1-N. El ultimátum del Doctor.

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Dentro del museo, el rugido victorioso del cazador retumbaba contra las paredes. El monstruo celebraba la adquisición de su último trofeo agitando la columna vertebral artificial por encima de su cabeza. Estaba tan eufórico, impregnado por la gloria del momento, que ignoraba la presencia del hombre horrorizado que había salido del interior del sarcófago.

El Doctor estaba aterrorizado. El cazador mató a la Mayor delante de él y no pudo hacer nada para impedirlo.

Y es que desde que la Mayor y el cazador iniciaron su enfrentamiento dentro del museo, el Doctor no pudo eludir revivir el horror sufrido durante las Guerras del Tiempo. No pudo evitar visualizar a los daleks dentro de ese museo, eliminando con sus disparos a los demás Señores del Tiempo...

Estaba tan anonadado, que en esos momentos, en los que el cazador rugía su victoria, tardó en advertir ese detalle...

Porque de pronto, el Doctor se fijó en ese cráneo de titanio que se agitaba en el extremo de la columna vertebral.

–¡Ahora, Doctor, ahora!

El monstruo fue el único que se asustó al oír esa voz de mujer por megafonía.

Porque la reconoció.

Era la misma mujer que acababa de matar.

Fue entonces cuando el cazador se fijó en el cráneo. Estaba hueco, abierto. No guardaba un cibercerebro.

El Doctor se aprovechó de la estupefacción del cazador. Se volvió a la momia, arrancó su cabeza desecada y la arrojó contra la urna que guardaba la Piedra Atlante.

Cuando el objeto impactó contra el cristal, se activó una estridente alarma que logró arrancar un doloroso rugido de la garganta alienígena del cazador. Justo después, unos barrotes cayeron del techo, encerrando al cazador con la urna.

Todo pasó en cuestión de décimas de segundo. Fue tan rápido, que el cazador solamente advirtió que estaba atrapado, cuando la alarma dejó de sonar.

–Estás entrampado, Cazador.

Entonces el Cazador sí se fijó en la presencia del Doctor. Gracias a su visión térmica, el monstruo pudo advertir que el hombre del otro lado de la jaula poseía dos corazones. No estaba ante un nativo de ese planeta.

El Doctor se volvió a las esquinas del recinto. Al ver la primera cámara de vigilancia que encontró, habló:

–Muy inteligente, Mayor. Has usado tu cuerpo como si fuera una marioneta a control remoto, ¿verdad?

–Exacto, Doctor –respondió la voz de la Mayor–. Antes de acudir a la inauguración, mandé extraer mi cibercerebro y depositarlo en un box de emergencia. He estado todo este rato manejando una muñeca a control remoto. Mi intención siempre fue encerrar al objetivo dentro de esta jaula. Y pensé que no podría conseguirlo cuando esa bestia me atrapó con su red. Ha sido una suerte que quisiera jugar un poco más conmigo. Pero ojalá no lo hubiera hecho. Todavía siento el dolor que experimenté cuando me arrancó la columna vertebral.

El cazador examinó el cadáver cibernético que tenía ante sus pies. Había quedado reducido a basura tecnológica. No le servía como trofeo un cráneo que estaba carente de cerebro cuando la presa fue cazada.

Poseído por un repentino sentimiento de frustración, el monstruo agarró el cuerpo inutilizado y lo desgarró en dos partes. Luego se golpeó contra los barrotes, con la intención de romperlos. Pero fue inútil. Esa estructura estaba reforzada. Era capaz de resistir la fuerza del cíborg más fuerte del mundo.

Desesperado, el monstruo intentó salir por arriba. Saltó, pero no podía traspasar el techo. Por encima de la falsa piedra antigua, el techo estaba hecho del mismo material que los barrotes. Intentó también escapar a través del piso, destrozando las baldosas con los puños, para finalmente encontrarse de nuevo con la misma materia metálica.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora