4-H. El fin de la invasión.

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Cuando Karin fue fulminada por el rayo de la muerte, su cuerpo brilló con fuerza, resaltándose el circuito integrado fijado a su uniforme. Sufrió un calambre tan grande, que chilló con todas sus fuerzas.

Y cuando el resplandor se apagó, la chica permaneció en pie, aturdida pero viva, sorprendiendo al dalek y al Doctor.

El rayo de los daleks era infalible. Ni siquiera necesitaban acertar en un órgano vital. Un simple roce en la víctima y ésta caía muerta.

Pero Karin no cayó. Se miró a las manos, sin entender qué acababa de pasar. Entonces, el dalek exclamó con su chillona voz artificial:

–¡¿Por qué no te mueres?!

Y volvió a disparar. Y otra vez, y otra, y otra, y otra... Con cada nuevo impacto que Karin experimentaba, el circuito integrado en su uniforme brillaba con mayor intensidad. Y cada vez que el dalek tiraba, repetía la frase ¡¿Por qué no te mueres?! al ver que la chica no se desplomaba, a pesar de chillar al sufrir nuevos calambres.

Ese castigo exasperó a Karin, que de pronto señaló al dalek con ambas manos y chilló con todas sus fuerzas:

–¡Cállate, joder!

Al decir esas palabras, la luz del circuito integrado fluyó, corriendo a lo largo de su ajustado uniforme, hasta que todo ese resplandor inmaculado se centró en sus enguantadas manos. Y allí, la energía se transformó en un cegador relámpago globular que enseguida salió disparado. En cuestión de milésimas de segundo, cruzó el espacio existente entre Karin y el dalek, impactando brutalmente en este último. Como consecuencia, el blindaje del monstruo estalló, dispersándose por todas partes. La parte baja de la estructura apenas sufrió daños, pero el armazón superior se volatilizó en miles de fragmentos, dejando al descubierto a la sorprendida criatura que había dentro.

Así, Karin pudo encararse con ese ser horrible, un monstruo viscoso y con un cuerpo formado por tentáculos, en el que destacaba un ojo que devolvía la mirada a la asombrada chica. Ese ser repulsivo se revolvió. Su sintetizador de voz todavía funcionaba, por lo que pudo amplificar los balbuceos de esa boca asimétrica y salpicada por afilados colmillos de tiburón:

–¡¿Por qué no te mueres?! ¡¿Por qué no te mueres?! ¡¿Por qué no te mueres?! ¡¡¿Por qué no te mueres?!!

Y de pronto, el Cazador se hizo visible delante del dalek desnudo. Desplegó las cuchillas del antebrazo y las alzó para dar el golpe de gracia, no sin antes imitar la voz de Karin:

–¡Cállate, joder!

Y acto seguido, el Cazador ensartó al monstruo, dándole muerte al instante.

Todavía anonadada por lo que le acababa de pasar, Karin se dio la vuelta. Entonces, al ver su femenina cara algo chamuscada por las descargas eléctricas sufridas, el Doctor echó a correr. La abrazó y se separó de ella para examinarla mejor, buscando lesiones ocultas a simple vista, al mismo tiempo que preguntaba:

–¿Estás bien? ¿Estás bien?

Y de pronto, Karin empujó al Doctor con todas sus fuerzas, apartándole de ella. Al ser repudiado, el Doctor sonrió:

–Ya veo que estás bien. Pero, ¿qué te ha pasado?

Karin se examinó. Fue entonces cuando el Doctor se fijó en el circuito integrado en el uniforme de su amiga, e interrogó:

–¿De dónde lo has sacado?

–De la base de Starscream –contestó Karin–. Pax me llevó hasta una cámara antigua. Allí había un osario formado con cráneos humanos de metal. Y en el centro estaba esta cosa, brillando y flotando en el aire.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora