Capítulo 4: "Cambios del tiempo"

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Los movimientos de la espada del príncipe cortaban en grandes rebanadas a la enorme bestia a la que se enfrentaba. Y aunque una criatura de cinco metros no era poca cosa, Arthur ya estaba bastante acostumbrado a acabar con aquellos monstruosos animales que constantemente le dificultaban su única misión: Salir del laberinto.

Han transcurrido seis meses desde que se separó de sus hermanos y llegó al laberinto. Y también desde que volvió a ver a Magnus.

Esos meses han sido para Arthur los más largos de toda su vida: No se comunica con nadie, el peligro acecha cada día, y él no puede hacer nada más que sobrevivir con lo que le sea posible. Y esos días, esas semanas... Claramente no le han bastado a Arthur para olvidar...

Apenas la bestia se desplomó en el suelo, Arthur guardó su espada y se arrodilló para recoger la piel del tigre rojo, colocándola sobre su cuerpo como un abrigo, ya que anteriormente la había dejado en el césped, para luchar con mayor facilidad.

Luego de asegurarse de tener su anillo en su dedo anular, empezó a caminar por el bosque, hasta quedar bajo un grueso tronco de un árbol bastante viejo, con el objetivo de tomar una pequeña siesta. Cuidadosamente se recostó y cerró los ojos... Estaba agotado por la pelea contra aquella gigante criatura, y ahora solamente quería descansar, o al menos hacer el intento. Pues por las noches, por más cansado que estuviese, le costaba bastante conciliar el sueño, debido a que la mayoría de las veces que lograba quedarse dormido, se le aparecía la imagen de Magnus en sus pesadillas, por lo que siempre despertaba atemorizado.

Repentinamente escuchó un chillido muy cerca de su oído, que le hizo pegar un salto en el lugar. Era un ratón blanco, vestido con una armadura hecha con hojas secas, el cual se llevo el anillo a la boca como si fuera un imán.

-¡Eh! ¡Oye! -le llamó Arthur, levantándose desesperado del suelo al ver que la rata empezó a escapar.

Con las pocas fuerzas que le quedaban empezó a seguirle, pero el ratón era tan rápido que Arthur apenas podía seguirle con la vista mientras corría.

-Maldita rata, si te atrapo te voy a... -iba a decir Arthur, cuando repentinamente pisó una red, que apenas tuvo contacto con su pie se abrió, aprisionándolo en un montón de cuerdas, que lo dejaron colgado de una rama y en una posición bastante incómoda.

Arthur esperó unos segundos en silencio, algo temeroso de pedir ayuda. Ahora, con ambos pies sin tocar el suelo y envuelto en una gigante red de pesca, esperaba que lo liberaran para ir en busca del ratón.

-Stanki... ¿Qué es esto? -escuchó una voz masculina a unos pocos metros. Al mismo tiempo que una rama le tocó la espalda, provocándole fuertes escalofríos.

"¿Stanki?" preguntó Arthur para sus adentros, moviéndose de lado a lado para romper la red, debido a que no alcanzaba a desenfundar su espada por falta de espacio.

-¿Será peligroso? -volvió a escuchar la voz, al mismo tiempo que la rama volvió a golpearle a través de la red, pero esta vez en la zona de la nuca-. Quieto -le ordenó la misma voz. Y Arthur, mirando por el rabillo del ojo, se percató de que junto a su cabeza había una afilada punta de un arma blanca. Por lo que el príncipe alzó ambas manos en señal de inocencia, provocando así que el hombre alejara el filo a través de la red.

Arthur volteó con dificultad la cabeza, encontrándose con unos claros ojos azules, que resaltaban en un pálido y ligeramente ovalado rostro. Se trataba de un hombre pelirrojo de unos veintinueve años, que tenía un peinado que llamó bastante la atención de Arthur: Un tomate algo desordenado por sobre la altura de sus puntiagudas orejas, y a ambos lados de la cabeza dos pequeñas trenzas caían por sobre sus hombros.

-Una... Persona... -fueron las palabras que el príncipe logró articular, luego de varios segundos de completo silencio, en los cuales el elfo no se atrevió a soltar su arma de doble filo, similar a un hacha.

-¿Qué? -preguntó él. Al mismo tiempo que Arthur bajó la cabeza, provocando que el pelirrojo se confundiera, percatándose de que Arthur estaba llorando cuando este dejó salir un sollozo de sus labios-. ¿Él está...? -iba a preguntarle a su compañero roedor, que seguía con el anillo de Arthur en la boca.

-Al fin... -musitó Arthur entre ahogados sollozos.

El elfo guardó silencio, asombrado de que aquel humano, que hace un rato consideraba una amenaza, se hubiera puesto a llorar como si fuera un niño pequeño: De manera desesperada y sin control.

El ser de puntiagudas orejas, considerando la situación, se acercó al tronco y desató la red, liberando a Arthur y provocando que este se golpeara contra el césped. El hombre estaba dispuesto a interrogar a Arthur, aún dudando un poco de él, pero antes de que pudiera articular una primera pregunta, este se le lanzó encima, abrazándole con fuerza.

El elfo no sabía que hacer cuando la primera lágrima cayó sobre su hombro, seguida en pocos segundos por varias lágrimas, que terminaron en llanto, él no tenía claro como detener los lloriqueos del príncipe. Pero al darse cuenta de que Arthur era inofensivo, optó por abrazarlo, dándole unas cuantas palmadas en la espalda para consolarle, a pesar de que no sabía exactamente por qué lloraba.

-T-Tranquilo... -le dijo el elfo muy temeroso, mientras Arthur seguía llorando sin parar-. Cuéntame por qué lloras... Quizás yo pueda ayudarte.

Arthur asintió muy levemente, pero aunque quería, las lágrimas no se detenían. Él no lloraba por miedo del laberinto, lo hacía porque al fin tenía compañía luego de tanta soledad. Pues finalmente tenía a alguien a quién abrazar...

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Muchas gracias a Cata01_ por otro dibujo para mi historia 😍💖

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