7-B. El otro.

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Krong miraba con miedo, dispuesto a luchar con el Cazador, si hiciera falta. El Doctor mostraba las palmas desnudas y se identificó:

–Somos viajeros del tiempo. Hemos interceptado vuestro mensaje de socorro y venimos para ayudar. No pertenecemos esa Federación que usted mencionó.

–Ella es humana –señaló el klingon a Karin.

–No se lo voy a discutir –replicó el Doctor–. Sin embargo, de quien debería desconfiar, es de mi amigo grandullón. Al fin y al cabo, ha sido él, el que le derrotó.

Krong miró al Cazador, que emitió una risa burlona. Luego, el Doctor se acercó al asustado klingon, tomó sus temerosas manos y le obligó que que tocase el pecho del Señor del Tiempo.

–Además, Karin no está al mando de esta misión de rescate. En cambio, yo, el Doctor, sí lo estoy.

El klingon pudo sentirlo en el acto. En el pecho del Doctor latían dos corazones. No estaba ante un ser humano.

Krong logró calmar su miedo ante este hallazgo. Retiró las manos al tiempo que gruñía:

–Tienes compañías muy extrañas, Doctor. Un ser humano y esta cosa, que es más fuerte que yo.

–Tranquilo, estás a salvo –dijo el Doctor–. Encontraremos a los demás tripulantes y os pondremos a salvo a bordo de la TARDIS, nuestro vehículo.

–No, mis compañeros están todos muertos –advirtió Krong al tiempo que volvía a cubrirse con barro y musgo–. Estamos en guerra con los romulanos. Nos disputamos este sistema estelar. Patrullábamos este planeta con nuestra ave de presa. Fuimos alcanzados desde tierra por un certero disparo, a pesar de que nuestra nave era prácticamente invisible. Nos estrellamos. Algunos de nuestros compañeros salieron al exterior. Fueron los primeros en caer. Tratamos de resistir dentro de nuestra nave. Pero el atacante entró. Nos masacró. Nos mató uno a uno. Y no podíamos verle. Era invisible. Al parecer, dispone de un camuflaje similar al de nuestras naves de ataque. Los que sobrevivimos a la masacre huimos afuera. Pero él nos persiguió a través del bosque. En mitad de la confusión, caí al suelo sobre un charco de barro. Al darme la vuelta fui testigo de cómo esa cosa estaba matando a mis amigos. ¡Y no hice nada para detenerlo! Lo único que veía, era a mis amigos hechos pedazos. Y cuando terminó la matanza, me di cuenta de que el enemigo no podía verme si estaba cubierto de barro. De hecho, se llevó los cadáveres delante de mí. Y desde entonces, estoy aquí escondido, esperando a tener la oportunidad de vengar las muertes de mis compañeros.

Mientras contaba su versión de los hechos, Krong terminó de cubrirse de barro. Karin le imitó. Tomó puñados de barro del suelo y se cubrió el uniforme, la piel y el cabello. Cuando el Doctor se fijó en ella, la chica se limitó a replicar:

–Adonde fueres, haz lo que vieres.

El Doctor también se preguntó si debía cubrirse su traje verde eléctrico con barro. Miró al Cazador y el monstruo le contestó con un ademán despectivo. El Doctor decidió no ensuciarse. Al fin y al cabo, no llevaba armas en las manos.

–¡Ayuda!

Los cuatro se volvieron al oír ese repentino grito de socorro. El Doctor hizo un amago de avanzar cuando la firme mano del Cazador se posó sobre su hombro. El monstruo negó con la cabeza.

Era evidente que se trataba de una trampa.

–¡Ayudadme!

–¡Reconozco esa voz! –exclamó Krong. No pudieron evitar que saliera corriendo por el bosque adelante.

Tuvieron que perseguirle. La petición de ayuda se volvió a oír una cuantas veces más. Los desesperados gritos guiaron a Krong, que llegó al pie de un alto árbol. Los gritos venían de arriba. Y cuando el klingon alzó la cabeza, pudo distinguir una silueta colgada por los pies de lo alto. No podía verlo bien porque estaba a contraluz.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora