1-M. El duelo del cazador.

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A través de las pantallas del mostrador de la Weyland-Yutani y de las cámaras de los helicópteros de los medios de comunicación, el Doctor fue testigo de las impresionantes habilidades del cazador. Contra todo pronóstico, ese monstruo había derrotado uno a uno, a todos los enemigos que se le pusieron en medio.

El Doctor adivinaba cuál era el plan de la Mayor. Estaba seguro de lo que iba a hacer esa mujer.

Así que cuando vio cómo la Mayor se volvía invisible mientras saltaba hacia arriba, siendo seguida por el cazador, que también activó su camuflaje óptico, el Doctor miró a su alrededor, para finalmente centrarse en un sarcófago atlante situado en frente de la Piedra Atlante.


–¡Sacadme de aquí! –gritó Batou, que se había quedado pegado al proyectil no letal que disparó Leona.

Se asustó cuando esa mano metálica se agarró a su hombro. Al entornar los ojos, vio que el torso de Robocop se había arrastrado hasta él para preguntar:

–¿Las cosas son siempre así de violentas en vuestro país?


El cazador no dudó en perseguir a la Mayor. Esa presa le había herido gravemente en su anterior encuentro. Tenía las cicatrices que lo demostraban. Si se apropiaba de ese cráneo, tendría una historia honorable de la que presumir ante sus semejantes.

Y no  sospechó de que la Mayor quisiese que él la siguiera. Porque el cazador entendía que esa mujer intentara alejarle del lugar de la batalla, porque allí quedaron sus amigos malheridos. Así que inició la persecución sin plantearse si se iba a meter de cabeza en una trampa.

Lo que siguió fue una persecución a saltos ciclópeos por las alturas de New Port City. Cada vez que aterrizaba en una nueva azotea, la Mayor miraba atrás, asegurándose de que el cazador la perseguía. Tenía que valerse de la herida que le hizo Robocop. Esa sangre luminiscente brillaba en la oscuridad nocturna. Se podía ver a lo lejos, cuando ese líquido caía fuera del campo de camuflaje del enemigo. La Mayor también se cercioraba de que el monstruo pudiera localizarla. Así que de vez en cuando desactivaba su propio camuflaje por unos cortos segundos, simulando una avería, o tiraba desde lejos, llamando la atención del cazador.

Así, sin prisa pero sin pausa, la Mayor pudo atraer al cazador al museo evacuado. Era allí donde la Mayor tenía planeado atraparlo.

La Mayor entró por una de las puertas. Se adentró en el museo. Y se agazapó en un escondrijo, detrás de una columna, esperando la llegada del cazador.

Transcurrieron varios minutos. El paso del tiempo fue muy tenso. La  espera se eternizó. La Mayor llegó a creer que el cazador había perdido su rastro. Y una parte de ella deseaba que fuera de verdad. No sabía si podría enfrentarse a un enemigo tan formidable.

¡Se oyó un ruido de cristales rotos!

La estridencia alertó a la Mayor. Amparada por su camuflaje, se asomó.

Un tragaluz se había roto. Y la Mayor vio, o creyó ver, que una silueta transparente caía entre las astillas de cristal.

No dudó en disparar contra esa lluvia de cristales. Pero al hacerlo, delató su posición.

El cazador no había saltado al interior del museo. Tiró desde el techo del museo, al otro lado del tragaluz. La descarga azulada de plasma no alcanzó a la Mayor, pero impactó tan cerca de ella, que averió su camuflaje termo-óptico, haciéndola visible para el cazador.

Después, la Mayor oyó un golpe seco, el que se hace después de saltar desde una gran altura. Luego, captó el horripilante sonido de una risa diabólica de payaso, que fue repetido por el eco del museo vacío.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora