36. "Sentimientos encontrados."

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Un pitido. Dos pitidos. Música. Tres pitidos. Otra vez música.

Soy arrancada bruscamente de los brazos de Morfeo por sólo una razón: Julie no sabe qué ponerse para esta noche. Entre insultos, murmuros nada catalogados para una mujer y demás cosas inapropiadas para decir, atiendo el teléfono que no para de sonar, mientras el horroroso sonido que emite el timbre sigue haciendo eco en mi cabeza y retumbando como si tuviera cinco jugadores de rugby dentro de mi cerebro.

–Mierda, ¿qué? –gruño.

–Alguien no se despertó de buenas... –su alegre voz canturrea.

–¡No! ¡No si te tengo llamándome a las ocho de la mañana para que te diga qué ropa debes usar!


–Primero, son las doce del mediodía. Segundo, estoy abajo, abre la maldita puerta.


La comunicación se corta en el momento, mientras sigo maldiciéndola. Bueno, hay un lado positivo: no son las ocho de la mañana.

Me calzo mis pantuflas de conejo y bajo las escaleras atando mi mata enmarañada de cabello rubio en una coleta alta. Me encuentro del otro lado de la puerta con Julie, quien me mira sonriente sosteniendo una bolsa de cartón en sus brazos y con una mochila colgada en la espalda. Deduzco que ahí trae ropa, ropa, ropa y zapatos. Ah, y más ropa.

Me sonríe aun más, marcando dolorosos hoyuelos en sus mejillas. –¿Lista para follar con Harry?

Entra a la casa, pasando de largo y sube las escaleras. Me doy vuelta con las manos en la cadera, cerrando la puerta de una patada.

–¡Juliette! –jadeo con horror.

A media escalera, se da vuelta. –¿Qué? Si todos sabemos lo que va a pasar esta noche.

–Yo sé lo que no va a pasar: sexo. Y menos con Harry.

–¿Qué sucede contigo? ¡Está loco por ti y tú estás loca por él!

Levanto las cejas y las manos, dando énfasis a lo que digo. –Entonces apelemos a que el buen juicio nos ilumine.

Parto hacia la cocina mientras Julie gruñe y sube con estrépito las escaleras. Pongo agua a calentar para hacerme un té y, mientras espero, me recargo en la encimera y comienzo a mirar mis uñas, mientras mi cabeza se transporta hacia otro lugar. Mis sentidos viajan hacia Harry, como ya hacían últimamente todo el tiempo. Cosa que me molestaba, porque no podía dejar de pensar en él y en los variados sentimientos encontrados que el rizado causaba en mí.

Los días han pasado desde el pequeño gran incidente del Tower Bridge. Desde esa noche, comenzamos a hablar. Mucho. Todos los días hablábamos, ya sea por línea telefónica o por WhatsApp. También nos hemos reunido junto con nuestros amigos bastantes veces y, joder, no quiero que pase, pero se está convirtiendo en parte de mí. Otra vez. Harry está comenzando a formar parte de mi día a día y eso no me gusta. Quiero que eso pare, pero a la vez, me es imposible dejar de hablarle.

El silbido de la pava anunciándome que el agua ya está caliente me trae de vuelta al mundo real. Al mundo en el que Harry (afortunadamente) no está conmigo. Me doy vuelta y apago la hornalla, saco la pava y vierto el agua hirviendo en la taza. Después de prepararme el té, subo las escaleras tarareando la pegajosa melodía de Happy. Julie está esperándome en mi habitación, sentada en la cama observando una pollera suelta y tiro alto de chifón color azul eléctrico. Dejo la taza en la mesita de luz y le arrebato la pollera.

–¿Te pondrás esto? –analizo la falda.

Es corta y demasiado reveladora. El suave material casi se deshace en mis dedos mientras la sostengo de la cintura, admirando el bonito color que casi hiere mis ojos de lo brillante que es. Siempre he amado el azul y no sé por qué.

She's Broken. | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora