Capítulo Cuarenta y siete.

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27 de mayo, 2016.

Estacioné el auto fuera de la casa de Jay, me miré en el retrovisor e hice una mueca; la verdad es que dormir en una tienda de campaña en medio de la nada no es una siesta embellecedora. Tomé mi bolso y bajé antes de ponerle la alarma. Me desplacé por la pequeña acera de cemento que llevaba a la entrada principal, abrí y entré para sorprenderme al ver el gran desastre de la sala de estar. Me agaché para recoger la botella de vodka vacía que estaba a un par de centímetros de la puerta, cerca del sillón había por lo menos dos más.

— ¡Hillary! — grité y dejé la botella en el mesón de la cocina. — ¡Elena! — escuché un portazo detrás de mí, me volteé rápidamente y fruncí el ceño al ver a la castaña aún en pijama. — ¿Qué diablos?

— No hables tan fuerte. — se dejó caer en el sillón de la sala y llevó sus manos a su cabeza.

Rodé mis ojos y entré a la cocina, abrí el segundo cajón del estante aéreo y saqué la caja con pastillas lo suficientemente fuertes para eliminar la jaqueca de la resaca en pocos minutos. Ladeé mi cabeza para terminar tomando toda la tableta, serví un vaso de agua y me acerqué de nuevo a Elena, tomé su mano y le entregué las dos capsulas junto al vaso de vidrio. Me aseguré de que se las tomara para seguir mi camino hacia las habitaciones, abrí la puerta de la que era la habitación de Hannah para encontrármela durmiendo completamente abrazada a mi hermana, ambas babeándose la una a la otra. Reí por lo bajo y por obvias razones, saqué mi celular y capté el momento.

— ¡Hora de levantarse! — grité después de lanzar la almohada que estaba bastante cerca de mi posición. Ambas se incorporaron de un salto dando un quejido de dolor. — Creí que ustedes dos iban a ser las responsables.

— ¿Qué hora es? — Clarie se sentó en el borde de la cama sin abrir sus ojos.

— Es tiempo de que ya todas estén bañadas y peinándose. — tomé la cortina para tirar de ella y dejar que la luz entrara a la habitación. — Los estilistas están por llegar y ustedes ni siquiera se han levantado. ¡Muévanse!

Vi a Hannah hacer un intento por levantarse, pero terminó dejándose caer de nuevo en la cama. Bufé y salí de la habitación para dirigirme a la principal, negué con mi cabeza al ver a Hillary acostada a lo ancho de la cama, abrazada a todas y cada una de las almohadas, con su cabello completamente desordenado y una mueca de asco en su rostro.

— Hill, te casas en unas horas. — susurré antes de sentarme en la alfombra frete a ella. — Si te hace sentir mejor, Mike está peor que tú en este momento y Jay tiene resaca. — sus ojos se abrieron de golpe y más de lo normal.

— ¡Me traicionaste por ellos! — se sentó en la cama y me señaló con su índice, aunque segundos después la mueca de asco volvió a su rostro. Le tendí las pastillas y la botella de agua que tenía en la mesa de noche. — No puedo creer que me hayas traicionado por ellos.

— Estoy aquí y sin mí no habrías llegado a la boda, así que no te quejes. — reí haciéndola entrecerrar sus ojos. Me levanté para acercarme al armario y sacar una toalla. — Dúchate, tu estilista llega en menos de una hora. — ella tomó la toalla sin quitar su mirada de pocos amigos. — ¿Dónde está Scar? — Hill se encogió de hombros como respuesta. — ¿Te duchas tú sola o tengo que hacerlo por ti? — pregunté enarcando una ceja, ella negó con su cabeza y se levantó lentamente, arrastró sus pasos hasta el baño y empujó débilmente la puerta.

Marqué el número de Alex y esperé a que me contestara, volví a la sala e intenté limpiar un poco el desastre que ellas habían provocado. Recogí cerca de cinco botellas vacías antes de que Alex contestara la llamada.

Recuperando El Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora