Tuvo sueños oscuros. Nueve espectros la perseguían. Y el suelo era movedizo. No podía correr, no podía ver, no podía oír, no podía luchar...
Karin despertó sobresaltada y desorientada. Tumbaba boca arriba, sentía el peso de un paño húmedo que descansaba sobre su frente. Ante ella, un cielo raso de tela se agitaba con la suave brisa del exterior. A sus oídos llegaba el violento guirigay producido por las criaturas que convivían y se peleaban afuera.
Todavía aturdida, se incorporó. Ya no sentía el dolor en sus brazos. Parecía que lo sucedido había sido el recuerdo residual que deja un sueño olvidado.
Pero de pronto, todo volvió con fuerza a su cabeza; el guerrero oscuro, la bestia alada, el Doctor preocupado por ella, el vuelo por el cielo ceniciento, el viaje por la vagoneta mugrienta, el troll cocinero, la competición por desnudarla para devorarla mejor, la aparición de los hombres de piel negra...
El resto estaba borroso. Sin embargo, consiguió recuperar briznas de información al captar el olor a azaleas que despedía su propio cuerpo. Consiguieron desnudarla, bañarla, trataron su fiebres con hierbas medicinales...
Se miró alarmada. Estaba vestida, pero no con su habitual uniforme. Presentaba una indumentaria más bien escasa. Era prácticamente un bikini de donde colgaban varios velos de seda traslúcida. Se acordó de Las Mil y Una Noches cuando se descubrió vestida de esa manera.
–¡Ah, ya ha despertado!
Karin saltó igual que un gato al acecho. Se puso de pie al tiempo que se volvía al centro de la tienda. Allí encontró al tipo de las ropas doradas, escoltado por dos soldados que mostraban sus cimitarras. El jefe estaba sentado con las piernas cruzadas y fumando, a través de una pipa, los vapores de un extraño y exótico artilugio, muy parecido a la chicha árabe. Y el recinto era iluminado por la lumbre de lámparas de aceite que colgaban de las vigas verticales de madera, que mantenían en pie la amplia tienda de campaña.
–Si le parece, me presentaré –dijo el hombre vestido de oro–. Soy Ahmed-el-magnífico, embajador de Harad. Encantada de verla sana y salva. ¿Y usted es?
Pero lejos de contestar, Karin protestó:
–¡¿Me habéis visto desnuda?!
–No se preocupe, usted no tiene nada que yo no haya visto antes –aseguró Ahmed–. Fui yo el que se encargó personalmente de asearla, atenderla y vestirla. Así que no dirija sus iras a mis hombres. Estaba usted a punto de morir cuando la encontramos en las manos de esos orcos que intentaban devorarla viva. Tratamos las fiebres del Soplo Negro con nuestras plantas medicinales. Fueron horas largas, de tensa espera. Pero por fin, ha conseguido sanar. Lo que demuestra que es usted una luchadora. Muchos hombres habrían muerto al estar tan enfermos como lo estuvo usted.
La chica no pudo evitar sonrojarse. Tenía que admitirlo. Esos hombres salvaron su vida. Así que tuvo que sobreponerse a su vergüenza y se presentó:
–Me llamo Karin Aoi. Soy una japonesa que viaja por el tiempo.
–No sé qué es una japonesa –se incomodó Ahmed, avergonzado por su propia ignorancia–. Pero he oído que en las tierras lejanas de oriente hay gente como usted, con unos rasgos tan hermosos, que podían competir en belleza con los mismísimos elfos. Al verla, pensé que usted procedía de esa tierras. Pero los emisarios de Sauron me dijeron que usted ha llegado a este mundo en compañía de otros dos viajeros. Uno de ellos está encerrado en las mazmorras de la torre oscura. Al otro lo están buscando en las tierras negras del reino de Mordor.
Karin se sentía aturdida. ¿Sauron? ¿Mordor? ¿De qué estaba hablando ese ser?
–No se preocupe, no la entregaremos a las hordas de Sauron –calmó Ahmed–. He venido a sus tierras en misión diplomática. Traemos combustible negro para que puedan funcionar las máquinas de sus fábricas. Lo hacemos a cambio de oro y de un porcentaje de los territorios que en breve conquistará Sauron. Y al hallarla a usted, la hemos añadido a nuestro botín. Y que conste que me avergüenza tratarla a usted de mercancía. No se debería comerciar ni con mujeres ni con hombres. Pero era la única manera que encontré de salvarla sin romper el trato que hicimos con el señor de estas tierras.
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Doctor Who. Crossover.
Fanfic¿Quién podría viajar al japón del anime ciberpunk, a la Tierra Media o a una galaxia lejana, muy lejana? La respuesta está aquí. El Doctor (el de la prestigiosa serie de TV de la BBC), realiza en esta serie de aventuras durante un gran viaje . Tras...