Capítulo 58

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18:40 p.m.

Las horas se me pasaban lentamente aquí, me había pasado prácticamente toda la mañana dando vueltas por el edificio, y hay que decir que no era muy grande. Vaya, que en diez minutos me había recorrido cada rincón. En una de mis largas caminatas intentando encontrar algo magnífico en aquella instalación, me encontré con Ray, el cual después de preguntarme cómo estoy me dijo que mi tío Charlie había llamado y que se quería encontrar conmigo esta tarde. Y fue entonces cuando me acordé de él, la última vez que lo había visto fue en el tiroteo. Me sentí terriblemente mal al no haberme percatado de él.

Y, en aquel instante me encontraba de camino a su casa. Harry había insistido en acompañarme, ya que temía que sufriese otro ultimátum como el del otro día; y a pesar de que realmente sí que tenía miedo, me negué. Porque yo no necesitaba un guardaespaldas.

Aparqué el coche justo enfrente de la entrada, y sin querer tardar mucho me encaminé hacia la puerta. Mientras daba cada paso, me sentía más oprimida. Tenía la sensación de que iba a casa de un extraño, debía de admitir que la actuación era lo suyo, realmente disimuló muy bien, tanto que me lo creí. Con dos únicos toques sobre la madera, Charlie abrió la puerta, pareció que esperaba mi llegada colocado detrás de la puerta. Tenía los ojos hinchados, supongo que fue por no dormir. Estaba cansado, se le notaba por todo el cuerpo.

— Hola — me saludó, con aquella expresión seria en sus ojos. Alcé mi cabeza, como si eso fuese un saludo, y fruncí mis labios. Entré dentro y visualicé un lugar donde apoyarme, me coloqué al lado del sofá tomando el respaldo como punto de apoyo. Un olor a tabaco llegó hasta mí, el salón estaba repleto de humo.

— ¿Estás bien? Siento mucho no haberte llamado ayer — me disculpé, porque de verdad que me sentía muy mal por ello.

— No te preocupes, ni siquiera salí herido.

— Y por lo de tu compañero yo...

— No pasa nada — cerró la puerta, y suspiró — Me pasé todo el día en la comisaría, te he llamado cuando llegué aquí. Sabía que estabas en buenas manos.

—¿Por qué nunca me contasteis nada? Yo hubiese podido ayudar, en vez de ser un cargo.

— No has sido eso.

— Pues es lo que me siento, a parte de una marioneta — no quería ser dura con él, más que nada porque ya sabía cierta parte de la historia por lo que me contó Harry. Además, si lo de las cintas era cierto, ellos estaban aliados.

— Lo siento mucho Mia, pero no tenía muchas opciones — sí que estaba cansado, no mantenía su postura protectora, estaba un poco encorvado y hablaba con micha tranquilidad.

— Lo sé, por eso no te culpo. Pero me gustaría que ahora me contases toda la verdad.

Anduvo lentamente hacia el sofá, y una vez ahí soltó un pequeño quejido y dejo caer su cabeza hacia atrás.

— Seguro que Ray te lo ha contado todo ya, pero bueno. Yo sabía que tu padre estaba metido en la Organización y siempre intenté presionarle para que lo dejase, ya que no era bueno ni para él ni para su familia — despegó su espalda del sofá y se acercó al cigarrillo que que había a medio acabar. ¿Desde cuándo se supone que fumaba? — Pero no me hizo caso, como es obvio. Y cuando murió, Ray contactó conmigo para formar una especia de "alianza temporal" con la policía hasta acabar finalmente con Siete. Los hombres que te encontraste en la fiesta de Travis Ronald, eran dos infiltrados; sabíamos que recordarías ese nombre por el accidente.

— ¿Cómo?

— Travis dijo que lo sabrías. Él ha sido el topo del grupo de Siete, siempre nos estuvo informando de todos sus pasos — asentí, asombrada. Había creído que Travis estaría vinculado con Siete, pero no para traicionarle. Había vivido sometida a una especie de plan, el cual estaba detallado de tal manera que parecía imposible — Bueno, el caso es que yo también tuve que hacer mi parte, además de vivir contigo y con tu madre — le dio una calada profunda al cigarrillo, y después de dejar escapar el humo poco a poco, prosiguió — tuve que adentrarme un par de veces en el despacho de James, para coger algunos documentos casi todos estaban escritos a mano, porque eran ilegales y esos en cierta parte los hacía mucho más esenciales para la investigación. Por eso me encontraste un par de veces allí — otra calda. Tenía una actitud irreconocible, además la postura en la que se encontraba era completamente pasota. Entonces, como si de un rayo de luz me iluminase, caí en cuenta. Ojos rojos, cansancio...estaba colocado. Había estado fumando tabaco para, de alguna manera, tapar el olor a porro.

— ¿Me puedes explicar mejor por qué estas colocado?

— Porque soy un desastre — admitió, volvió a recomponerse y sacudió su cigarro sobre el cenicero, para darle la última calada mientras que yo le miraba confundida — Casi me cargo la misión, Mike murió por mi culpa y por poco acaban contigo, y mi hermana metida en ese sitio para locos por culpa del estúpido de tu padre.

— Cuidado con lo que dices — le advertí, me acerqué a él y le quité el cigarro para apagarlo con cierto estrés — Levántate.

— Es verdad Mia, por culpa de tu padre y sus líos estáis así.

— Eso no es cierto — le negué, ni siquiera me miraba, mantenía su mirada puesta en algún punto perdido en aquella sala.

— Te engañas tú sola...ha dejado aquí a mas gente odiándole que amándole.

— Ahí si que te equivocas, Charlie. Y no pienso discutir contigo, y menos en el estado en el que estás. Así que levántate, échate agua y acuéstate, vamos — me eché su brazo por encima de los hombros y le ayudé a levantarse, como si tuviese ruedas debajo de los pies, comenzaba a tropezar mientras que hacia el intento de andar.

— Yo se lo dije a Adela...que había muchos hombres locos por ella — se quejaba, pero yo pretendía no hacerle mucho caso — Le dije que no acabaría bien, que quien entra en ese mundo tiene muchas consecuencias para el y para los de su alrededor. Es como adentrarse en el infierno...

Noté como aquellas palabras se clavaban en mí, cómo me sentía de mal por ello. Seguía los errores de mi padre; con la única diferencia de que yo lo estaba haciendo por él, y a él no le quedaba más remedio que unirse por otros deslices que cargaba de su pasado.

— Maldito sea James, y maldito sea el momento en el que mi hermana puso sus ojos sobre él.

— Cállate ya Charlie — le dije, o más bien le grité. Porque me había puesto nerviosa con sus palabras anteriores, y no me apetecía seguir oyéndole — Ahora, a dormir — le tumbé sobre la cama y me dirigí al baño a mojarme un poco las manos, para después darle suaves toques con ellas detrás de su nuca; sin saber si esto haría efecto alguno.

Le escribí una nota al lado de su mesita de noche, en la que le decía que me llamase al despertar.

Recibí entonces un mensaje de Ray, que me decía que me esperaba en las Tres Hojas; no me pensé demasiado en marcharme e ir hacia allá.

Siete ® H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora