2-C. Fiesta sin fin.

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Después de la proyección, Karin siguió al doctor Jones fuera de la sala de cine. Se dirigieron a la entrada de la mansión a toda prisa. Y Karin seguía sin saber cómo entrarle a Jones sin parecer una loca. Pensó que ya tendrían tiempo de camino al aeropuerto.

Mientras tanto, la cena en la mansión del distinguido Klaus von Braun ya estaba lista. Los invitados a la proyección tomaban asiento en torno a una mesa rectangular. Von Braun, al ser el anfitrión y señor de la casa, era el que ocupaba la presidencia. Su mujer, Paula von Braun, se sentaba a su derecha.

En el otro extremo de la mesa se acomodó Luis Buñuel, al ser el invitado estrella de ese acto social. El mayordomo, un criado y una criada se encargaban de conducir a los invitados y de ir trayendo los platos. Todo transcurría como si siguieran una coreografía elaborada y sencilla. Hasta que de pronto, se oyó un quejido asustadizo.

El que emitió ese quejido, llamando la atención de los presentes, fue el doctor Jones, que reaccionó con miedo al cruzarse con la boa constrictor disecada que presidía un mueble bar cercano. Con él también venía Karin. Cuando Buñuel los vio venir, se levantó e hizo ademanes para que sentaran a su lado. Asimismo, von Braun ordenó a la servidumbre que trajeran un par más de sillas.

Cuando el doctor Jones se sentó a la izquierda de Buñuel, todavía estaba refunfuñando:

–Serpientes. Odio a las serpientes, aunque estén disecadas.

–¡Vaya, Jones, qué sorpresa! –sonrió Buñuel–. Creía que se iba porque tenía que coger un avión.

–He cambiado de opinión en la entrada –explicó el doctor Jones–. De pronto me di cuenta de que tenía hambre.

Karin no dijo nada al respecto, pero en ese instante, una aclaradora idea fulminó su cerebro. La presencia de Luis Buñuel y la reacción del doctor Jones le hizo recordar algo importante, inconscientemente. Pero esa revelación se esfumó a la misma velocidad en que apareció.

¡¿Qué era?! ¿Era algo importante?

Karin llegó a la rápida conclusión de que no, así que participó de esa cena, en donde los platos europeos se mezclaban con los tradicionales de México.

La tertulia profetizada por Buñuel no tardó en hacer acto de presencia durante el transcurso de la cena. El que inició la conversación fue el tipo que estaba sentado delante del doctor Jones. Se trataba de Jorge Negrete, uno de los más famosos actores del cine mexicano de la época. Como también era un ultranacionalista entregado, encontró insultante que Buñuel retratase una nación mejicana tan empobrecida. De hecho, Buñuel hizo con Los olvidados una versión mejicana de su ya famoso documental de las Hurdes. Tampoco se sorprendió demasiado de que se repitiera la misma reacción de por entonces. Allá ,en España, también había idealistas que se negaban a aceptar la cruda realidad captada por la cámara de Buñuel.

Negrete estaba tan indignado que llegó a molestar a su joven compañera.

Tuvo que ser el doctor Jones el que saliera en defensa de Buñuel. Al ser arqueólogo, se movía por otros círculos sociales por el que el gran actor-cantante no se prodigaba. Decía que la película vista en esa noche era necesaria para que las gentes de las clases pudientes no viviesen de espaldas a la realidad social del país en el que viven.

Karin se mantuvo callada, pero estaba de acuerdo con Jones. Era la primera vez que veía esa película pero, al visionarla, no pudo evitar acordarse de los pobres, vagabundos e indigentes que todavía vivían en New Port City. Ni siquiera en el siglo XXI pudieron acabar con esta lacra social.

A medida que se desarrollaba la tertulia, los demás miembros de la mesa se fueron uniendo al debate. Dos caballeros ingleses, Winston y Carpenter, opinaban que había que industrializar México para crear nuevos puestos de trabajo. Por su parte, el embajador Ian Royce declaraba que con fundar fábricas no bastaba. A su lado, Natalie Frank asentía con la cabeza, ayudando al embajador. Por su parte, Marcos Chávez, representante del ministerio de economía, abogaba por las ayudas sociales. Los von Braun eran los únicos que no opinaban al respecto. Cuando no comían, permanecían con una pose altiva, escuchando esa conversación sobre la pobreza del país, como si el tema no fuera con ellos o como si estuvieran convencidos de que eran seres superiores.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora