Capítulo 42

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Había transcurrido un buen rato, me era imposible saber cuánto con exactitud.

Yo solo quería volver a casa, pero no veía la oportunidad de bajar. No creí que hubiese pasado mucho tiempo aún, a pesar de que la noción del tiempo la tenía completamente perdida.

Cada segundo se me hacía eterno.

Y era consciente de que en algún momento debía de bajar, pero simplemente había una parte de mí en la que se negaba completamente a moverse de aquel árbol. Pero, la otra sabía que no podía permanecer por siempre allí, no era seguro. Me encontraba cerca del coche y no conocía el paradero del secuestrador, aunque no me costaba creer que estuviese aún devaluando por ahí, iba a sacrificar su vida por acabar con la mía.

Y, hasta ese momento no me di cuenta de lo importante que era aquel dato. Los secuaces de Siete eran muy fieles a él, este dijo que le debía la vida. Y, ponía la mano en el fuego a que a ninguno de todos los que tuviese le importaba morir por él. El primero que vi fue el de las carreras, el cual murió cocándose contra la pared, y luego los que nos persiguieron del motel, uno de ellos lo mató Harry y el otro consiguió escapar con una bala en la pierna.

Un crujir de ramas se pudo oír muy cerca, volví a apegar mi espalda al tronco del árbol, como si aquel gesto me permitiese ser menos visible.

— Lo siento tanto, señor. No creí que la estúpida fuera a huir del coche, yo...

— Sh — lo mandó a callar. Tosió.

Señor. Siete estaba justamente a unos pocos metros debajo de mí. A pesar de todas las ansias que tenía de echar la vista hacia abajo, no me atreví a hacerlo. El temor ganaba por mil a mi curiosidad.

— ¿Tan difícil era matar a una niña? — su voz sonaba resquebrajada. Si la vez anterior que lo oí parecía enfermo, ahora se confirmaba mi teoría — Creí que eras leal, pero veo que no.

— Señor...

Un disparo resonó por todo el lugar. Acababa de asesinar a uno de los suyos. Los únicos pasos de Siete se oyeron marchar de vuelta; y en un rato sería yo la que se marchase. Aunque no sabía como, ni por que medios.

Una vez que creí que había pasado el bastante tiempo como para que Siete hubiera salido con certeza del bosque, no dudé en pensármelo mucho más y comencé a bajar del árbol. A pesar del temblor de mis manos y pies, y de la inseguridad que cargaba sobre mis hombros, no me paré ni retrocedí. Porque sabía que no podía permanecer allí, era igual de peligroso que moverme; y si tenia que elegir entra alguna de las dos opciones estaba claro cual sería la correcta. Tenía que salir del bosque, allí fue donde me vieron por última vez y, conociendo a Siete por como estaba últimamente, quizás podía mandar a un par más de secuaces a buscarme.

Llevaba un buen rato caminando, por un lado de la carretera, con el cuerpo aún cortado y completamente fuera de mí. No sabía explicar por qué exactamente, lo ocurrido en el motel fue mucho más "fuerte" y tampoco estaba de aquella forma. Quizás no lo estuve porque me desmayé, y no tuve conciencia para pararme a pensar como ahora. Y, entonces como si fuer lo más maravilloso que había visto en mucho tiempo, vi el relieve de los edificios de Woodside. Corrí un poco y me encontré en la plena entrada de dicha ciudad; me apoyé en el grueso tronco de un árbol y suspiré. Lo peor ya había pasado, al menos por aquel día. Ahora me quedaba el largo camino hasta la casa de mi tío.

* * *

Dos toques en la puerta de madera y no tardé en oír los rápidos pasos de mi tío acercarse a la puerta. Al abrirse, me dejó a la vista una faceta suya bastante preocupado, aunque yo no conseguía creérmela.

— ¿Dónde has estado? — preguntó. Sus ojos me recorrieron de arriba a bajo en cuestión de segundos — ¿Por qué estas tan...sucia?

— No tengo por qué responderte — entré intentando no mirarle mucho a la cara.

— Ahora mismo soy tu tutor legal — me respondió cerrando la puerta tras de mí — deberías hacerlo.

— Tú también me debes un par de respuestas, ¿no crees? — me paré en seco, el se situaba justo detrás de mí, muy cerca. Tanto que lo pude oír suspirar con agobio, pero no me di la vuelta.

— Son temas distintos Mia. Es muy complicado.

— Para ti todo es complicado, ¿te crees que para mí no?

— Si tú me cuentas todo lo que sabes, también te lo contaré yo.

Y fue ahí cuando me giré para verle; con su coleta recogiendo su rubio y corto pelo hacia atrás, con los brazos cruzados y cabizbajo. Supe, y de una manera escalofriante, que mi tío sabía mucho más que yo. Me había engañado durante estos meses, seguramente él ya supiese algo de Siete, o quizás todo.

Fue entonces cuando me tocó debatir interiormente si haría bien en hacerlo, en contarle todo a un adulto. Contarle todo quizás implique demasiados riesgos para él, para mí y para todos. Y tampoco sería muy fácil explicarle que tengo una herida de bala casi cicatrizada en el abdomen.

Aunque, la verdadera pregunta era: ¿confiaba en Charlie? Lo miré bien una vez más, no sé por qué pero obtuve respuesta al momento.

— No sé a que te refieres, Charlie. Yo no tengo nada que contar.

Me di la vuelta y me metí en uno de los cuartos de invitados, en el que siempre me solía quedar yo a dormir de pequeña.

Lo siento Charlie, pero para mí te habías convertido en un sospechoso más. 

Siete ® H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora