7-J. El infierno espacial.

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En el silencio de la batalla espacial, las aves de presa klingon volaban entre el fuego cruzado. Por un lado, rodeando Kronos, cuatro cubos Borg. Por el otro, la flota de la triple alianza, disparando desde una distancia prudencial.

El Doctor había dado instrucciones muy precisas. Las aves de presa no debían atacar. De momento, tenían que limitarse a acercarse a la nave enemiga lo máximo posible. Pero había cuatro cubos en vez de uno. ¿En cuál de ellos se encontraban la TARDIS?

Ante la incertidumbre, el Doctor se metió una mano en el bolsillo para coger la llave de latón. Pensó en usar la energía que irradiaba esa pieza para localizar a la TARDIS. Pero era consciente de que para realizar esa búsqueda, tendrían que utilizar los sensores activos de la ave de presa. Sería igual que si desactivaran el campo de camuflaje. Serían detectados y derribados en el acto.

Antes de hacer algo tan arriesgado, el Doctor quería probar otra cosa, un truco que había aprendido de Yoda. Cerró la mano que sostenía la llave en un puño y se concentró.

Mientras tanto, la batalla se recrudecía. Los resistentes klingons se apuntaron a participar en la confrontación. Desde Kronos se disparaban torpedos de fotón y misiles. Pero todos los proyectiles se desintegraban contra los escudos de los cubos Borg. Los aliados se veían obligados a cambiar las frecuencias de sus armas para lograr hacer mella en las complejas estructuras artificiales.

A pesar de tener los ojos cerrados y de hacer oídos sordos a las alarmadas voces klingon del puente de mando, el Doctor era consciente de todo lo que estaba pasando en el sector de batalla. Incluso podía percibir la presencia de los klingons de Kronos, que miraban al cielo traslúcido cuando no estaban luchando contra los Borg en tierra. También podía verificar que la atmósfera artificial dentro de los cubos era respirable, aunque muy cálido.

De pronto, lo percibió, una emisión de energía espacio-temporal, que presentaba la misma frecuencia que la de la llave que apretaba en la mano. El Doctor lo vio tan claro, que se dio cuenta de que disponían de menos tiempo del que creían.

Los Borg ya habían conseguido abrir la puerta de la cabina azul, introduciendo cables negros en el interior de la TARDIS.

El Doctor habló y señaló antes de empezar a abrir los ojos:

–¡Allí! ¡La TARDIS está en ese cubo de ahí! ¡Tenéis que concentrar el fuego en esa nave enemiga!

Arriesgándose a ser descubiertos, el capitán klingon transmitió la orden a las demás naves de la flota. Al instante, los disparos de la armada aliada se centraron en el cubo señalado por el Doctor. Incluso hubo naves alejadas que se lanzaron al ataque, realizando varias maniobras evasivas, para evitar ser alcanzadas por el fuego enemigo.

Los Borg no pudieron localizar a tiempo la señal que ordenó el ataque. De improviso, todas las naves se concentraron en agredir al mismo cubo, al que guardaba la TARDIS. Se preguntaban cómo habían localizado posición de la cabina azul sin necesidad de usar sensores activos.

Pero los Borg seguían subestimando al enemigo. ¿Qué pretendían? ¿Destruir la TARDIS bombardeando el cubo Borg? La triple alianza nunca lo conseguiría. Sus naves serían derribadas antes de que pudieran producir graves daños en la estructura del cubo.

Ignoraban las verdaderas intenciones del Doctor. No intentaban destruir su cubo, sino debilitar sus escudos.

Por esa razón, cuando las aves de presa se precipitaron hacia el cubo atacado, el Doctor y Kasius se dirigieron a la sala de teletransporte de a bordo. Karin, Krong, la cazadora, Matrix y la pareja klingon ya estaban en sus puestos, armados y listos para ser teletransportados cuando los escudos de los Borg se debilitasen lo suficiente como para permitir la entrada de los ocho intrusos.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora