3-H. La madre furiosa.

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Huían, escapaban, corrían.

Intentaban seguir el acelerado paso del Cazador. No entendían por qué el Cazador se obstinaba tanto en salir cuanto antes del nido. Tampoco podían preguntarlo, porque les faltaba el aliento.

Pero lo comprendieron cuando oyeron ese chillido agudo y penetrante, proveniente de la cámara de la puesta.

–¡Corred! –gritó el Doctor–. ¡Corred todo lo que podáis!

No dudaron en obedecer. El Cazador seguía sus propios rastros térmicos, con la finalidad de encontrar la salida del laberinto del nido. El Doctor se pegaba a sus espuelas. Arnold tiraba de Karin cada vez que la chica miraba atrás. Valerian cubría la retaguardia. Y Aran no tardó en tomar la delantera al transformarse en esfera rodante durante las cuestas abajo.

Huían, escapaban, corrían.

La reina de las serpientes se acercaba a los seis intrusos. Enseguida los iba a alcanzar para vengar el exterminio de su prole no nata.

Por fin tenían a la vista la salida del nido. Pero entonces, al mirar atrás, vieron cómo la furiosa madre doblaba la esquina, dispuesta a atacar y destrozar a los intrusos. Ante esa inminente agresión, el Cazador, Valerian y Aran se dieron la vuelta para disparar sus armas. Pero esos tiros apenas hacían mella en el exoesqueleto de la reina. La criatura siguió avanzado, ignorando los impactos sufridos.

Entonces, Arnold entregó a Karin al Doctor y ordenó:

–¡Huid! ¡Subid a la astronave! ¡Tenéis que salir de este planeta!

Y al ver que ese extraño robot se adelantaba para enfrentarse con ese monstruo, armado únicamente con la escopeta de plasma, el Doctor reaccionó:

–¡Espera! ¡¿Qué eres tú?!

A lo cual, Arnold contestó, sin apartar la vista de la madre furiosa:

–Tranquilo, Doctor. Volveré.

Y acto seguido, se lio a tiros con la reina de las serpientes.

Los cinco compañeros no dudaron en obedecer la última orden dada por Arnold. Corrieron por el pasadizo abajo.

Dejaron atrás al robot, que siguió disparando contra la reina, hasta que esta última lo alcanzó. Aplastó a Arnold, cesando los disparos al instante. Pero en vez de convertirse en una mancha roja en el suelo, el robot quedó tumbado boca arriba. Sin embargo, la embestida fue tan brutal, que Arnold perdió la escopeta, que salió volando de su mano ensangrentada.

Fue al intentar dar un siguiente paso cuando la reina emitió uno doloroso chillido. Lejos de rendirse, el robot clavó las manos en el exoesqueleto de la pata que todavía le aplastaba. La criatura se revolvió. Arrojó a Arnold contra una pared, salpicando un arco de sangre ácida, que fundió parte de la envoltura orgánica del robot. Luego, el organismo cibernético se puso de pie y volvió al ataque, centrándose en las patas de la reina. No paró de golpear hasta que consiguió arrancar parte de una de las largas patas del monstruo.

Desconcertada por enfrentarse a un rival tan persistente, la reina coja se concentró en acabar con el robot desfigurado y sangrante. Así que lo agarró con las patas anteriores y, una vez sujeto el robot, abrió la boca y desplegó su segundo juego de mandíbulas, con la intención de traspasar la cabeza del enemigo. Pero en lugar de ello, la reina destrozó su lengua al estamparse contra el cráneo de titanio de Arnold. El único daño que le hizo fue desfigurar su rostro con el mordisco y la posterior hemorragia ácida.

Malherida, la reina retrocedió ante el robot, ya reducido a un esqueleto metálico, cuya carne fundida se caía a pedazos, llegando a corromper parte de su chasis metálico. Asustada, la reina se dirigió a la salida del nido. Pero el robot no se rendía. Saltó sobre la cola de la reina y se agarró a ella con todas sus fuerzas. Aquel peso extra molestó a la criatura. Agitó la cola, golpeando al robot contra las paredes resinosas del nido. Pero la máquina no se soltó hasta que consiguió arrancar el agitado apéndice de la criatura, recibiendo otro baño de sangre ácida.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora