11. "Mía."

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Creo que mi corazón se ha detenido por segunda vez en menos de dos minutos. Sus perfectas facciones están completamente desencajadas, mirando con furia impresa en los ojos a Trevor, mientras le grita: –¡¿Qué mierda crees que estás haciendo?!

Violentamente lo despega de mí y suelto un chillido, yendo hacia ellos para separarlos. Pero Harry es más rápido que yo y me aparta con el brazo. En un abrir y cerrar de ojos estampa su pesado puño contra la cara del rubio mientras lo sostiene de su remera blanca. Suelto otro chillido mientras llevo mi mano a su puño, que parece impresionablemente pequeña ante la gigante mano del rizado.

–¡Joder, Harry! –grito. –¿Qué está mal contigo? 

Hace caso omiso a mis palabras, mientras con la otra mano agita a Trevor, y lo acerca a su cara. El miedo está impreso en la mía, mientras que Trevor está inusualmente sereno, con la sangre ya manando de su nariz y manchando su remera blanca, como si hubiera estado esperando que eso sucediera.

–Ella es mía. ¿Me has escuchado, imbécil? –gruñe.

Y otra vez, la sensación de que mi corazón se ha detenido en mi puto pecho. Joder. 

Harry suelta a Trevor, que se desploma en el suelo con un quejido. Siento pena por él, hasta que vuelvo mi cara a Harry. Toda la pena se ha transformado en furia en el momento en el que veo sus ojos. Sus hermosos ojos esmeraldas están... rojos.

Reparo en la cantidad de gente que se ha reunido a nuestros alrededores y en que Jay y Camille están con Trevor, junto con otros de sus compañeros de fútbol. Más tranquila porque tiene compañía, decido que tengo que aclararle un par de cosas a Harry antes de irme de esta maldita fiesta con Trevor.

–Ven aquí, idiota. –vocifero.

Aprieto mi mano en torno a su puño y tiro de él. La gente se abre paso y se gira para mirarnos, como si esperaran que yo comenzara a llorar y a decirle que soy suya, totalmente suya y que quiero volver con él.

Pero eso no sucedería ni en sus más salvajes sueños.

Bajo las escaleras del porche, él pisando mis talones. Voy hacia la parte lateral de la casa, donde no hay tanto ruido (o menos que en donde estábamos).  Tomo su cara desde el mentón con una mano. El olor a alcohol llega rápidamente a mis fosas nasales.

–Mírame, maldita sea. –ordeno.

Tengo que agitar su cara para lograr que enfoque su vista en mí. La luz logra iluminar apenas sus ojos, pero están visiblemente rojos. Suelto su cara y me alejo, pasándome las manos por el pelo.

–¿Por qué te haces esto?

Se encoge de hombros con actitud despreocupada. –Quiero divertirme. 

–Hay otras formas, ¿sabes? Alcohol. Incluso tabaco. Pero, ¿esto?

–Tranquila...

–Yo... –digo volviéndome a pasar las manos por el pelo. –Demonios, tú. ¿Qué sucede contigo?

Aprieto los puños, clavándome las uñas en las palmas. Apuesto a que mis nudillos están blancos y ya siento que se me están a punto de caer las lágrimas por la impotencia.

–Te drogas, te emborrachas y luego vienes y reclamas que soy tuya, cuando creo que ya me has dejado bastante claro que no lo soy y que no te importa nada sobre mí.

–Y de verdad no me importa, pero eso no quita que seas mía. 

Esa declaración me hace poner casi roja de la furia. Estampo mi mano en su mejilla, que queda dolorosamente roja.

She's Broken. | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora