1-K. Caos y destrucción.

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Por culpa del tanque conducido por el replicante, cundió el pánico entre los manifestantes de la calle, dispersándose al instante en una estampida en la que se pisaban los unos a los otros. El miedo ya se había apoderado de los invitados de la fiesta. Dentro del museo, la gente corría de un lado a otro, temiendo que lo del robo del tanque fuera el inicio de un gran atentado, uno en el que estallaría una serie de bombas ocultas en el museo. Todos se dejaban llevar por el terror que experimentaban hasta que alguien pegó unos cuantos tiros al techo, imponiendo un silencio súbito en el recinto.

Entonces, Robocop guardó su pistola humeante y habló a la temerosa multitud:

–Señoras, señores, que no cunda el pánico. Procedan a evacuar el museo usando las salidas de emergencia. Mantengan la calma y todos saldrán sanos y salvos de este lugar.

Todos obedecieron sin rechistar los consejos dados por el veterano cíborg policial.

Por su parte, el Doctor y Karin apenas se apartaron de la urna que contenía la Piedra Atlante. Prácticamente, estaban a salvo de la estampida humana que invadió el resto del museo. Allí los encontró la Mayor.

Fue extraño, pero el Doctor tuvo la impresión de que la Mayor acudió a esa parte del museo para asegurarse de que la Piedra Atlante todavía estaba en su sitio, dentro de la urna.

El siguiente en llegar fue Batou, que venía persiguiendo a su jefa de campo:

–Mayor, han robado el tanque de la OCP. ¿Usamos a los fuchikomas para detenerlo?

–Adelante –ordenó la Mayor que, después de mirar de reojo a la Piedra Atlante, añadió–. Diviértete todo lo que puedas.

Esa sugerencia sorprendió tanto a Batou, que interrogó:

–¿Seguro? ¿De verdad que podemos divertirnos?

–Sí, cuanto más ruido hagáis, más llamaréis su atención.

El Doctor sabía de qué estaba hablando la Mayor. Hablaba del cazador.

–¿Y tú no vienes? –preguntó Batou.

–Tengo que quedarme aquí –replicó la Mayor–. Mi ghost me susurra que tengo que quedarme.

Batou sonrió y salió corriendo del recinto, al tiempo que llamaba a su fuchikoma por vía cibercerebral. Esos aparatos en cuestión estaban posicionados en el techo del museo. Se trataban de unos mini-tanques robotizados con forma de araña y equipados con dispositivos de camuflaje termo-óptico, que se desactivaron al recibir las órdenes de los agentes de la Sección 9. Batou, Togusa, Saito, Bouma y Pazu subieron a sendos fuchikomas, iniciando en el acto la persecución del tanque, al mismo tiempo que la Mayor pedía a Ishikawa que predijera cuál sería el siguiente objetivo del tanque rebelde.

No fueron los únicos que se apuntaron a la persecución. De detrás del museo salió una moto disparada, pilotada por Robocop. También se unieron varios coches patrulla de la zona.

Era fácil seguir al tanque. Dejaba un rastro de destrucción allá por donde pasaba. El piloto sabía perfectamente adónde quería ir y se aprovechaba de la tracción de ruedas de oruga y del blindaje del vehículo para hacer la ruta en línea recta. El tanque atravesaba edificios, sorprendiendo a sus moradores, y cruzaba calles, llegando a aplastar el coche de algún que otro conductor despistado.

De hecho, gracias a que el tanque iba en línea recta, Ishikawa supo enseguida adónde se dirigía. Después, tuvo que desencriptar varios archivos secretos para llegar a la verdad de ese atentado terrorista, para luego informar a sus colegas de la Sección 9.

El tanque se dirigía a uno de los laboratorios clandestinos de la Corporación Tyrell. Allí había contenedores en los que descansaban, prisioneros, varios replicantes de la serie nexus 7. En resumen, que el replicante del tanque estaba llevando a cabo una misión de rescate.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora