Capítulo 31: "La misteriosa habitación del príncipe"

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-Yo... tengo que decirle a los demás que estás aquí -se emocionó Colin, secando sus lágrimas y tomando la mano de Arthur para hacerle pasar, pero antes de que lograra que este ingresara a la casa, les interrumpió una voz muy particular:

-Colin, ¿quién era? -preguntó la voz. Era Alan, el cual apenas se asomó por el marco de la puerta se quedó con la vista fija en Arthur, el cual no pudo evitar sonreír al verle.

-¡Alan! -celebró el chico del parche, y el rubio de largo cabello debió procesar lo que sucedía durante unos segundos-. ¿No me reconoces? Soy Ar...

Alan se le lanzó encima sin dejarle terminar, abrazándolo con tanta fuerza que su rostro se puso un poco rojo. Para luego tomar las manos de Arthur, haciéndole girar en círculos, mientras a su alrededor sus clones aplaudían emocionados.

-No puedo creerlo -dijo Alan entre lágrimas, aplastando las mejillas de Arthur-. ¡De verdad eres tú!

Colin en tanto corrió hacia una especie de establo que Arthur jamás había visto.

-¡Erin, adivina quien ha regresado! -habló Colin hacia las tablas de madera, moviendo una gran puerta que liberó a Erinko.

-¡Qué estilo, Arthur! -se rió Alan, aún abrazándole-. ¿Sabes cuantas veces fuimos a buscarte con Colin al bosque? ¡Menos mal que estás bien!

Arthur soltó una carcajada ante la reacción de Alan, y tras ver que la puerta del gran establo se abrió, optó por prepararse para recibir a su pequeño Erinko. Pero en su lugar terminó encontrándose con un dragón de escamosa piel azul, que le superaba considerablemente en altura.

-¡Erin, qué alegría! -se rió Arthur, acercándose para acariciar a su compañero, pero este retrocedió, levantando su filosa cola y dejando al descubierto sus "cuchillas"-. ¡Espera, soy Arthur!

Erinko parecía no comprender el mensaje, pero reconoció el sonido del nombre "Arthur", por lo que con brusquedad le empujó, colocando su cabeza contra el pecho de este.

-¿Eh? ¿Erin? -preguntó Arthur, mientras Alan y Colin miraban la situación. El escupe fuego analizó unos segundos a Arthur y tras verle un momento pareció alegrarse. Por lo que no evitó lanzarse encima suyo.

-¡Erin! -festejó Arthur, mientras el dragón jugaba acariciando al príncipe con su cabeza.

Alan se burló de la reacción de Erinko. Y Colin se limitaba a contener la risa.

-¿Qué es todo este alboroto? -preguntó Adelina, apareciendo por la puerta junto a Tristán y Leila, la cual al ver al príncipe se quedó quieta unos segundos-. ¿Eh? ¿Y ese hombre quién es?

Arthur dejó de reír al ver a sus hermanas, y al oír la pregunta no supo qué pensar, ¿tan cambiado estaba para no ser reconocido por sus propias hermanas? Aunque no tenía motivo para quejarse, puesto que él no había reconocido a Adelina cuando se hacía pasar por una tal Mitza.

Por otro lado, la presencia de Tristán le fue indiferente, aunque la personalidad del chico no le agradaba del todo.

-Adelina... Leila... Soy yo, Arthur -les sonrió, conteniendo las ganas de llorar de emoción. Sobre todo al ver a la rubia, que había cuidado de él desde pequeño y que no veía hace más de un año.

-A-Arthur... -le nombró Leila, llevándose ambas manos a la boca-. ¡Tengo que estar soñando!

Al decir aquello la princesa corrió hacia los brazos de su hermano, que se encontraba en el suelo debido a Erinko. Y al abrazarle estalló en llanto, sin dejar de acariciar la espalda de este.

-A-Arthur, Arthur -tartamudeó Leila entre ahogados sollozos-. Gracias a Dios...

-Leila... Tranquila -le consoló Arthur, mientras la cara de ella se ponía un poco roja debido al llanto.

Los nueve descendientes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora