1-D. El loco de la caja azul.

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Ajena a la cacería del almacén del muelle, Karin Aoi se hizo cargo del caso de la cabina azul.

Después de haberse ocupado de que trasladaran la mencionada cabina a los almacenes del ministerio del tiempo de Japón, Aoi supervisó personalmente el ingreso del hombre de los dos corazones en el hospital de New Port City. El sujeto permanecía dormido. Al parecer, esa transformación, o lo que sea lo que le sucedió, había consumido casi todas sus energías, sumiendo al extraño viajero en un profundo sueño.

Aoi estaba dispuesta a no fastidiarla en esta misión. El señor Katshuhiro fue muy exigente al respecto. Debía llegar al fondo de ese asunto. Se trataba de un viajero del tiempo no identificado que había aterrizado en mitad de esa autopista. Cuando los sistemas de vigilancia del ministerio del tiempo detectaron la emisión de partículas subatómicas exóticas que había irradiado ese objeto antes de materializarse, quedó claro que alguien debía personarse allí cuanto antes para investigar ese viaje no autorizado.

Karin estaba abochornada. Para empezar, se obstinó en pilotar ella misma el helicóptero. Lo hizo bien, pero llegó a perderse al desorientarse en las alturas de la ciudad. Tuvo que dejar que el piloto oficial contratado por el ministerio se encargara de llevarla al lugar de los hechos. Fue una gran vergüenza para ella comprobar que los de la Sección 9 ya estaban allí. Esa organización era famosa, entre otras cosas, por presentarse en los escenarios del crimen en cuestión de minutos. Para Karin, habría supuesto una gran subida de moral haber llegado antes que esos cíborgs metidos a policías.

Pero lo sucedido después fue los más extraño que había visto en su vida. Ese viajero, que estaba más muerto que vivo, se curó después de transformarse en otra persona.

¿Se había regenerado milagrosamente?

Karin tenía más preguntas que respuestas. Su trabajo era averiguar quién era el viajero, de dónde había venido y qué había venido a hacer. Así que no se separó de él. Llegó a dormir al lado de la cama del viajero, en la habitación del hospital, compartiéndola con un accidentado de tráfico.

Ya estaba muy avanzada la noche. Aunque afuera seguía haciendo calor, dentro del hospital, el ambiente era fresco gracias a los sistemas de aire acondicionado. Las enfermeras del turno de noche charlaban en la recepción de la planta, sobre los inventos que se expondrían en la noche siguiente en el museo de la ciudad.

En la penumbra de la habitación, Karin fue la primera en despertarse en su incómoda silla de acompañante. Espabiló de golpe, por culpa de los balbuceos del viajero durmiente. Hablaba en sueños. Repetía una palabra una y otra vez. Daleks, daleks, daleks. Y de vez en cuando, llamaba a una tal Leela, como si esa mujer estuviera en peligro.

Karin no necesitó encender la luz de la habitación para darse cuenta de que el viajero estaba teniendo una pesadilla. Sudaba y se agarraba a las sábanas, como si estuviera reviviendo una experiencia sumamente desagradable y terrible.

Y de pronto, el viajero se despertó de golpe, incorporándose en la cama y empapado en sudor, alzando una mano adelante al tiempo que gritaba:

–¡Leela, no!

–¿Quién es Leela?

El viajero se sobresaltó. Cuando recobró la consciencia, advirtió que estaba en un lugar extraño para él. Tampoco pudo reconocer la voz que hizo esa pregunta. En su mente todavía resonaban los zumbidos de los disparos de energía, los gritos de las víctimas, las voces artificiales de los invasores, a esa mujer fulminada por un tiro traicionero...

La luz sobre la cama se encendió. Entonces, el viajero pudo ver a la chica del uniforme ajustado que se sentaba en la silla de al lado. La niña se presentó:

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora