Capítulo 38

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— Te estoy viendo — era una voz masculina completamente áspera. Miré a ambos lados de mi habitación, la ventana solo daba vistas a otras salas del hospital, por lo que podría estar en cualquiera de ellas, viéndome. Me sentí completamente expuesta a él — No intentes averiguar donde estoy, tranquila, no me vas a ver, ni tampoco me verás.

— Eres Siete, ¿verdad?

— Qué rápido a cambiado tu tono de voz, ¿no? — pude oír como de fondo como se oía el sonido del crujir de unos muelles —  Has sonado muy madura — comenzó a dar pasos — decidida, valiente...como tu padre sonaba, quizás.

— No te atrevas a mencionarle.

— Puedo hacer lo que me plazca, querida. Además, veo que ya sabes que trabajó para mí y que por supuesto me debe una buena cantidad de dinero que me robó — tosió un poco. Notaba como todo mi cuerpo se mantenía en tensión y sabía, que no tardaría mucho en que aquella faceta que estaba intentando darle a dicho hombre, comenzase a desvanecerse — Me lo tendréis que devolver de una manera u otra.

— Yo no sé donde puede tener ese dinero.

— Claro que lo sabes — su tono de voz entonces sonó mucho más brusca, más rota. Parecía ser un hombre mayor.

— Mi padre jamás nos habla de eso.

— ¿Por qué hablas de él en presente como si estuviese vivo? ¿Tengo que recordarte que lo maté? Porque sé que lo sabes, noto tu curiosidad a kilómetros, eso de ir a comisaría a revisar el fichero... tengo que decir que fue muy ingenioso — tosió nuevamente. Mi respiración empezaba a agitarse y mis manos a temblar. Sólo podía mirar por la ventana e intentar encontrar a un hombre con un teléfono en la mano, necesitaba verle — Veo que te has quedado muy callada, ¿por qué sigues intentando encontrarme entre todas las habitaciones?

— Si fueras tan temible como escribió mi padre, serías capaz de dar la cara.

— Corrección, sería un imbécil, así tengo más posibilidades de matarte y salir sin ningún cargo por encima.

— Veo que es tu propósito más deseado.

— Bueno, quien sabe. Quizás mi próximo objetivo sea Adela — entonces fue cuando todos mis sentidos se disparataron, me recompuse en la cama pero al notar el tirón de mi herida tuve que echarme un poco hacia atrás. Mis ojos comenzaban a lagrimear, la impotencia podía con todo mi ser.

— No serás capaz...

— Pobre Adela — rió — mujer débil, aunque en su tiempo era bastante fuerte. Normal que tu padre nos traicionase por ella. Bueno, y por ti. Adela ya estaba embarazada cuando James decidió traicionarnos — tomó aire profundamente — ¿Quieres saber más de tu madre? Pues la vida anterior de Adela era realmente dificultosa, sus padres apenas le daban atención y vivía casi en la miseria — hablaba con un tono filosófico, como si lo que estuviese haciendo fuese contarle un cuento a un niño— El único apoyo moral era el de su hermano, Charlie. Ella no sabía como vivir hasta que apareció James, que le dio amor, una casa y una verdadera familia. En definitiva, una razón por la que vivir. Por ello, cuando murió, notó como toda esas razones se desvanecieron con él. Muy emotivo, ¿no crees?

— Eres un monstruo — un sollozo incontrolable salió de mi garganta. Tapé mi boca al segundo, pero fue para nada.

— Ya veo que eres igual de débil con ella.

— Juro que no pararé hasta encontrarte.

— ¿Hasta morir, entonces? Me encanta, quizás hoy no, pero algún día estarás entre mis manos Mia Mayer.

Y entonces colgó.

Colgó dejándome completamente expuesta, con los sentimientos a flor de piel. Dejándome totalmente corrompida, rota por la mitad.

Pero, lo que posiblemente no sabía Siete es que me había dado muchas pistas sobre él. Un hombre mayor, y parecía enfermo; no paraba de toser. Era meticuloso, psicótico, carecía de remordimiento y, sobre todo, de piedad. Siete era más temible de lo que pude llegar a imaginar. Miré el registro de llamadas, me había llamado desde el número privado y, sabiendo lo inteligente que podía llegar a ser, seguramente sería de un móvil de prepago que posiblemente estuviese ya en la basura.

También me había dejado claro algo, seguía todos y cada uno de mis pasos. Allá donde yo fuese, él ya lo sabría; y por supuesto, de todo lo que yo vaya descubriendo lo sabrá.

Aunque, había dejado tres cosas en el aire, dándome a entender que él creía que yo tenía ese dinero y que por eso viene a por mí. Y que sabía toda la vida de mi padre, y la de mi madre; incluso quienes eran mis tíos. Y al decir que mi padre los traicionó porque mi madre estaba embarazada de mí, estaba claro que me culpaba de su deserción; ahí tenía una razón más por la cual quería acabar conmigo, y quizás con mi madre.

15:35 p.m.

Hacía ya unos minutos que había llegado Harry , en ese momento había acabado mi almuerzo.

Pero aún me mantenía consumida al 100% en mi mente, sobre todo en aquella llamada telefónica que me tenía tan alterada en cualquiera de los sentidos. No era capaz de desviarme del tema en ningún instante, no podía pensar en otra cosa. Y Harry  lo notó, porque a parte de estar dándole los últimos bocados a su hamburguesa, me miraba de reojo mientras yo me quedaba embobada alguna parte de aquella opaca habitación.

— ¿Te ocurre algo? — se atrevió a preguntar. Meneé de manera casi notable mi cabeza, y lo miré rápidamente con ambas cejas alzadas.

— No, sólo estaba pensando — no quería contarle nada sobre la llamada. Siempre lo había pensado, cuanto menos implicados en el tema, menos heridos hubiese al final. Porque cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de que esto no iba a acabar bien. Y eso que Harry  ya estaba bastante implicado con lo ocurrido en el motel, y prefería no involucrarlo aún más.

— Bueno pues si no me lo quieres contar no te voy a obligar.

— Enserio que no me ocurre nada — le insistí en mi afirmación; él me miraba desde su sillón no muy convencido — sólo quiero salir ya del hospital e irme a mi casa.

— ¿Te has vuelto a encontrar mal?

— No, ni siquiera tengo fiebre ya.

— Bueno, a ver que te dice el médico.

Y entonces inundó el silencio. No había nada que decir, y yo estaba tan sumida en mí misma que ni siquiera intenté decir una palabra. Porque realmente no me salían, no podía. Y quería hacerlo, ya que sabía que él estaba ahí, estaba ahí después de todo. Después de haber oído todo lo de Siete no se fue corriendo; no permitió que muriese allí tirada en uno de los portales del motel. Le debía la vida en aquel momento y a pesar de ser consciente de ello, no era capaz de decirle nada.

Pero entonces sentí el colchón hundirse a mi izquierda, giré mi cabeza de manera inconsciente para verle. Se encontraba con ambas piernas cruzadas y miraba de manera deseosa el helado que estaba por abrir, entonces vi que sacó dos cucharas y alzó su mirada para ofrecerme dicho cubierto.

Le sonreí. Y no había más que decir.

A pesar de la falta de palabras él sabía como arreglarlo todo, Harry  sabía como mantenernos en lo alto sin ningún tropiezo.

Al menos por ahora, vendría tiempos mejores y ambos lo sabíamos, aunque también sabíamos que lo peor aún estaba por llegar.

Siete ® H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora