Recuperando El Pasado.

Capítulo Cincuenta y tres.

22 junio, 2016.

Tomé uno de los carritos del supermercado y me acerqué a la entrada principal del local, las puertas automáticas se abrieron, empujé el carrito dentro de las instalaciones, sintiendo el aire acondicionado del lugar enfriar mi cuerpo. Pasé mis manos por mis brazos cubiertos con la delgada capa de tela de la sudadera que traía puesta, intentando calentarme un poco. Saqué la lista de cosas por comprar que había hecho en el trabajo y la releí para ubicarme en orden de los pasillos.

Odio estas mierdas.

Odio los supermercados y las personas con carritos.

Estiré mi mano para tomar el paquete de espaguetis del estante, revisé la marca y la fecha de vencimiento del producto; ni siquiera es por mí, pero Alex tiene una obsesión con hacer eso y supongo que la maña se me ha pegado. Taché el producto de la lista y empujé de nuevo el carrito antes de escuchar mi celular comenzar a sonar, di un bufido, detuve el carrito y saqué el teléfono de la bolsa de mi pantalón para ver la fotografía de Alex en la pantalla.

— No me ahorques... — soltó apenas supo que estaba escuchando. Abrí mis ojos a más no poder, preocupada de su siguiente frase. — Voy a llegar tarde. — rodé mis ojos al escuchar lo que ya había predicho.

— Te voy a ahorcar cuando llegues. — dije empujando el carrito de nuevo.

— Eso no será bueno que lo vea la trabajadora social. — comentó divertido.

— Alexander... — lo escuché reír por lo bajo. — Intenta llegar a tiempo, no sé cocinar la receta que dijiste que haría, sino voy a comprar pizza. — lo puedo imaginar negando con su cabeza de manera desaprobatoria. — ¡Muévete!

Corté la llamada para poder terminar de hacer la jodida compra sin problemas, o por lo menos no más de los normales. Recorrí todos y cada uno de los pasadizos, llené más de la mitad del carrito y me acerqué a la caja para comenzar a dejar los productos sobre la cinta para que la chica detrás de la máquina empezara a cobrarlos. Una vez que terminé de sacarlos del carrito avancé un poco para devolver los que ya estaban cobrados de nuevo al carrito.

Saqué el dinero y pagué la factura, guardé la cartera de nuevo en el bolso, ignorando la mueca de mala gana que tenía la señora que estaba detrás de mí; le di mi sonrisa más grande y seguí mi camino hacia el estacionamiento, guardé las bolsas en el maletero del auto y subí al asiento del conductor. No me van a arruinar mi día. Me dispuse a tomar la carretera que da al túnel para poder pasar al otro lado el río este, según el sistema de GPS demoraría cerca de treinta minutos, aunque el sistema no conoce los atajos que aprendí a usar después de querer pegarme un tiro con los embotellamientos.

Entre atajo y atajo logré llegar doce minutos antes de la hora que indicaba el GPS, estacioné el auto en el garaje de la casa, miré una vez más la hora rogando por que las dos horas que faltaban para que la trabajadora llegara se hicieran eternas. Bajé del auto, quité el seguro de la puerta del maletero, levanté la puerta y me incliné para tomar dos bolsas con la intención de dejarlas dentro de la casa.

— ¿Te ayudo con algo? — di un salto que hizo que chocara mi cabeza con la puerta del auto. Dejé las bolsas de nuevo en el maletero para llevar mis manos a mi cabeza y sobar la parte que había pegado.

— ¡Maldición, Clarissa! — chillé aún con el corazón en la mano. Clarie rió por lo bajo y se adelantó a tomar las dos bolsas que yo había dejado. — ¿¡Qué diablos haces acá!? — pregunté calmando mi ritmo cardiaco.

— Vivo aquí. — se encogió de hombros, sin quitar su sonrisa divertida. — Terminé el trabajo en grupo temprano, así que decidí venir a la casa.