Cuando el Doctor colgó el teléfono, se volvió a los dos agentes del ministerio del tiempo de España. Amelia no tardó en preguntar:
–¿Y ahora qué hacemos? ¿Esperamos a que se maten entre ellos?
–Afortunadamente –respondió el Doctor–, yo ya soy un experto a la hora de tratar con estos monstruos –se volvió a la ventana y llamó–. ¡Cazador!
El alienígena no tardó en hacerse visible en la ventana. El Doctor preguntó:
–¿Puedes distinguir a esa cosa de los demás seres humanos?
El Cazador recurrió a su propia voz para contestar:
–Cosa, pesadilla. Matar a muchos cazadores.
–Ya veo, no es la primera vez que los tuyos se enfrentan a este organismo –dijo el Doctor, para luego añadir, después de meditarlo unos segundos–. Karin va a necesitar un lanzallamas casero. ¿Puedes proporcionárselo?
Ante lo cual, el Cazador alzó el dedo pulgar hacia arriba y luego desapareció. Entonces, el Doctor se volvió a los dos agentes y conjeturó:
–Supongo que ustedes han estado vigilando esta mansión durante largo tiempo.
–No, nos hemos instalado ayer por la mañana –contestó Amelia–. ¿Por qué lo pregunta?
–Porque esa cosa no salió de la nada –señaló el Doctor–. Lo cierto es que, aparte del campo de cuarentena, no he percibido ninguna otra anomalía energética asociada a flujos de teletransporte espacio-temporal. Esa cosa ya estaba en esa mansión cuando hemos llegado, o incluso antes. Debió de permanecer aletargada o dormida. Y cuando al fin despertó, fue detectada por el individuo que activó el campo de cuarentena, impidiendo que invada la Tierra.
–Entiendo –asintió Amelia al tiempo que abría un ordenador portátil–. Tenemos contactos en la Oficina de Correos de México. Moveré algunos hilos a ver si suena la flauta.
–Pues va a ser difícil encontrar algo raro –comentó Alonso–. Ese miserable de la silla de ruedas es el mayor canalla que vi jamás. A saber lo que tiene guardado en el sótano de la mansión.
–¿Miserable? ¿Silla de ruedas? –repitió el doctor–. ¿Se refieren al tal Klaus von Braun?
–Ese hijo de p no se llama Klaus von Braun –espetó Alonso, para después escupir en el suelo.
Ante lo cual, el doctor preguntó, sumamente intrigado:
–¿Qué?
En la sala de fiestas de la mansión, los ánimos estaban enfriados. Todos se vigilaban entre ellos, intentando no dormirse. En esa situación tan tensa, Jorge Negrete se atrevió a hablar:
–Voy a decir lo que todos estamos pensando. El señor Ian Royce es el único que tiene una pistola. Creo que hablo en nombre de todos si digo que sería muy peligroso que se volviera paranoico y se liara a tiros con nosotros.
Por alusión, Royce sacó su pistola, lo mostró a los demás, extrajo el cargador con el que había repuesto el arma y, finalmente, se dio la vuelta para arrojar la pistola por una ventana, rompiendo uno de sus cuadrados de cristal.
Después, el joven Royce se volvió a los demás supervivientes de la mansión y habló:
–Esa pistola sirve de muy poco contra esa cosa. De todas maneras, damas y caballeros, creo que en esta situación hay que ser lo más sincero posible. Y teniendo en cuenta que, al menos, uno de nosotros no es un ser humano, me veo en la obligación de desvelar mi verdadera identidad. No soy un funcionario de la embajada británica. Soy un agente secreto de la MI-6. Mi nombre es Bond, James Bond.
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Doctor Who. Crossover.
Fanfiction¿Quién podría viajar al japón del anime ciberpunk, a la Tierra Media o a una galaxia lejana, muy lejana? La respuesta está aquí. El Doctor (el de la prestigiosa serie de TV de la BBC), realiza en esta serie de aventuras durante un gran viaje . Tras...