Capítulo 73

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9:30 a.m.

No hay peor forma de morir lentamente que estar sentada en uno de los sillones de un hospital, esperando. Esperando cualquier palabra o gesto.

Ben jugaba con sus manos, y sus pies bailaban nerviosos. Ray estiraba su pelo hacia atrás y refregaba sus manos sobre su rostro y, a veces, me dirigía alguna que otra mirada intentando tranquilizarme. En cambio yo estaba ahí, sin poder pronunciar palabra, sin siquiera poder moverme. Estaba aterrada.

Todo podía inclinarse hacia un lado u otro de la balanza dependiendo de un médico, y yo me encontraba allí sentada, sin poder hacer nada; contemplando la puerta donde le estaban operando deseando que el médico saliese y me dijese que todo estaba bien. Nuevamente, comencé a sentir esa vibración que me recorría de arriba a bajo por la duda.

¿Y si moría por mi culpa?

No me había despedido, no le había dado las gracias por tanto, no había podido decirle todo lo que le quería decir. No habíamos vivido suficiente, no habíamos experimentado nada. Me había dedicado a averiguar el interior de Harry, a siempre querer conocer cada parte de él. Lo que no sabía era lo vacía que me dejaría a mí si se marcharse, y ahora no sabría que hacer sin él.

¿Quién se cree el mundo, siquiera, para darme alguien como él, hacerme quererlo y necesitarlo, y después desprenderlo de mí en menos de un segundo?

Quería más minutos, horas y días para él.

― No le va a pasar nada ― dije a lo bajo. Ben y Ray me miraron rápidamente, era consciente que ninguno quería ni sabía que decirme ― Harry es fuerte ― me reacomodé en mi silla, aunque seguía con mi mirada puesta al frente ― No nos va dejar. No ― mi voz se apagó como si de una pequeña vela se tratase ― ¿Verdad que no?

― Mia... ― Ben puso su mano sobre mi rodilla y la otra la llevó a mi barbilla y me hizo mirarle a los ojos.

― ¿Verdad que no? ― repetí. Ninguno me decían nada, me miraban con pena. Entonces Ben dejó caer su mano y miró hacia el suelo, siendo incapaz de mantener sus ojos puestos en mí. Un intenso calor vino hacia mí, inundó completamente mi cabeza ― ¡Joder! ― me levanté de mi asiento y con mis manos hice una especie de cúpula sobre mi cabeza. Intentaba mentalizarme en que no le iba a ocurrir nada, que iba a salvarse. Que todo iba a acabar bien, como en los cuentos. Pero, esto estaba claro que no era un cuento, y no todos los finales eran felices. Entonces me giré hacia ellos ― ¡Decirme que no le va a pasar nada! — pero no me contestaban, seguían mirándome sin articular palabra. Su silencio me ponía más nerviosa aún — Necesito tomar el aire.

Mientras frotaba mis ojos con las palmas de mis ambas manos, intentando secar las lágrimas, me encaminé hacia alguna puerta que me llevase hacia fuera. Solo quería poder respirar con tranquilidad, necesitaba relajarme. Aunque sabía que eso no era posible.

Conseguí llegar hasta la puerta principal, gracias a las indicaciones que había por las paredes de aquel gran hospital. Una vez ahí, nada más dar un paso fuera, me quedé quieta y cerré los ojos. Inspiré y expiré con lentitud, aún sintiendo como las lágrimas seguían recorriendo mis mejillas.

— Sabía que te volvería a ver aquí.

Miré completamente desconcertada hacia quien pertenecía aquella voz, que me resultaba tan familiar. Había una enfermera, fumando un cigarrillo, justo a mi derecha. No la reconocí hasta que se acercó un poco a mí; era la enfermera que me atendió cuando recibí un disparo en el abdomen, aquella noche del motel.

— ¿Perdone?

— Te lo dije, esas compañías no te vendrían bien — volvió a darle una calada a su cigarrillo y se mantuvo mirando al frente — Por tu aspecto, se entiende que algo no va bien, ¿o me equivoco? — fruncí mis labios y no le respondí, no tenía por qué contarle nada a aquella mujer — Veo por tu silencio que tengo razón.

— Que más le dará a usted lo que me pase o me deje de pasar — le contesté déspota. Ella me miró sorprendida por mi respuesta, luego sonrió y apagó su cigarro en la papelera. Se acercó a mí con sus manos metidas en los bolsillos de su bata.

— Sólo quería decirte que nunca es tarde para salir.

— Usted no sabe nada — le volví a repetir, esta vez un poco más despacio para ver si así entendía que no quería sus impertinencias.

— ¿No quieres ver el estado de tu querido? — la miré sorprendida mientras que ella me observaba tan campante. Me elevó ambas cejas, esperando una respuesta.

— Sí — le dije, aún desconcertada.

— Acompáñame.

Se adentró en el hospital con rapidez, y yo me encaminé tras ella sin dudarlo. Estaba exhausta, y deseando escuchar una buena noticia. Nos dirigíamos a la recepción, cuando vi como Ben se acercaba a mí a paso apresurado, me tomó del brazo, parándome en seco.

— Suéltame — le dije, deshaciéndome de su agarre de un tirón.

— Mia, Harry ya ha salido del quirófano — su silencio me dejó expuesta, con el corazón en la garganta — Por ahora está estable.

Noté como toda la presión que tuve encima se me bajaba al momento, no podía ni siquiera explicar la paz que me invadió el cuerpo entero. Coloqué la mano sobre mi pecho y dejé que saliese un suspiro.

Gracias.

Gracias, gracias y gracias.

Por un momento pensé que no había podido superar la operación. Abracé a Ben mientras daba pequeños saltos de felicidad. Al separarme de él, llevé mis manos a mi rostro para cubrirlo. Pude notar como volvía a respirar con normalidad.

— Pero no puedes entrar a verle, puede entrar en estado crítico ya que ha perdido mucha sangre. Sólo dejan entrar al personal — aparté las manos de mi rostro y le miré, aún sonriente.

— Te aseguro que voy a entrar — me giré, y vi cómo la enfermera miraba la escena — ¿Verdad? — ella sonrió y me asintió.

— Y tanto que sí, querida. 

Siete ® H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora