Capítulo Treinta y dos.

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4 de abril, 2016.

Terminé de acomodar el vestido para comenzar de subir la cremallera hasta donde mi mano llegaba. Até mi cabello en una coleta alta antes de salir del vestidor, levanté un poco la falda rosa del vestido y me acerqué a tocar la puerta continua. La castaña abrió dos segundos después, aún acomodando su vestido, soltó un poco de aire haciendo que un mechón que caía sobre su rostro volara hasta volver a caer en el mismo lugar.

Reí por lo bajo por la expresión de pocos amigos que tenía ella, entrecerró sus ojos y se volvió dándome la espalda, subí la cremallera de su vestido y la vi reflejada en el espejo, ladeé mi sonrisa y asentí. Hay que aceptar que Hill no tuvo tan mal gusto con estos vestidos, es decir, hubiera preferido otro tono, pero es su boda. Scar subió mi cremallera y salimos del vestidor para encontrarnos a Hannah, Clarie y Elena batallando con su prenda.

Un vestido rosa pálido, con escote en corazón y sin tirantes; entallado en la cintura, con un cinturón de perlas blancas rodeándolo y la falda suelta hasta el suelo. Los zapatos son un poco más oscuros que el tono del vestido y de unos cinco centímetros de tacón, ya que Scar se quejó porque no quería parecer un venado recién nacido caminando hacia el altar.

– ¡Se ven hermosas! – chilló Hill detrás de nosotras. Me volteé para encontrarla con sus ojos cristalizados, mi madre llegó a su lado y la abrazó.

– ¡Lauren, erguida! – rodé mis ojos y caminé de vuelta al vestidor con la intención de quitarme el vestido.

Cerré la puerta tras de mí y me miré en el espejo. No pude evitar ladear mi sonrisa, esto es tan irreal; mi mejor amigo está comprometido a pocos meses de casarse y ya tiene un pequeño de ocho meses, es imposible no sentirse orgullosa de él, pero a la vez se siente esa presión en el pecho, exactamente donde sabes y te das cuenta de que realmente formalizará su vida.

Joshua tuvo el valor para formar su propia vida y adueñarse de ella, sin miedo a nada: y yo estoy sentada frente al espejo del vestidor en una tienda de vestidos de novia envidiando la vida de mi mejor amigo, soy la mejor persona.

– ¡Lauren! – sacudí mi cabeza para salir de mis pensamientos, me levanté y comencé a quitarme el vestido. – ¡Necesito que me des el vestido para que lo empaquen junto a los demás!

Asentí como si pudiera verme, saqué el vestido de mi cuerpo y lo lancé por encima de la puerta del vestidor. Volví a colocarme la blusa y el pantalón que traía antes y salí una vez más. Tomé el bolso, me despedí de las chicas y caminé fuera de la tienda, desactivé la alarma del auto y subí al asiento del conductor. Recosté mi cabeza al respaldar del asiento y cerré mis ojos un par de segundos.

– ¿Qué estás haciendo, Lauren? – dije en voz alta.

Di un suspiro antes de encender el auto y ponerlo en marcha, me dirigí a la cafetería vieja que se había vuelto la zona de encuentros, a unas diez cuadras de la tienda en la que estaba. Me desvié por atajos para no tener que meterme a los embotellamientos de las carreteras centrales. Apagué el motor del auto y bajé del mismo, entré al local y caminé hacia el fondo, a la típica mesa esquinera con vista hacia la carretera.

El hombre canoso se levantó para recibirme con un abrazo, de esos que hacen que dejes de tocar el suelo por un par de segundos. Rodeé sus hombros con mis brazos, aferrándome a él con el miedo de caer. Edmund volvió a dejarme en tierra firme, se alejó un poco para besar mi frente y mover la silla antes de hacerme un ademán para que me sentara. Rodeó la mesa y se dejó caer frente a mí.

– Me atreví a ordenar por ti. – ladeé mi sonrisa al ver el café junto a la galleta de chispas de chocolate. – ¿Quieres algo más?

– No, está perfecto. – él agrandó su sonrisa y asintió.

Recuperando El Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora