41. "Arrepentimiento."

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*Recuerden que lo que está en cursiva es un flashback o recuerdo.



Muchos piensan en la vida como algo efímero. Yo soy una de esas personas. Creo fervientemente en que la vida de cada uno de nosotros no es más que un pequeño renglón en un libro de interminables páginas. Hay páginas que aún están en blanco, que esperan que la mano divina las llene de relatos, historias, audacias y aventuras, son páginas inexpertas que aún no han sido rellenadas. Pero también hay páginas escritas, llena de todo tipo de vivencias y sabidurías. Y hasta la más inocente persona tiene un renglón en ese libro. Yo lo tengo. Tú lo tienes. Todos nosotros lo tenemos. Pero cuidado, es sólo un renglón; y no debemos desaprovecharlo.

Cuando era pequeña solía hacerle muchas preguntas a mi mamá sobre la vida y la muerte. Sobre lo que pasaba después... a dónde íbamos una vez que abandonábamos el mundo de los vivos. Mamá nunca supo responderme. Papá, en cambio, sostenía que íbamos a un lugar mejor, alejado de las avaricias, los pecados y todo lo malo e impuro del mundo terrenal. Pero yo nunca logré comprenderlo en su totalidad. Aún ahora, con casi dieciocho años, puedo decir que no sé a dónde iré cuando muera. Quizás, no pasará nada y simplemente dejaré de existir. Pero si no lo hago, ¿qué será de mí? ¿Dónde estaré? ¿ Y con quién?

Otro de mis firmes pensamientos es que la vida es una pequeña montaña rusa. Sí, pequeña. Con alegrías y triunfos, así como también con derrotas y tristezas. La vida da giros inesperados; de un segundo a otro, nuestro destino puede ser otro completamente distinto al que hemos planeado. Nada es como queremos. Nada es eterno. Y, en verdad, no vale la pena especular con el futuro, cuando ni siquiera sabemos si va a haber un mañana para nosotros, o para nuestros seres queridos. Tal vez hoy puede ser el último día, quizás no; pero de todas maneras siempre es bueno disfrutar cada día como si de él se tratara. Aprovechar cada contacto con lo que amamos, respirar profundo, reírnos como si nos estuvieran contando el más gracioso de los chistes, llorar con sentimiento, contemplar (y valorar) cada cosa como si fuera la primera y la última vez que la observamos, maravillarnos ante cada puesta de sol, ante cada amanecer, ante cada regalo que nos dará nuestra inesperada vida. Y amar como el más loco poeta.

Porque lo único seguro que tenemos en la vida es la muerte.

Las personas no siempre (de hecho, nunca) somos capaces de disfrutar y entender lo mucho que tenemos hasta que lo perdemos. Y yo, que hoy estuve a punto de perder a mi padre, ahora lo comprendo. Ahora comprendo cuán efímera es la vida, cuán desastrosa y perra puede llegar a ser contigo en los momentos más inesperados. Cuán corta es para muchos.

Un gemido ahogado se deja caer de mis labios mientras me remuevo inconsciente sobre la increíblemente incómoda silla de plástico azul. La dureza del material está haciendo (literalmente) trizas mi adolorido trasero. Finalmente, mi sueño es interrumpido por la chillona voz de Blair gritando por el móvil al que supongo es su novio de turno. Abro los cansados ojos, hinchados por la falta de sueño y las lágrimas derramadas y miro a Blair, que está del otro lado del pasillo sentada en una hilera de sillas idéntica a la que me encuentro yo. Sus ojos están igualmente hinchados que los míos. Me mira, haciendo estallar el odio que me tiene en sus pupilas. Y, de igual forma, le transmito mis sentimientos, logrando que se levante y se marche de la sala de espera, aún vociferando cosas hacia su novio.

Los asientos crujen a mi costado, captando mi atención. Giro mi cabeza, encontrándome con mi madre, quien está más pálida de lo normal. Trémulos dedos sostienen dos vasos de cartón reciclable, haciendo que el líquido en su interior se tambalee y amenace con escaparse de su recipiente.

–Te traje esto. –murmura, tendiéndome uno de los vasos. –Pensé que lo necesitarías.

La miro para agarrar el vaso de humeante café y me detengo a observarla. Sus labios tiemblan como si del más fino papel se tratara, sus ojeras están bastante marcadas y tiene los ojos hinchados, como nosotras, haciendo lucir su cara muchísimo más demacrada que siempre. Cuando toco su mano para agarrar el café, puedo comprobar que está helada. Y entonces comprendo que mi madre nunca dejó de amarlo. Yo lo sabía, sólo que me había costado verlo con claridad. Ella está realmente preocupada por él y puedo verlo por sus facciones, incluso por la temperatura de su cuerpo.

She's Broken. | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora