Capítulo Sesenta y siete.

61 9 28
                                    

20 de agosto, 2016.

Apagué el motor de auto y clavé mi mirada en la casa con un jardín envidiable, de esos donde el césped apenas es visible por la cantidad de flores y arbustos sobre el mismo; a ambos lados del sendero del centro que guía a la puerta principal están las marcas en cemento donde se deben parquear los autos. Cuando comencé a salir con Alex me había advertido que, si en algún momento debía estacionar el auto en su casa, debía evitar, por mi bien, tocar el césped o conocería la versión diabólica de Naomi; desde entonces, estaciono al borde de la carretera. No es un camino muy transitado, no está sobre carretera principal ni autopista, así que no hay mucho riesgo de ser multado.

Saqué las llaves del inicio y las guardé en el bolso pequeño que reposaba en el asiento del acompañante, bajé del auto y activé la alarma. Sobre las marcas de cemento de la derecha estaba el doble tracción de Richard. Miré a la izquierda frunciendo el ceño al no ver el camaro por ninguna parte.

Terminé de subir los tres escalones del porche, solté el aire y levanté la mano para tocar la puerta dos veces antes de retroceder de nuevo y esperar a que me abrieran... si es que aún me quieren ver por acá. Me volteé al escuchar pisadas tras de mí, ladeé mi sonrisa y me agaché para recibir la bola de pelos marrón que corría a toda velocidad con la lengua afuera en mi dirección. Chocó mi pechó con sus patas delanteras, derribándome; inmediatamente comenzó a lamer mi rostro, provocándome cosquillas.

— ¡Leia! — solté entre carcajadas. Logré apartarla lo suficiente para incorporarme y levantarme; la rubia aseñorada se mantuvo a un par de metros, con el bulldog francés a su lado, Visto movía su colita de un lado al otro esperando que Leia se quitara para él poder acercarse. Cuando el labrador se sentó, el pequeño caminó sin perder la elegancia; me incliné y lo levanté acomodándolo en mi cintura, rápidamente lamió mi mejilla y soltó un jadeo.

Una vez que Visto volvió al suelo pasé mi mirada a Naomi y mi instinto de escape comenzó a encenderse; la rubia tenía su entrecejo fruncido, los brazos cruzados sobre su pecho y su peso apoyado sobre su pierna derecha. Pasé mis manos un par de veces por mi pantalón, intentando no correr en dirección opuesta.

— Es bueno verte, Lauren. — el tono de su voz sonaba un tanto frío, lo suficiente para aterrarme.

— Yo... — aclaré mi garganta. — ¿Alex está? — ella negó con la cabeza y subió los tres escalones para abrir la puerta principal y entrar; la seguí al no sentir el portazo en mi nariz.

— Salió con Richard hace un par de horas, ya deben venir de camino. — dijo sin voltear a mirarme y sin dejar de caminar por el largo y ancho pasadizo hasta la cocina.

Sacó dos vasos, los llenó de hielo y luego de agua para entregarme uno, tomó asiento en el banco frente a mí, con el mesón de granito en medio de ambas. Estiré la mano, aún nerviosa, para aceptar el vaso e imité su acción, sentándome en el banco más cercano.

Los siguientes dos minutos fueron eternos e incómodos. Naomi no me había quitado la mirada de encima, no había relajado el entrecejo ni había dejado de fruncir los labios.

— Se supone que están casados. — soltó de repente, sorprendiéndome. — Aunque no me hayan invitado; se supone que son un matrimonio. — bajé levemente la mirada, nunca se había quejado por nuestra boda improvisada. — En un matrimonio no pueden huir en direcciones contrarias, deben tirar de la cuerda del mismo lado, de lo contrario terminarán rompiéndola. — su tono sonó un poco más suave, luego soltó un suspiro. — El silencio no es la solución, una pareja sin comunicación está muerta. — asentí ligeramente. — Entiendo que necesitaran un tiempo para procesar la noticia, pero no entiendo porque en diferentes casas, sin hablarse; no entiendo por qué solos. Si traes esos anillos, — señaló la cadena que colgaba de mi cuello. — es porque hicieron una promesa, no es algo que se pueda pasar por alto. Prometieron estar en las buenas y en las malas; estas son las malas. — llevé por reflejo mi mano a mi cuello, tomando los anillos y encerrándolos en mi puño. — Ya se lo dije a Alexander; prometió estar a tu lado en todo momento y ser tu pilar; pero a como se lo dije a él, te lo digo a ti... eres su pilar. Yo lo crie, di mi mejor esfuerzo para formar una persona con valores y responsabilidades, y él te eligió a ti para compartir su vida, ahora es tu turno para motivarlo a ser mejor persona. No pueden luchar entre ustedes, deben unir fuerzas para salir de la tormenta.

Recuperando El Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora