Recuperando El Pasado.

Capítulo Cuarenta y cuatro.

Solté un suspiro, dejando escapar todo el aire que contenían mis pulmones para reemplazarlo inmediatamente con oxígeno nuevo; sorbí mi nariz una vez más y limpié el rastro de lágrimas que se había dibujado en mis mejillas. Sentí la caricia del pulgar del castaño pasar por la parte posterior de mi mano, ladeé mi sonrisa sin muchas ganas y le di un ligero apretón, levantó su cabeza y pasó la mirada a mí. Intenté sonreír como método de apoyo, pero estoy muy segura de que mi sonrisa es la peor en este momento, Mike devolvió el intento antes de pasar el dorso de su mano libre por su mejilla.

Levanté mi mirada para ver a Alex recostado a la pared del frente a nosotros, su mirada dio con la mía atrayendo mi atención por completo, como mosca atraída por la luz. Él dio media sonrisa, de la misma manera en la que yo se la había dado a Mike hace unos segundos, aunque Alex sigue fuera del tema, ya debe haberse hecho una idea de qué sucede, pero se mantiene al margen.

Fruncí el ceño al escuchar un escándalo en la estación de enfermeras del piso, ladeé mi cabeza intentando escuchar mejor la voz femenina que daba los alegatos. Abrí mis ojos a más no poder al reconocerla y miré rápidamente a Mike, él tenía la misma expresión que yo, aunque había una pinta divertida en su sonrisa, como si supiera lo que se avecinaba. Los pasos, o más bien zancadas, de mi madre se acercaron como estampida de ganado, llegó a la sala de espera en la que estábamos e ignoró por completo a Alex. Caminó hasta nosotros quedando frente a ambos, puso sus manos en sus caderas y enarcó su ceja a un nivel asombroso.

— ¿¡Por qué demonios no me llamaron!? — chilló molesta. Di un suspiro cansado antes de meter mi mano libre en la bolsa de mi pantalón, sacar el celular y desbloquear la pantalla para entrar al registro de llamadas, levanté mi mano lo suficiente para que alcanzara a ver las doce llamadas que había hecho a su teléfono. Sus ojos se abrieron y puedo apostar que los siguientes segundos que miró la pantalla los usó para inventar una excusa. — ¡No me importa, Elizabeth! — reí por lo bajo y guardé de nuevo el celular. — ¡Tienes teléfono, me llamas hasta que conteste!

Asentí sin querer discutir. Ella dio un bufido al percatarse de mi falta de emoción hacia su disgusto.

— Y tú, — miró a Mike. — ¿qué diablos te pasa, niño? Si algo le sucede a Matt me tienes que llamar, antes que a Elizabeth. — rodé mis ojos y recosté mi cabeza en la pared detrás de nosotros. — ¿Qué sucedió? ¿Por qué estás acá con la nariz completamente roja y los ojos llorosos en lugar de estar con tu padre?

Detrás de Jane apareció el tercer castaño, fruncí el ceño al verlo desplazarse hacia nosotros.

— Tú... — negué antes de que Mike terminara su frase.

— ¿Por qué nadie me había dicho nada? — la voz de Jay hizo que mi madre se sobresaltara al escucharlo detrás de ella. — No es un secreto que me debían guardar. — soltó notablemente molesto. Mike se levantó rápidamente y esquivó a mi madre para acercarse a Jay, seguí sus pasos ignorando los llamados insistentes de la pelinegra.

— Joshua... — Jay negó con su cabeza.

— Me enteré porque te fui a buscar a la oficina para darte unos documentos y tu asistente dijo que tenías una jodida semana sin llegar al trabajo. — se cruzó de hombros. — Así que fui de nuevo a mi edificio a buscarte, — me señaló. — pero adivinen quién tampoco estaba. Por lo que tuve que volver a administración para buscar a Matt y preguntar por ustedes dos ya que ninguno contestó mis llamadas... pero obviamente Matt no estaba y su asistente me dijo que estaba en California, lo cual inmediatamente supe que era una maldita mentira porque ustedes dos volvieron hace poco de allá y tu padre no iba en el viaje. — escupió sin bajar su nivel de molestia. — Así que, finalmente, llamé a Grace y después de mucho tiempo insistiendo soltó la información que ustedes dos debían haberme comentado hace dos meses.