Mientras Alan miraba al interior del bolso mágico, Colin se encontraba sentado en una de las sillas del pequeño hostal, revisando un poco las hojas de su cuaderno. Habían algunos recuerdos que le eran bastante lindos entre aquellas anécdotas, con los cuales el introvertido rubio no podía evitar sonreír.
-¿A qué se debe esa sonrisa, Colin? -le preguntó Alan, mientras se tiraba sobre su hermano menor-. ¿Estás seguro de qué no tienes a tus enamoradas en ese cuaderno? -quiso saber Alan, mirando con picardía al rubio de pelo corto.
-T-Te dije que no -negó Colin, golpeando suavemente a Alan con la tapa del diario, incitando que este se incorporara-. Es solo que... Hay cosas tan lindas aquí... ¿Recuerdas las competencias a caballo que tuve a los nueve años? Anoté algunas cosas de ese día... Pero mi letra era horrible en ese entonces.
-¡Cómo olvidarlo! -se rió Alan-. ¡Estuviste genial!
-Me desconcentraban tus gritos -dijo Colin, con una pequeña sonrisa-. Pero... Me hacían sentir feliz. Aunque hace mucho ya no practico...
-Podrías retomarlo, quizás eso te calme un poco -dijo Alan, dando por hecho que Colin estaba nervioso, y efectivamente así era.
-Podría ser, aunque ahora no estoy muy concentrado... -dijo Colin, mientras Alan buscaba dentro del bolso mágico uno de los frascos, con la intención de animar un poco al pecoso muchacho. Pero se detuvo de golpe al notar algo en su interior.
-Oye, Colin, hay algo dentro del bolso... -dijo Alan, inclinándose para mirar mejor al interior de este-. ¿Qué es eso?
-¿De qué hablas, Alan? -preguntó Colin, en el instante en el que Alan se introdujo dentro del bolso, quedando solo con los pies fuera de este-. ¡Alan, no hagas eso! -reclamaba Colin, sujetando a su hermano por los pies para evitar que este quedara atrapado al interior del artefacto de cuero.
-¡Lo tengo! -celebró Alan, al mismo tiempo que Colin le tiró desde las piernas con dificultad, logrando tras varios intentos sacar a su alto hermano mayor.
Al ver lo que Alan tenía en sus manos, no pudo evitar sentir que ya había visto aquello. Lo que Alan había encontrado era un viejo libro de tapa café, que con los años tenía las puntas muy gastadas al igual que el lomo.
-Ese libro... Es el que Arthur encontró en la casa de Tobel -mencionó Colin, y Alan pareció recordarlo también.
-¡Cierto! Lo había olvidado completamente -dijo Alan, mientras Colin se acomodaba en el asiento, dispuesto a abrir el libro-. Veamos que tiene.
-Vamos a ver... -murmuró Colin, abriendo el libro en una página que había quedado doblada.
-"Toque de la muerte"... Esto ya lo habíamos visto -leyó Alan.
-"Urasías" -volvió a leer Colin-. Dice que puede teletransportarse, tiene mucha fuerza y además el toque de la muerte, que fue el poder que desarrolló durante su infancia tras ser elegido por el mismísimo demonio para dominar el continente, y después el mundo.
-¿Tobel no escribió por qué el demonio lo designó para eso?
-No, solo sale un poco de la infancia de Urasías -aseguró Colin-. Dice que su poder le jugó en contra durante toda su infancia, pues fue encerrado en una cueva por muchísimos años... ¡Por sus propios padres! Qué fuerte...
Alan se limitó a bajar la mirada hacia el libro, mientras Colin se lamentaba pensando en el pobre niño enviado a la cueva.
-¿Qué hay en la siguiente página? -preguntó Alan, y Colin dio vuelta la amarillenta hoja, dejando a la vista un dibujo de una mujer de enormes cuernos, que vestía una pequeña armadura. Sus ojos estaban muy delineados de un tono oscuro, al igual que sus labios.

ESTÁS LEYENDO
Los nueve descendientes II
FantasíaSegundo libro de "Los nueve descendientes" Tras aquel inesperado encuentro, Arthur deberá buscar las respuestas a todas sus preguntas, aunque para lograrlo, deberá correr ciertos riesgos que podrían o no, arriesgar la vida de las personas que ama. ...