Capítulo 57

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Me cogió la mano, y a no más de diez paso estaba la Sala Oficial, con la puerta aún entrecerrada esperando nuestra llegada.

Me sentí observada como nunca antes, las cinco personas contadas que se encontraban sentadas alrededor de la mesa rectangular de madera. La sala estaba decorada con cuatro plantas altas y verdes que se situaban en las cuatro esquinas, lo único que tenía aquella sala era un gran ventanal con vistas al río. Me senté en una silla justo al lado de Ray, el cual me miraba sonriente.

— Os presento a...

— La hija de James Mayer — terminó la frase la única mujer, la cual tenía sus manos cerca de su boca.

— Es igual que él — susurró otro hombre completamente asombrado — La viva imagen de su padre.

Me sentía incomoda, en menos de 24 horas me habían comparado con mi padre más veces que a lo largo de mi corta vida. Y no es que no me sintiese orgullosa de ello, pero me hacía recordar todo el tiempo que, desgraciadamente, no estaba con nosotros.

— Y tiene la misma seguridad y valentía que él — afirmó Ray, el cual colocó su mano sobre mi hombro en forma de apoyo — Ella ocupará el lugar de su padre.

— Encantada de que estés con nosotros — volvió a hablar la mujer.

Y como si eso fuese una respuesta, le sonreí. Y comenzó la reunión.

No sé en qué momento me perdí en mí misma, supuestamente debería de estar concentrada al cien por cien. Pero se me hacía imposible.

Me sentía como una marioneta. Durante mucho tiempo había pensado que era la protagonista de la obra, cuando sólo había sido un títere que habían estado moviendo y controlando a su antojo. Todos esos meses tirados a la basura, todas esas peleas con mi tío, todo el tiempo que había desperdiciado para los estudios; para mi futuro. Yo creía que estaba avanzando, que casi lo tenía todo; cuando resulta que únicamente he tenido lo que ellos querían que supiese. Había estado dando vueltas en círculos, mareándome por cosas que realmente no me servirían para nada cuando yo pensaba que lo eran todo.

No sabía lo mal que se sentía al ser utilizada de esa manera, como si fuese una muñeca que está vacía por dentro, que no siente ni dice nada. Lo había tenido todo tan cerca, tantas respuestas tan cerca...y no supe verlas.

Pero no quería pensar más en ello, porque ya las cosas cambiarían radicalmente. Ahora era una más de ellos, de estas personas que parecían adorar a mi padre, al menos eso han dejado dar a entender. Pero las miradas no engañan, y esa mujer me miraba con un brillo especial en sus ojos. No sabía si había hecho bien, era algo que descubriría con el tiempo. Pero sabía por qué lo había hecho, y eso era más importante que cualquier otra cosa.

— ¿Estás de acuerdo, Mia? — al escuchar mi nombre salí del pequeño trance que me había encerrado en cuestión de segundos.

— He dicho que no, padre — respondió Harry, este se encontraba de pie y con ambas manos apoyadas sobre el filo de la mesa.

— Harry, es ella la que elige no tú.

— Si sabes lo peligroso que es, no entiendo por qué lo haces — comenzó a subir de todo y a apretar la mandíbula, mientras que yo seguía fuera de contexto. Puse mi mano sobre la de Harry, tratando de transmitirle un poco de tranquilidad.

— ¿Puede recordarme de lo que estábamos hablando? — pregunté.

— Llevamos muchos años pensando una manera de acabar con Siete, y llegados a este punto queremos hacer algo inmediato, no queremos dar más tiempo del que le hemos proporcionado ya. Por lo que, la mejor opción es que alguien se infiltre en su escondite, de noche, y acabe con él mientras duerme — lo dijo con tanta frialdad que llegué a sentir el frío — Por supuesto que no iría solo, un equipo va con esa persona y le despeja el camino y los puntos que necesite libres hasta el lugar donde reside Siete — fue entonces cuando se levantó, y todos los allí presentes le mirábamos con un respeto muy especial — Sabemos cómo es el refugio de Siete, y la única manera que sabemos de llegar a su hospedaje es a través de los conductos de ventilación. Y tú serías la persona ideal que podría desplazarse sin problema alguno por esos conductos tan estrechos.

Me quedé sin palabras, no sabía qué responder con exactitud. Miré a los demás, los cuales me miraban deseosos de una respuesta afirmativa.

Pero, por primera vez tenía claro algo. Y es que, no sería capaz de hacerlo. Al menos no en aquel momento, no después de no haber pasado ni un solo día de lo ocurrido en las carreras.

— Para ser sincera, ahora mismo no me siento preparada — admití. Harry se sentó en la silla, relajado, me apretó la mano y suspiró — Lo siento mucho.

— No te preocupes, es normal — me respondió Ray — Pero Mia, deberás de hacerlo y no podemos darte todo el tiempo del mundo. Ya te lo dije antes, si entrabas, entrabas con todo.

— Y lo haré, no se preocupe de ello. Sólo deme unos días.

Asintió y dio por acabada la reunión. Me dispuse a levantarme de mi asiento cuando Ray me volvió a llamar, y me dijo que si realmente no me sentía capaz de hacerlo, buscaría a otra persona. Pero veía en cierta parte que lo más correcto sería que lo hiciese yo; y no me quiso dar una explicación de lo último.

¿Por qué Ray estaría tan empeñado en que yo fuese la que acabase con la vida de Siete?

— Otra cosa que quería mencionarte — hizo una pequeña pausa, colocando su dedo de manera pensativa sobre su barbilla — El dinero que te mencionó tanto Siete...¿sabes dónde está?

— No, no sabía de su existencia hasta que Siete se volvió loco buscándola.

— Ese dinero hay que encontrarlo, antes de que lo encuentren ellos — afirmó con confianza y decidido.

— ¿Por qué es tan importante? Al fin y al cabo solo es dinero.

— Sabemos que está metido en una caja fuerte, y no sólo hay dinero. Hay algo más que están buscando de manera desesperada y es muy importante, necesitamos encontrarlo antes que ellos.

Una vez encerrada en mi habitación, cogí mi teléfono y marqué el número de Ben, y sabía que a pesar de que la última vez que nos vimos no acabamos muy bien, sabía que me cogería la llamada y que sería como si nada hubiese pasado. Porque esos son los amigos de verdad, que por un mal momento se olvidan de todas las tonterías y siguen ahí para ti.

— ¿Sí? — la voz de Ben sonó desde el otro lado de la línea.

— Hola, Ben.

— ¿Te ocurre algo? — sonó preocupado, y fue ahí cuando rompí a llorar.

— No sé donde me he metido Ben, me acabo de enterar que todas las personas de mi alrededor me estuvieron mintiendo todo este tiempo, que...

— Mia, respira, ¿vale? Todo está y estará bien.

Y, aunque parezca una tontería, esas cinco palabras me hicieron sentirme más tranquila.

— Lo siento tanto...

— Siempre estaré aquí para ti, ¿lo sabes no?

— Y yo también, Ben. Nunca lo olvides.

Y fue ahí, como un montón de lágrimas acababan de convertirse en carcajadas. Era la magia de Ben, en apenas unos minutos sabía cómo hacer que te rieras y que olvidases por un rato todo los problemas. Por ello, estas llamadas solían durar hasta que me quedase dormida.

Siete ® H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora