Capítulo 68

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14:30 p.m.

Jamás recuerdo haber dormido tanto, y tan profundo. Caí rendida a los brazos de Morfeo nada más estirarme sobre el colchón, prácticamente había estado casi dos días sin dormir. Incluso me sentía mejor, no notaba ese dolor de ni siquiera poder sostenerme en pie, aún estaba la molestia, pero no era tan exagerado. Me levanté, cogí una toalla que se encontraba dentro del armario y salí de mi habitación en busca del baño, el cual resulta que se situaba a no más de seis pasos de distancia. Me eché agua en la cara y fue ahí cuando volví a fijarme en la herida, con los dientes apretados unos contra otros por la rabia, deslicé mi dedo con sumo cuidado sobre ella. ¿Las cicatrices te hacían más fuertes, o sólo eran una forma de recordatorio? ¿Qué le diría a mi madre cuando la viese?

Suspiré al pensar en ella. La echaba terriblemente de menos, ella había sido otra de las muchas personas que Siete ha interferido en su vida, terminando por arruinarla. Pero yo mantenía la esperanza en que, algún día, volvería a ser la de antes. Y quizás no fuésemos tres, pero con ser nosotras dos me bastaría. Sin más dilatación, me adentré en la ducha y dejé que el agua caliente hiciese su labor. Los moratones seguían cubriéndome la mayor parte de mi torso, y seguían igual de visibles, eso tardaría un par de semanas en desaparecer del todo. Recordé entonces que no me había colocado la venda, tal y como me pidió Carol.

Salí del baño y volví a mi habitación, para cambiarme de ropa y colocarme dicha venda alrededor de las costillas; no hubiese creído que resultase tan doloroso. A regañadientes conseguí finalizar con el vendaje, la punta que sobraba la entremetí entre las tiras y ya me coloqué la camiseta.

Me dirigía a la cafetería con intención de buscar algo que poder llevarme a la boca, ya que mi estómago me pedía algo de sustancia a gritos. No había casi nadie, apenas cinco personas comiendo en una mesa. Me paseé a lo largo de la barra, cogí un poco de pan y un trozo de carne para meterlo en medio, posteriormente me senté solitaria en una de las mesas y empecé a comer.

Como si nada hubiese ocurrido el día anterior, de lo más normal.

— Buenos días — la reconocible voz de Ben se oyó a mis espaldas, no me dio tiempo a girarme cuando ya se situó a mi lado. Le sonreí.

— Hola.

— ¿Cómo te encuentras?

— Mejor, sigo con molestias pero no son tan excedidas como ayer.

— Dormir hace mucho, es que no descansaste ni un minuto.

— Ya, tenías razón — le volví a dar un bocado a mi almuerzo, cuando fruncí el ceño y le volví a mirar — ¿Qué haces tú aún aquí? — le pregunté sin terminar aún de masticar, colocándome la mano delante de la boca.

— Ray dijo que era demasiado peligroso que me fuera a casa, y me ha dejado que me hospede hasta que la cosa acabe, o al menos hasta que esté más tranquila.

— Oye — tragué la comida — ¿Cómo llegaste a aquella casa? — le pregunté, cambiando completamente de tema — A la de Gina, me refiero — se removió en el asiento, incómodo, y entrelazó sus manos.

— Me dijo que me quería llevar a un lugar, que era maravilloso. No resultó serlo tanto — carraspeó su garganta y dejó caer un suspiro en el aire — Cuando fui a darme cuenta estábamos frente a aquella casa, y había al menos cuatro hombres con esas máscaras apuntándome.

Asentí dejando caer mi mirada hacia algún lugar de la cafetería. Aún no había visto a Harry.

— Jamás hubiese pensado en la posibilidad de que fuese ella — comenté por lo bajo. Me resultaba irreal, era la persona que menos me esperaría, incluso llegué a sospechar de mi tío y nunca pensé en la posibilidad de que ella fuese. Además, siempre pensé que sería un hombre, todos nos referíamos a Siete como "él". No le había prestado demasiada atención, había estado la mayoría de aquellos meses enfadada con ella por Ben, hará un par de meses que marcamos una "paz" entre nosotras. Lo último que recuerdo de ella es lo bien que se comportó en la efímera cena que tuvimos los cuatro.

— Ni yo que me utilizase como un trapo, muchas veces siento asco por haber estado con ella, y haberme enfadado contigo por ella — hizo una breve pausa, mirando hacia otro lado — Prefiero no hablar del tema, y olvidarlo.

— Esto es inolvidable, Ben — dije recordando las palabras de Ray, noté cómo de forma tímida dirigía su mirada a mi herida, volví a rozarla suavemente — Es algo que ya forma parte de nosotros, para siempre.

— ¿Mia? — me giré torpemente viendo como Carol, extrañada por mi presencia, se acercaba a nosotros.

— ¿Qué pasa? — le contesté confusa, aún con comida en la boca.

— ¿Tú no habías quedado con Harry? — ahora era yo quién la miraba con una ceja arqueada, le negué con la cabeza de forma obvia y me tragué la comida al momento, para responderle.

— Me acabo de levantar, no hará más de diez minutos — le afirmé. Noté como se puso tensa, y cómo arrugaba sus ojos de manera pensativa.

— Hace más de dos horas que me lo crucé, y me dijo que había quedado contigo en las Tres Hojas — al decir el nombre de aquel lugar, puso una rara expresión en su rostro al no entender su significado — que tú le habías avisado.

Algo no iba bien.

Sólo había dos personas a las que le había mencionado el nombre de aquel lugar. Y una de ellas se encontraba sentada a mi lado, y la otra... Todo mi cuerpo se puso en alerta, me levanté de un sobresalto y solté un quejido por el dolor que me provocó. Ben se colocó una de sus manos detrás de mi espalda e hizo el intento de ayudarme a volver a sentarme.

— No — le dije a Ben, casi gritando. Sin quererlo llamé la atención de las pocas personas que se encontraban allí — Ben, sólo tú y Gina sabíais lo de las Tres Hojas — abrió sus ojos como platos, se le descompuso el rostro al caer en cuenta de lo dicho.

— Mierda.

— Avisa a Ray — le dije, o más bien le ordené. Saltó de su asiento y corriendo se dirigió a dónde seguramente estaría Ray, en la Sala Oficial. Con las fuerzas que tenía, levanté una pierna para pasar por encima del banco, Carol me tomó del brazo para ayudarme.

— ¿Qué es lo que pasa, Mia?

Pero en ese momento yo estaba sumida en mi mente, completamente asustada, en medio de lo que me parecía un ataque al corazón. Sentía el temblor de mi pulso, y unas ganas terribles de comenzar a llorar. Me maldecí a mí misma mil veces sin razón alguna.

— Siete... tiene a Harry. 

Siete ® H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora