienes que leerlo — me dijo — es una carta.
"Era joven e ingenuo, mi vida en la calle no era nada fácil y me estaba quedando tan delgado que hasta respirar dolía. Entonces me tendieron una mano, me prometió un hogar estable y una gran familia. Estaba desesperado, acepté sin que me tuviera que insistir mucho, sin detalles ni ataduras. ¿Qué era un trapicheo en un callejón donde nadie me vería a cambio de todo por lo que estaba deseando?
Siete me trató como a un hijo y yo le estaba tan agradecido que hacía todo lo que me pedía. No tardé mucho en ser uno de sus confiables.
Cuando habló de familia no se refería a ser un padre junto a una madre, no. Se refería a muchos hombres y mujeres, residiendo en un gran almacén reformado. Siete era todo lo contrario a ingenuo (todo lo contrario a mí en ese entonces) era inteligente, perspicaz y cuidadoso. Todos los que residíamos allí éramos de la calle; pobres, desesperados y débiles.
Para mí eso contaba como familia.
No tardé en estrechar lazos con uno de los trabajadores de Siete, su nombre era Rayan y puedo jurar que era un gran hombre. Nuestros trabajos lo hacíamos juntos y nos cubríamos nuestras espaldas.
Pasaron años entre contrabandos y pequeñas recogidas...sin ningún bache.
Y entonces tuve que irme, las cosas estaban empeorando por momentos y Siete no era el mismo.
Había una sombra oscura a su alrededor que no le dejaba ver la que de verdad estaba formando. Su mirada ni siquiera era la misma; el poder y la ansia de mas dinero le había afectado de tal manera que cada vez quería más y no le importaba de que manera conseguirlo.
Nuestros límites acordados aumentaban cada mes y no para un buen sentido. Ya no era el hecho de "trapichear", algunos de nuestros hombres se habían convertido incluso en asesinos a contrato. Ahora si no te pagaban la sustancia debías de hacerle la vida imposible, y si no cedían debías acabar con dicho cliente.
Eso no era a lo que yo había aceptado hace años, todo eso no estaba en mis planes. A pesar de ser uno de sus compañeros más fiables, fui uno de los primeros en darme cuenta de cómo iban evolucionando a peor las cosas. Le avisé a Rayan "Sal de aquí antes de que te des cuenta del agujero en el que te estas metiendo, y entonces sea demasiado tarde".
Una vez decidido, robé una cantidad razonable de dinero, lo necesario para poder comprar un hogar, para comenzar de cero; y avisé a la policía del peligro que implicaba Siete, de donde se escondía y de todas las actividades que estaba comenzando a realizar.
Salí del país, con las esperanzas de comenzar una nueva vida.
Y, fue entonces cuando conocí a Adela, y me enseñó lo que era de verdad vivir y amar, y a los pocos años, me enseñó el verdadero significado de la familia, trayendo al mundo a Mia."
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Siete ® H.S
FanfictionMia Mayer aún no es consciente de que deberá de enfrentarse a Siete, ella ahora está centrada en ayudar a su madre a superar su caída en una fuerte depresión por la trágica muerte de su marido, James Mayer. Pero Mia tiene planes, planes que serán...