XIII

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"Está en las estrellas, ha sido escrito en las cicatrices de nuestros corazones, no estamos rotos, solo retorcidos, y podemos aprender a amar de nuevo".

: : C A P Í T U L O  T R E C E | Pesadillas

Siete años atrás, Oregón.

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 Un soplo de viento acaricia mi cara con la misma suavidad y cariño que la mano de mi madre, un tacto que lenta y dolorosamente he comenzado a olvidar.

Se encuentra aquí frente a mí; mirándome desde arriba con una curiosidad palpable. 

Trae un algodón de azúcar en su mano derecha. Su expresión refleja compasión al ver mi rostro mojado por las lágrimas.

Se detiene a mi lado, su cabello rubio ondea al viento. Sus ojos llamean como el fuego, de un tono puro, claro. Crudo. Pero son tan fríos, vacíos, sin emociones sólo reacciones. Su diáfana mirada glacial como el más duro invierno, tan neutral que llega a parecer irreal, no se aparta de mí.

 Él ya no es un niño. Y no lo deduzco por su apariencia, sino por el dolor que sus ojos no pueden esconder, lo que ellos profesan. Aparenta unos once años desde su nacimiento, pero tiene mucho más de vivir.

 Se pone de cuclillas a mi lado y se inclina para ver una nueva panorámica de mi rostro, me regala una tierna y cálida sonrisa, una sonrisa un poco distorsionada por el vago reflejo de la nada en su alma. Pero aún así confortadora.

 Me ofrece gentilmente un pedazo de su golosina, pero no tengo ganas de comer nada. Y menos de lo que me ofrece un extraño.

 - Mira que niña tan bonita - susurra con voz suave y un poco divertida -. Incluso te logré confundir con el sol...  - su frente lisa se arruga -. ¿Por qué lloras?

Exhalo fuerte con la nariz.

 - ¿Y por qué no? Todos esos niños se ríen por el color de mi cabello. Por más que golpeo a todos los que lo hacen, de igual forma duele - confieso escondiendo mi rostro entre mis manos. Él me mira desconcertado. Como si estuviera diciendo algo completamente absurdo.

 Resopla luego de un momento de silencio.

 - Pero que estúpidos, yo digo que tu cabello es lo más fantástico que he visto se en mi vida... Además, yo creía de que las princesas no lloraban - dice confuso. Alzo mi rostro y contemplo al niño que me mira sonriente. Su rostro es suave, lo desfigura uno que otro raspón en la mejilla y la sucia piel, aún así se ve más hermoso que cualquier niño que haya conocido antes. Sus ojos relampaguean ahora sí, como puras y salvajes llamitas azules, brilla con la luz del atardecer. Centellando de alegría.

 Viste una camiseta de manga corta y simple color verde. Unos par de jeans rotos desgastados y sus zapatillas le quedan un poco grandes. Lleva su cabello amarrado en una cola de caballo, aunque se escapan mechones rebeldes esparcidos por su infantil rostro. Su cabello pobre pide a gritos un corte.

 - No soy una princesa  digo y frunzo el ceño -. Ni siquiera uso vestidos como todas las niñas.

 - Oh, pero de seguro que te verías hermosa en uno. Claro que eres una princesa, o yo me estoy quedando ciego - desliza una mano por mi mejilla para colocar un mechón de pelo detrás de mi oreja -. Tu piel es suave y blanca, tu cabello rojo es precioso. Recuerdo una vez mi mamá me dijo que las princesas eran los seres más hermosos que jamás hayan existido. No importa si visten o no con vestidos. - Me vuelve a sonreír, mostrando su dentadura, le faltaba el diente delantero y eso le da un tono carismático -. Que yo sepa el sol no llora ¿o sí?

If you can't hang ; kellin quinn [iych #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora