Capítulo Cuarenta y Dos.

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10 de mayo, 2016.

Sacramento, California. Un año y un mes después. A decir verdad, no hay gran cambio, los edificios siguen en su lugar, las carreteras cada vez más llenas, más personas en las calles... Apagué el cigarro y me volteé para ver al castaño que aún no decidía si hoy es un hoy para usar verde o azul, rodé mis ojos al verlo sosteniendo las dos camisas en lo alto.

— ¡Joder, Michael! — chillé estresada. — Elige una jodida camisa, verás a tu ex, no a un ángel de la Victoria. — él me fulminó con su mirada y terminó tomando la camisa azul, ladeé mi sonrisa victoriosa antes de entrar en la habitación y cerrar la puerta del balcón. — Tienes una noche y — miré mi reloj. — cuatro horas de estar aquí, — tomé un calcetín e hice una mueca de asco. — ¿cómo demonios puedes hacer un desorden de esta magnitud en catorce horas?

Él terminó de abotonar su camisa para levantar la mirada y pasarla a mí.

— Oh cariño, tú sabes de lo que soy capaz en menos tiempo. — comentó coqueto. Ladeé mi cabeza y asentí.

— Siempre y cuando no tengas exceso de alcohol en tu cuerpo, cariño. — contesté divertida. Mike enarcó una ceja hacia mí. — Recuerdo un par de veces en las que tu mente estaba funcionando, pero tu cuerpo estaba en huelga... — sus ojos se abrieron a más no poder. — Ni dándote una descarga eléctrica funcionaba Mini Mike, fue realmente...

Se acercó a mí para tapar mi boca con su mano, interrumpiendo por completo mi frase.

— Habíamos acordado que eso había quedado en el pasado. — asentí. Él entrecerró sus ojos y quitó su mano lentamente.

— Fue una completa decepción, — me apresuré a terminar la frase. — completamente vergonzoso. ¿Sabes qué fue lo peor? — lo escuché dar un bufido. — Solo decías: "Oh, no funciona" y te dormías. — intenté imitar su voz tratando de no reír.

— ¿Acabaste de fastidiarme? — tomó su chaqueta y las llaves de su habitación.

Asentí antes de colgar mi bolso de mi hombro. Lo seguí fuera de la habitación, en completo silencio; ladeé mi sonrisa malévola al percatarme de la presencia de las mucamas en el pasadizo. Aclaré mi garganta ganándome la atención del castaño, me dio una mirada fulminante y negó con su cabeza.

— ¡Hola! — saludé a la pelirroja que estaba recostada al carrito de limpieza. — ¿De casualidad sabes algún remedio para la — me acerqué más a ella. — falta de emoción? — pregunté cómo susurro, pero lo suficientemente alto para que Mike escuchara. — He intentado todo y es como si viera un pedazo de plástico, las cosas simplemente no se emocionan... — sentí una mano tomando mi brazo y tirando de mí. — ¡Pero, cariño! Quizás ellas sepan, es normal, no te avergüences. — Mike siguió con su camino sin soltar el agarre de mi brazo. — ¡Gracias, chicas! ¡Si mejora les aviso! 

Esperó a que las puertas del elevador se cerraran para liberar mi brazo, lo escuché respirar fuertemente, tomó aire un par de veces antes de bajar su mirada y pasarla hacia mí. Mordí mi labio inferior intentando reprimir la carcajada que estaba a segundos de ser escupida.

— Vale... pasé el límite. — comenté aún intentando no reír. Él se encogió de hombros.

— Estoy seguro de que cuando vuelva a la habitación tendré un par de números de teléfono con ofertas. — ladeó su sonrisa divertida. — En ocasiones no es el sistema el que falla, es el operador, cariño. — rodé mis ojos y las puertas se abrieron de nuevo, atravesamos la recepción del hotel y esperamos que llegara el chofer que Mike había contratado.

Recuperando El Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora