Capítulo 33: "Planes bajo amenaza"

38 4 4
                                    

Bianca se encontraba en su habitación tras la cena de celebración por la victoria de Magnus ante el Paideus. Había quedado satisfecha, por lo que lo único que deseaba hacer en esos momentos era dormir. Pero un fuerte grito le hizo sobresaltarse, lo que le hizo pensar de inmediato que podía ser Arthur, su revoltoso compañero de pasillo que está a unas diez puertas de distancia.

Bianca de inmediato se asomó un poco a mirar quien había gritado, topándose con la figura de su hermana Adelina, que corría desde el lado contrario a su habitación llegando hacia el interior de la alcoba de Arthur, usando un vestido completamente rasgado.

"¿Qué rayos está pasando?" pensó ella, aún asomándose por el pasillo.

-Allí hay una -sintió de pronto una voz de un hombre desde el otro pasadizo, por lo que rápidamente ingresó a su cuarto por completo, buscando con que defenderse.

El hombre era un guardia de Mazeriver, que no tardó en ingresar al cuarto de Bianca junto a cuatro hombres más.

-Es solo una niñita -se burló uno de los guardias-. Qué ternura.

-¿A quién llamas "niñita", pedazo de basura? -preguntó ella en cambio, agarrando su cómoda de ropa y afirmándola sobre su cabeza con ambas manos. Justo en el instante en el que los hombres desenfundaron sus espadas.

La princesa no dudó en lanzarles el mueble, pero los hombres lo esquivaron haciéndose a un lado. Por lo cual Bianca empezó a lanzarles todo lo que le fue posible, pero eso no era suficiente.

De pronto una idea se le ocurrió cuando los uniformados empezaron a aproximarse a ella. Bianca dio un salto en el lugar, y el suelo se empezó a desnivelar muy levemente, quedando algunas zonas más altas que otras.

-Un paso más y destruyo todo el suelo con nosotros -les amenazó. Y uno de los guardias alzó una ceja.

-Como si fueras capaz de hacerlo, pequeña -respondió un hombre, y Bianca tomó impulso para volver a saltar, pero justo en ese instante una flecha le llegó cerca del tobillo izquierdo, provocando que ella soltara un quejido. Ahora le costaba sentir la pierna izquierda, y cada vez la herida ardía más.

-U-Ugh... -se quejó ella, cayendo de rodillas en el suelo.

-Encontramos la superfuerza -celebró uno de los soldados más jóvenes, acercándose a Bianca-. Ya es nuestro.

-N-No... -negaba Bianca mientras se acercaban a su anillo-. Esto es mío.

El hombre posó sus dedos sobre el anillo de Bianca, pero esta, usando su otra mano, agarró la muñeca del hombre, presionándola con las fuerzas que le quedaban, aunque no resistiría mucho.

Cuando Bianca dio todo por perdido, los soldados empezaron a caer de la nada, como si una espada los hubiera atravesado uno por uno. Y en ese instante pudo darse cuenta del por qué: Apenas los cuerpos se desplomaron, la figura de Zen apareció frente a sus ojos. El cual sacó con cuidado la flecha incrustada en la pierna de su hermana. La herida había comenzado a sangrar. Y Bianca intentó mostrar indiferencia, pero una lágrima de dolor le delató.

-Zen -le nombró Bianca, incorporándose con cuidado, y secando la lágrima con rapidez-. ¿Qué rayos está pasando...?

Zen no respondió, sino que se agachó frente a su hermana, para que esta se subiera en su espalda.

-No hay tiempo para explicaciones, vámonos -Zen dijo esto bastante sereno. Ni una expresión de su rostro mostraba que estuviera asustado. Absolutamente ninguna.

Bianca obedeció, a pesar de que su pierna estuviera algo herida. Y Zen no tardó en comenzar a correr por los pasillos con ella sobre su espalda.

La chica sentía una pequeña brisa mientras su hermano corría, evitando en lo posible a los guardias que se encontraba en su camino. La masacre era inmensa, y Bianca no podía apartar la mirada, porque en todas direcciones habían cuerpos o rastros de sangre.

Los nueve descendientes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora