Capítulo 47: "La gran pesadilla revive"

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El muchacho de recién cumplidos 21 años se teletransportó en la entrada del castillo, para su suerte generalmente no habían guardias dentro de su hogar a esas horas.

Magnus nuevamente había llegado a altas horas de la madrugada al castillo. Desde los 16 se había juntado con Padre, Urasías y Abrahela cada noche a conversar y sobre todo para aprender a controlar sus poderes que creía haber disimulado bien de su familia durante esos años.

Por ahora él estaba centrado en informarse sobre Mazeriver para su coronación y ser un buen rey, y por las noches en controlar sus poderes para no causar un alboroto. Poco a poco había pensado en agregar de alguna manera en la sociedad a las criaturas mágicas que siempre han sido poco consideradas, como por ejemplo los elfos, hadas, centauros, y por sobre todo los demonios, para incluir a sus tres compañeros e incluso a él mismo en el pueblo de Mazeriver. Magnus sabía que era una idea arriesgada, pero en esos años le había tomado cariño a sus camaradas demoníacos. Sabía que ellos sentían. Ellos podían participar de la sociedad, o de eso intentaba convencerse.

"El conformismo es para personas sin ideales, sin razonamiento lógico ni deseos de cambiar el mundo, porque en nuestra sociedad siempre habrá algo por lo que luchar. Algo que debe ser modificado". Eso era un pensamiento que Magnus solía repetirse mientras pensaba en todo lo que podía implementar cuando fuera rey.

Él no quería ser un monarca cualquiera, sino que deseaba hacer algo por el mundo que fuera digno de ser recordado por la eternidad. Pero su deseo más grande era el de unir los reinos, la sociedad y todos los seres que habitan en ella. Para Magnus no existía diferencia entre razas, clase social ni ninguna de esas cosas. Para el príncipe todos merecían ser tratados iguales, con la diferencia de que los líderes de cada reino eran simplemente quienes debían luchar más por conseguirlo.

Pero ese día todo cambió.

Cuando iba hacia su cuarto tras tomar un poco de agua, sin dejar de pensar en todo lo que tenía que hacer, vio que la habitación de sus padres estaba iluminada con velas. Era raro que estuvieran despiertos tan tarde, ¿acaso finalmente descubrieron que no había estado en el castillo? No era posible. Él había sido muy discreto al teletransportarse con ayuda de Padre.

Luego de analizarlo un poco dio un paso frente a la puerta entreabierta de sus padres, pero no parecían haberle escuchado. Lo que le hizo convencerse de que no le habían estado esperando. Suspiró aliviado y se dispuso a seguir su camino, pero la voz de su madre irrumpió el silencio en el castillo.

-No puedes quedarte callado para siempre -Fueron las palabras de su progenitora al interior del cuarto-. Charles, no entiendes lo duro que fue para mí. Dime algo.

-¿Qué quieres que te diga? No puedo creer que me ocultaras algo tan importante -respondió el rey con mucha fuerza en la voz-. ¿Cómo no fuiste capaz de confesarme eso en tantos años?

-No era fácil decirlo -La voz de Diane estaba temblando-. No puedes ser así conmigo.

-Si tanto amabas a ese hombre debiste irte con él.

-No es así... Es un malentendido -dijo Diane en tono suplicante-. Tienes que creerme. Yo no lo amaba. Charles, tú eres el único para mí.

-Si fuera el único no hubieras tenido un hijo con otro hombre -le reclamó el rey-. Es mas, si lo hubieras confesado desde un inicio todo sería mejor para nuestros hijos... y para Magnus.

Al escuchar su nombre, el príncipe pegó la cabeza a la pared, cuidando que la luz de las velas no le iluminaran el rostro desde las afueras de la alcoba matrimonial. No entendía de qué hablaban sus padres, y tampoco podía ver mucho sus expresiones en la oscuridad. Solamente veía que su madre estaba sentada en la cama y el rey Charles de pie junto a ella sin quitarle los ojos de encima.

Los nueve descendientes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora